19 junio 2014. Jueves de la XI semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

En estos días que tanto se oye hablar de la crisis, de la recuperación económica o no, de la subida o bajada del IVA, el IRPF, los intereses de la deuda, etc., etc., uno acaba saturado de tanta información económica y echa en falta otro tipo de intereses.
Hay quien ha dicho que la actual crisis es una crisis de valores más que una crisis económica y que esta quizás sea consecuencia de la primera. Y es que parece que todo nuestro interés y nuestra meta se reduce a la coreada sociedad del bienestar. Según el diccionario de la RAE, bienestar se refiere al “conjunto de las cosas necesarias para vivir bien”. Probablemente radique ahí parte del problema, en el conjunto de cosas que hemos asumido como necesarias e imprescindibles para poder vivir bien. Nos parece imposible no estar conectados con el grupo de amigos con un Ipod de última generación, o pasar un poco de calor porque no tengo aire acondicionado, o dejar de salir de copas a una terracita de verano porque no tengo dinero. El Papa Francisco nos dice en Evangelii Gaudimum:
“La tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría. Esto suele suceder porque «la sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría”
En la segunda acepción de la RAE, bienestar es “Vida holgada o abastecida de cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad”. Aquí también se entiende un bienestar centrado en uno mismo, en los propios intereses, y este no es el concepto cristiano de bienestar.
De nuevo citamos al Papa Francisco en Evangelii Gaudimum:
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente.”
Como nos dice el Papa, los cristianos no estamos libres de caer en esta filosofía de vida egocéntrica, dado el bombardeo mediático al que también nosotros estamos sometidos. La propuesta de solución nos la da también el Papa:
“La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás”.

Este debe ser para un cristiano su concepto de sociedad del bienestar, una vida que se realiza y se hace plena en la medida en que se entrega a los demás. Así debió de hacerlo la Virgen en la Visitación.

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