- Preparación inmediata: La oración es un diálogo de amistad con quien sabemos que nos ama. Cuando dos amigos se encuentran, lo primero que suelen hacer es saludarse. Un beso, un abrazo, un apretón de manos…, en definitiva un gesto que manifieste la alegría de encontrarse, de estar juntos de nuevo. Con Jesús también debemos comportarnos así. Para ello sugiero empezar hoy la oración sintiendo la alegría de la presencia de Jesús amigo. No de un amigo cualquiera, sino del Amigo incomparable, el que sabemos que nunca nos falla. Nos puede ayudar repetir con el corazón algunas oraciones breves: ¡Jesús, creo en tu amor para conmigo! ¡Eres mi amigo y sé que nunca me fallarás! ¡Habla, Señor que tu siervo escucha! ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! También puede ayudarnos recitar lentamente un padrenuestro cayendo en la cuenta de que es el mismo Jesús el que habla con Su Padre.
- Lectura del libro de Ezequiel (18,21-28)
El encuentro con Jesús, en la oración, en los sacramentos, en la Iglesia pueblo de Dios o misterio, es siempre un encuentro con la misericordia de Dios. Al menos, este es siempre el deseo de Dios, “¿acaso quiero yo la muerte del malvado –oráculo del Señor Dios- y no que se convierta de su camino y que viva? Puede sucedernos que al mirarnos a nosotros y ver nuestros pecados –injusticias, egoísmos, omisiones…-sintamos a Dios lejos, o que nos sintamos indignos de Él, o incluso que sintamos desazón al pensar que también Dios es injusto cuando no hace acepción de personas.
Acojamos con gran emoción, ahora durante este rato de oración el abrazo de Jesús, nos ama tal como somos y tal como estamos. Se conforma con nuestra buena voluntad, con nuestros mejores deseos. Me parece que este es el mejor punto de partida para cambiar, para convertirse; dicho con palabras del profeta Ezequiel: “Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida”. ¿Hay mayor justicia que acoger el amor de Dios?
- Del Evangelio según san Mateo (5,20-26)
Jesús nos dice que no hay verdadera religión sin caridad. Y nuestro papa Benedicto XVI viene repitiendo que el corazón de la vida cristiana es la caridad.
En el Evangelio, Jesús nos advierte que antes de practicar el culto a Dios es necesario reconciliarse con el hermano: “si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.
En el mensaje de este año para la cuaresma el papa resalta precisamente esta dimensión de la caridad para lo cual debemos fijarnos (ocuparnos de) los unos en los otros, comenta el papa los versículos de la carta a los Hebreos: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (Hb 10,24). Y continúa el papa, “esta expresión de la Carta a los Hebreos nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda”.
- Oración final: Hemos comenzado el mes de San José, podemos terminar la oración de hoy con una oración al santo pidiéndole la caridad:
San José alcánzame esa caridad tan tuya, que Jesús aprendió de ti, al verte trabajando en el taller, orando siempre al Padre y a la vez ocupado por el sustento del hogar. Hazme como tú contemplativo en la acción para mi propia santificación y la de todos mis hermanos.