1. El Día del Señor vendrá como un ladrón.
¿Has
vivido la experiencia de que alguien te robe algo? Yo, sí. Me han quitado el
reloj, un sobre con dólares…Tengo amigos a los que le han sustraído –sin que se
enteren- el celular, las llaves, el ordenador…¡Cuando menos te lo esperes! El
ladrón no avisa. Hay que estar al acecho, siempre en vela, para que
nadie ni nada te robe el tesoro que llevas, la vida de gracia, Cristo, tu
estilo de vida, las ganas de vivir, la vida interior, tu aspiración a la
santidad, el celo de las almas, hacer la vida agradable y santa a los demás.
Todo es
poco para estar prevenido. Más vale PREVENIR que…llorar y curar. Y el texto se
refiere a la MUERTE. ¿Se acuerdan lo que nos decía Abelardo en Ejercicios? En
los cementerios habría que poner el slogan: ¡Contamos contigo! Nada tan cierto
como que nos va a llegar a todos y, a la vez, tan incierto como el lugar y la
hora en que nos sorprenderá. Moraleja: Saca el billete cuanto antes no sea que
pierdas el tren, el vuelo…
2. Habitar en la casa del Señor para gozar de la dulzura del Señor
Te
invito a paladear el salmo 27, es tan bello. Acabo de visitar un santuario
mariano bellísimo, tanto por su marco natural como por la paz maternal que se
goza. Uno clama ¡qué bien se está aquí, en la Casa de María! Por eso, paladea
el salmo:
Una cosa
al Señor sólo le pido, la cosa que yo busco es habitar en la casa del Señor
mientras dure mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y cuidar de su
santuario.
3. Sé quién eres: el Santo de Dios San Lucas 4,31-37
Del
texto evangélico no quiero nada con el Diablo, a no ser su alabanza sobre
Cristo. Quiero compartir contigo un texto bellísimo de R. Cantalamesa que a mí
me ha hecho mucho bien y que tomo de un libro que lleva por título justamente
esta expresión: EL SANTO DE DIOS.
Recuerdo aún cómo me ocurrió por primera vez el "descubrimiento"
de la santidad de Cristo. Observando mis actos y mis pensamientos, veía con
claridad cómo no había ni siquiera uno del que pudiera decirse que era
totalmente puro y no contaminado de algún modo por mi "yo" de pecado.
Esta situación me impulsaba a buscar con el pensamiento alguna
salida, como cuando san Pablo gritaba: "¿Quién me librará de este cuerpo
mortal?" (Rom 7, 24). Fue entonces cuando descubrí a Jesús "sin
pecado" y comprendí por primera vez la importancia desmesurada que tiene
en la Biblia este inciso "absque peccato". Esta visión me infundía en
el alma una gran paz y confianza, como el náufrago que ha encontrado algo a lo
que agarrarse. El pecado -me repetía- no es, por tanto, omnipresente; y si no
es omnipresente, ¡no es tampoco omnipotente! Ha habido -y aún lo hay- un punto
en el universo donde ha comenzado su retirada imparable, que concluirá con su
definitiva eliminación..."Por tanto, si el Hijo os libera, seréis de veras
libres" (Jn 8, 34-36) Comprendí que Jesús no habla aquí de cualquier
libertad o de la libertad en general, sino de la libertad del pecado: si el
Hijo os libera del pecado, seréis de veras libres. Un día también nosotros
estaremos libres del pecado, es decir, libres "de veras", con una
libertad que ahora no podemos siquiera imaginar. Comentando el texto de 2 Cor
3, 17 ("Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad") san
Agustín revela el secreto de la verdadera libertad: "Donde está el
Espíritu del Señor -dice- ya no se está seducido por el placer de pecar, y esto
es libertad; donde no está este Espíritu se está seducido por el placer de
pecar, y esto es esclavitud"...Todo esto encierra la proclamación de
Cristo hombre nuevo. Pero, más aún que a proclamar al mundo el hombre nuevo, nosotros
-decía- estamos llamados a "revestirnos de él" y a vivirlo:
"Debéis despojaros de vuestra vida pasada, del hombre viejo, corrompido
por las concupiscencias engañosas, renovaos en vuestro espíritu y en vuestra
mente y revestíos del hombre nuevo, creado según Dios, en justicia y santidad
verdadera" (Ef. 4. 22-24)
R.
Cantalamesa Jesucristo, el Santo de Dios Ediciones Paulinas Madrid 1990,
pp.50-51
Que
María, la In-maculada, la sin-pecado, la llena de gracia sea contigo y
convierta tu vida en un Magníficat, hágase-estar.