22 septiembre 2013. Domingo de la XXV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

*Primera lectura: Este pasaje se sitúa dentro de la tercera parte del libro de Amós en la que se  relatan cinco visiones proféticas. En 8, 1-3 se habla de la visión del cesto de higos (palabra que en lenguaje del Norte se pronuncia igual que "fin") simbolizando que el fin ha llegado. Mucha parte de culpa de la desgracia que ha caído sobre Israel la tienen los mercaderes sin escrúpulos, que despojan en esta época de hambre a los más débiles. El profeta recrimina sin compasión estas lacras sociales.
En Israel se festejaban el primer día del mes. En ese día, lo mismo que todos los sábados, las actividades mercantiles estaban suspendidas, pero la ambición de los negociantes perversos llega al límite de que, importándoles poco la celebración del culto, se impacientan por las fiestas religiosas. Su corazón está sediento de dinero. Los negociantes sin conciencia cometen toda clase de atropellos.
Pero la frase final, “la gloria de Jacob” (lit.: "orgullo de Jacob") viene a decir que Dios, que ha elegido a Jacob (Gn 25,23; Malq 1,2.3) y le ha dado todos sus privilegios, quiere permanecer Él mismo como el único título de gloria de Israel. Por eso se opone a las riquezas malamente adquiridas por los que pretenden desviar la atención de Israel. La "gloria de Jacob" es Dios mismo como sustentador y esperanza del pueblo.

*Salmo: destaca la sencillez y belleza del Salmo 112, auténtica puerta de entrada a una pequeña colección de Salmos que va del 112 al 117, convencionalmente llamada el «Halel egipcio». Es el aleluya, es decir, el canto de alabanza, que exalta la liberación de la esclavitud del faraón y la alegría de Israel en su servicio libre al Señor en la tierra prometida (cf. Salmo 113).
No es casualidad el que la tradición judía enlazara esta serie de salmos con la liturgia pascual. La celebración de aquel acontecimiento, según sus dimensiones histórico-sociales y sobre todo espirituales, era vista como un signo de la liberación del mal en la multiplicidad de sus manifestaciones.
El Salmo 112 es un breve himno en el que el original hebreo consta sólo de unas sesenta palabras, henchidas de sentimientos de confianza, de alabanza, de alegría.
Dios se inclina ante los necesitados y los que sufren para consolarles. Y esta expresión encuentra su significado último, su máximo realismo en el momento en el que Dios se inclina hasta el punto de encarnarse, de hacerse como uno de nosotros, como uno de los pobres del mundo. Al pobre le confiere el honor más grande, el de «sentarlo con los príncipes»; sí entre «los príncipes de su pueblo» (versículo 8). Por tanto, el salmista alaba a un Dios sumamente diferente de nosotros en su grandeza, pero al mismo tiempo muy cercano a sus criaturas que sufren.
El Salmo de hoy exalta la liberación de Israel de la esclavitud y su alegría por servir en libertad al Señor, Creador del cosmos y rey de la historia. El Señor con su presencia amorosa y su compromiso eficaz con nuestra debilidad «levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre».
Estas palabras prefiguran las de la Virgen María en el Magnificat, la cual, con más radicalidad que el Salmo, proclamará que Dios «derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes».  
(Ideas de Benedicto XVI en el comentario del salmo 112 en audiencia general del 18 mayo 2005).

*Segunda lectura: Pablo inicia las instrucciones a Timoteo sobre diversos aspectos de la vida de la comunidad con esta referencia a la plegaria. Más que enumerar diversos modelos de plegaria, describe la plegaria cristiana bajo todos sus aspectos.
"Te ruego, pues, lo primero de todo, que hagáis oraciones... por todos los hombres...": el primer tema de instrucción para la comunidad gira en torno a la necesidad de que ésta ore no sólo por sus propios miembros sino por los hombres y por la sociedad en general. La plegaria por los gobernantes, aunque pudieran ser hostiles a la comunidad cristiana, se encuentra plenamente en la línea trazada en Rm 13,1-7 sobre la obediencia a la autoridad. La comunidad cristiana no se puede situar al margen de o contra la sociedad, no es una secta. Aunque sea todavía reducida en número, su perspectiva ha de tener un sentido universal.
"Dios que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad": los cristianos hemos de pedir por todos los hombres porque saben que el plan de Dios es un plan de salvación universal. La salvación aparece así en íntima relación con el conocimiento de la verdad. Saber que hay un solo Dios y que Jesucristo es el único Mediador, es el fundamento de la salvación ofrecida a todos los hombres: Dios es su creador y todos han sido representados por Cristo delante suyo. Su misma muerte por todos los hombres ha sido el testimonio más patente de esta verdad.
Las "manos limpias" son la expresión del interior de la persona. Si la plegaria es para que todos los hombres se salven y se realice así la voluntad de Dios, tiene que ir acompañada de una vida de verdaderos hijos de Dios: fuera entonces la "ira y las divisiones",

