No puede ser más explicito el relato evangélico de hoy. Nos recuerda de nuevo los medios que nos propone la Iglesia en esta Cuaresma para atravesar el desierto ayudados de la oración, ayuno y limosna al encuentro de Cristo Redentor y Salvador resucitado.
En este texto se pueden conjugar estos tres aspectos. Cuando no se cultiva la oración la fe en Dios Padre, en la vida eterna, se aletarga la sensibilidad a base de apoyarse en los ídolos de todos los tiempos: el poder, el dinero, las riquezas.
Molesta contemplar las multitudes pobres e indigentes en medios materiales y espirituales. Estas personas pobres de medios materiales para poder llevar una vida digna se une otra multitud que son pobres (sin Dios) porque viven para sí mismos, encerrados en sus castillos y cajas fuertes. Se han hecho insensibles al dolor y necesidades de los demás.
¿Cuál es mi actitud y comportamiento antes la situación de tantos “lázaros” de bienes materiales y espirituales?
¿Puedo vivir esta cuaresma sin hacer referencia a Dios Padre y a mis hermanos, las personas que me rodean?
¿Me he fijado que en mi habitación, estanterías, armario… hay cosas de las cuales me puedo desprender? ¿He organizado mi tiempo de tal manera que puedo dar parte de él en aquellas personas que necesiten de mi ayuda o presencia?
¿Podre ayunar unas horas de TV, a internet… y evitar gastos que no sean realmente necesarios?
Después de describir el Evangelio la diferencia entre el rico Epulón el mendigo Lázaro:
“…Sucedió que murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en dio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno…”
La vida es muy corta para todos. Para los ricos y para los pobres. Todos tenemos que pasar por una purificación para llegar a gozar del nuevo Reino de Dios con Cristo resucitado. ¿Sabemos el momento en el que el Señor nos ya a llamar? Y cuando nos llame tendremos que dejar las cosas materiales aquí. Sin embargo, nos acompañarán las buenas obras. “Seremos examinados en el amor”. El final de nuestra vida se nos a examinar de los contenidos que ya conocemos desde pequeños: “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo”. La solución a estas preguntas nos las propone el evangelio de san mateo en el capítulo 25. Todos las conocemos. Ahora toca ponerlo por obra: “Tuve hambre y me distes de vómer, estuve desnudo y me vestiste, enfermo y encarcelado y me viviste a ver…” O puede suceder lo contrario: “Tuve hambre y no me diste de comer…”
Que bajo la protección de Santa María vivamos con nuevo vigor la oración, el ayuno y la limosna.