Hoy celebramos una fiesta de la Virgen: Nuestra Señora de la Merced. Aún estamos en la Campaña de la Visitación, que concluirá el 7 de octubre (Nuestra Señora del Rosario), por lo que este día estamos invitados a imitar a nuestra Madre en el olvido de sí misma para llevar a Cristo a los demás. La advocación de la Virgen de la Merced también nos impulsa a ello, pues su historia se remonta a la Orden Religiosa de los Mercedarios creada el 10 de agosto de 1218 en Barcelona por S. Pedro Nolasco. Eran tiempos en que los musulmanes saqueaban las costas y llevaban a los cristianos como esclavos a África. Su condición era tan desesperada que muchos perdían la fe pensando que Dios les había abandonado. Pedro Nolasco era comerciante y, ante este drama, decide dedicar su fortuna a la liberación del mayor número posible de esclavos. Cuando gasta su patrimonio redimiendo a trescientos cautivos, la Virgen le revela su deseo de ser liberadora a través de una orden dedicada a la liberación de los cautivos de los musulmanes, expuestos a perder la fe. Además de los tres votos de la vida religiosa, pobreza, castidad y obediencia, los mercedarios hacían un cuarto voto: dedicar su vida a liberar esclavos. Se comprometían a quedarse en lugar de algún cautivo que estuviese en peligro de perder la fe, cuando el dinero no alcanzara a pagar su redención. Así lo hizo San Pedro Ermengol, un noble que entró en la orden tras una juventud disoluta.
Para orar en esta fiesta nos va ayudar el prefacio de la Misa de la Virgen de la Merced:
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno.
Por un admirable y providente designio de tu amos, uniste la gloriosa Virgen María a Cristo tu Hijo en la obra de la salvación humana, con tan estrecho vínculo, que fue Madre suya amantísima en su humilde nacimiento, asociada a su pasión junto a la cruz y es ahora, elevada a la gloria celeste, abogada nuestra y dispensadora de los tesoros de la redención.
Ella cuida siempre con afecto maternal a los hermanos de su Hijo que se hallan en peligros y ansiedad, para que, rotas las cadenas de la opresión, alcancen la libertad del cuerpo y del espíritu.
Por eso, con los ángeles y todos los santos, al celebrar el memorial de la redención y del amor de tu Hijo, te alabamos en su nombre y cantamos sin cesar: Santo, Santo, Santo…
- Invoquemos con confianza a la Virgen con estos consoladores títulos que expresan su obra en nuestras vidas: “abogada nuestra y dispensadora de los tesoros de la redención”.
- En las manos de la Virgen de la Merced se suelen representar unas cadenas rotas, como señal de que Ella libera de la esclavitud a sus hijos que la invocan como Madre misericordiosa. El prefacio nos habla de los que viven en peligros y ansiedad y experimentan las cadenas de la opresión en su cuerpo o en su espíritu. Pueden ser los que viven esclavizados por el pecado, los que experimentan una situación económica difícil, los que sufren una enfermedad que les desconcierta, los encarcelados (hoy es el día de la pastoral penitenciaria)… Haré bien en acordarme en la oración de interceder a la Virgen por aquellas personas que sufren a mi alrededor cualquier forma de esclavitud y desamparo.
- Por último, con el espíritu de la Visitación de María, que hoy me olvide de mí mismo y que le ofrezca mis manos a la Virgen para romper las cadenas de mis hermanos. Así formaré parte de la familia de Jesús y de la Virgen: si escucho la Palabra de Dios y la pongo por obra (cf. Lc 8,21).