17 octubre 2013. Martes de la XXIV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Los evangelios siempre son conmovedores en sus relatos.., pero algunos nos conmueven un poquito más si cabe, sobre todo cuando vemos a Jesús ejerciendo directamente la Misericordia Divina.

El evangelio de este día es un claro ejemplo de esto. Muchos milagros hizo el Señor, pero el que consolara a una madre y mujer viuda, haciendo lo que hizo con su hijo, es realmente extraordinario...

¿Qué era Naín en tiempos de Jesùs? Una sencilla y humilde aldea judía asentada en la falda del monte Dahí, de una altura de 500 metros. Naín significa "lugar amable", debido a los fértiles cultivos de trigo, olivares e higueras... Quienes se han dedicado a la arqueología del lugar no han descubierto restos notables, tan solo vestigios de casas sencillas y humildes. Quedan muy pocas ruinas, exceptuando las de una iglesia que levantaron los Cruzados en recuerdo del milagro de Jesús.

El episodio solo nos lo narra S. Lucas, ¡pero qué casualidad.., el evangelista de la Nuestra Señora..! ¡No podía ser por menos...! Necesitábamos esta sensibilidad para captar en el hecho, por la lectura atenta del texto.., un reflejo de otra viuda, que más tarde, también lloraría a su hijo muerto en sus brazos... ¿A quién vio Jesucristo en esta mujer del evangelio de hoy..? ¿Solo a una madre llorosa.., sin apoyo y sin ayuda, ante la muerte de su hijo..? Me gusta pensar que Cristo transciende el tiempo y el espacio y ve en quienes atiende, cura, y resucita.., una proyección de los que ama y más quiere en esta vida...

La miró llorar en silencio.., y esto fue más que suficiente para que El operara un milagro de esa categoría...

Me gusta hacer una comparación, cuando medito este evangelio, con aquella otra Mujer, su Madre, que se encuentra con Cristo en la mañana del domingo de resurrección, a solas con El... Aquí dice S. Lucas: "que se lo entregó vivo a su madre..." En aquel primer domingo de la historia, Jesucristo resucitado se entregará el mismo vivo a su propia Madre...

¡Las lágrimas de una madre siempre han sido fecundas..!

¡Las lágrimas de una madre pueden conseguir un milagro..!

¡Las lágrimas de una madre nos dieron a Cristo Vivo..!, y nos lo siguen dando en cada Eucaristía, ¡Milagro de Amor...! ¡Nueva Encarnación en el mundo...!

No quisiera cerrar ese episodio sin hacer mención a un último detalle. Dice el texto: "Al verla el Señor..." Es la primera vez que se le otorga a Jesús el título de "Señor"; un título hasta entonces reservado a Dios. Y se le da en un contexto de misericordia. El término hebreo "esed", que se tradujo al griego como "eleos"  y al latín como misericordia: "Kyrie Eleison: Señor ten piedad..."

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