El
evangelio de este día nos cuestiona muy seriamente, sobre el lugar que ocupa el prójimo en nuestra vida cristiana. Fácilmente
nos quedamos con una apreciación de los demás demasiado humana y poco divina...
Jesús hoy nos lo recuerda en nuestro rato de oración, y nos lo concreta de un
modo admirable:
"Yo
en cambio os digo:
1.
Amad a vuestros enemigos.
2.
Rezad por los que os persiguen.
Es
más, Jesucristo intenta darnos razones del porque nos habla así:
1.
El Padre de los cielos... ¿no hace salir el sol sobre buenos y malos...?
2.
¿No manda Dios la lluvia sobre justo e injustos...?"
Luego si Dios nuestro Padre se comporta así con todos nosotros, sin
distinción, ni categorías.., ¿cómo
vamos a actuar nosotros, de una forma diferente a como actúa El, si somos sus
hijos y todos los hombres nuestros hermanos...?
¡La
lección que se nos está dando, es magistral, transcendente y definitiva! ¡No
habrá nadie en este mundo que pueda superarla…! Tan solo nos queda intentar
vivirla con la mayor puridad posible, sobre todo cuando comienzan las dificultades,
que las habrá.., pues se nos pide la misma perfección de nuestro
Padre que está en los cielos: "Sed perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto..."
Yo
no sé lo que vosotros sentiréis al meditar este evangelio..., pero
para mí, os lo aseguro, es todo un reto personal... Van pasando los años y los
intentos por vivirlo no cesan, pero las realidades que cosecho suelen ser
pobres y limitadas... Estoy totalmente de acuerdo de que hemos nacido para amar
y para ser amados…, pero la realidad cotidiana es que nos amamos más que
amamos.
Por
eso es necesario recurrir a la súplica humilde y confiada a nuestro Padre
Celestial: Señor mío y Dios mío, tú que nos mandaste ser perfectos en
la relación con nuestros prójimos, concédenos la gracia de serlo con tu ayuda y
socorro. No nos abandones ante nuestras pobres y limitadas fuerzas, no te
conformes con nuestros buenos deseos, concédenos las gracias necesarias para
que nuestra vida sea un fiel reflejo de la tuya....
Y
entonces, sí conseguimos ser capaces de amar a nuestros enemigos, y de rezar
por los que nos persiguen, de la forma en que Jesucristo lo pide lo
hizo...Nos daremos cuenta de que no somos nosotros, sino que es El en
nosotros y nosotros en El, quienes lo vivimos...
Dios
nunca pide lo que no podemos dar.., luego podremos darlo, si nosotros
se lo pedimos con humildad y confianza...
¡No
amemos solo a los que nos aman...! ¡No saludemos solo a nuestros hermanos...!
Pues entonces, ¿qué mérito tendríamos...? ¿qué estaríamos haciendo
de extraordinario...?"
Hoy
y siempre, el Evangelio cuestiona nuestra vida. Yo espero salir de la oración de este día no solo convencido..., sino
también decidido..., a correr el riesgo de amar al prójimo como Jesucristo lo
ama... ¿Hasta dar la vida? Ojalá que así sea...