*Evangelio: La parábola habla de un administrador de bienes a quien su amo ha decidido despedir. Para entenderla es necesario estar familiarizados con la situación administrativa presupuestaria.
Según práctica habitual en el antiguo Medio Oriente, un administrador podía hacer préstamos de las propiedades del dueño, por los que recibía una comisión en concepto de intereses. Esta comisión era para el administrador, no para el dueño. Esa comisión, con su correspondiente recibo o aval fiduciario, se adjuntaba al documento oficial que estimulaba la cuantía del préstamo. La práctica habitual, sin embargo, era la existencia de un único documento, en el que el deudor consignaba la totalidad de su deuda, sin especificar la cuantía estipulada por un lado y los intereses por otro. Pero lo que no debemos olvidar es que estos intereses correspondían al administrador y no al dueño; era propiedad del administrador.
Con estos presupuestos volvamos ahora a la parábola. Un amo ha decidido despedir a su administrador. ¿Qué hace el administrador? Granjearse amistades que puedan echarle una mano después del despido. ¿Cómo lo hace? Perdonando a los deudores del amo la comisión que le correspondía como administrador, parte que, en el primero de los casos contemplados, ascendía al 50% del total que el deudor tenía que pagar y, en el segundo, al 20%. Procediendo así el administrador no defrauda al amo ni falsifica documento alguno. Lo único que hace es detraer de la deuda total la cantidad correspondiente a su comisión. Es decir, el administrador renuncia a lo que era suyo. En el v.8 la parábola califica de inteligente este proceder (astuto, en la traducción litúrgica). Si en ese mismo versículo se califica de injusto al administrador, dicho calificativo no obedece al proceder descrito en la parábola, sino al proceder previo a la misma y del cual se habla en los versículos 1-2 como causante del despido.
El centro de gravedad y, por consiguiente, de atención de la parábola es la renuncia del administrador a lo que era suyo, una renuncia calificada de inteligente y, como tal, alabada expresamente por el amo del administrador.
En torno a este centro de gravedad giran las consideraciones posteriores de Jesús, cuya culminación y resumen es la lapidaria frase conclusiva: "No podéis servir a Dios y al dinero". Como en precedentes ocasiones el lenguaje de Jesús es gráfico, agresivo, sin tapujos. "Ganaos amigos con el dinero injusto". Esta frase recoge lo expresado gráficamente en la parábola, en la que el administrador se ha granjeado amigos con su dinero. La expresión "dinero injusto" no se refiere a un dinero obtenido de manera poco clara o poco escrupulosa; se refiere al dinero sin más, a todo dinero, a cualquier dinero. "Ganaos amigos con el dinero injusto". La frase es un acicate: Apreciad más a Dios y a los demás que al dinero, ganaos a Dios y a los demás en vez de estar locos por el dinero. El significado del texto es en realidad muy sencillo: invita al discípulo de Jesús a vivir un estilo de vida cuyo motor y base sea Dios y no el dinero.
Dios y dinero representan los motores de dos estilos de vida antitéticos, irreconciliables entre sí. Según el puesto que tenga cada uno de ellos en nuestras vidas, así será también el estilo de ellas.
En vez de lamentarnos tanto del materialismo imperante, abrámonos nosotros a Dios. Él está, vive, es real. Pero hay que ser permeables. Por mucha agua que le caiga encima, del ladrillo jamás germinará una flor.

ORACIÓN FINAL:

Dios todopoderoso, confírmanos en la fe de los misterios que celebramos, y, pues confesamos a tu Hijo Jesucristo, nacido de la Virgen, Dios y hombre verdadero, te rogamos que por la fuerza salvadora de su resurrección merezcamos llegar a las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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