“Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo” es lo que nos dice con claridad San Pablo a cada uno de nosotros hoy. Si nos dice que busquemos los bienes de “allá arriba” quiere decir que buscamos bienes perecederos en primer lugar y quizá dejamos para más tarde los que quiere Dios para nosotros.
¿Está nuestra “vida está con Cristo escondida en Dios”?, como nos dice San Pablo, o en cambio está sepultada en las inmundicias del mundo. Escondemos nuestra vida en Dios cuando le hacemos hueco en nuestra vida: un rato de oración diaria, le ofrecemos nuestro trabajo, estudio, ocupaciones familiares y dejamos un hueco todos los días para ayudar a los que nos rodean.
“Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás” nos dice el salmo. Que no nos cansemos de bendecir al Señor, de darle gracias porque “es bueno con todos”. Él también está cerca de nosotros en las dificultades. Sepamos aceptar con fe los beneficios y los obstáculos. Y pase lo que pase alabemos su nombre por siempre jamás.
“Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre”.
La persecución es el pan de cada día del cristiano, de una forma o de otra. Alegrémonos por nuestro es el Reino. Nos espera a los que seguimos su camino. Perseguido desde Belén al Calvario. Si nos persiguen es porque le imitamos.”
“Dios actúa y nos sorprende también en medio de las dificultades” (P. Francisco. Homilía en Aparecida 24 julio de 2013)