En estos días que tanto
se oye hablar de la crisis, de la recuperación económica o no, de la subida o
bajada del IVA, el IRPF, los intereses de la deuda, etc., etc., uno acaba saturado
de tanta información económica y echa en falta otro tipo de intereses.
Hay quien ha dicho que
la actual crisis es una crisis de valores más que una crisis económica y que
esta quizás sea consecuencia de la primera. Y es que parece que todo nuestro
interés y nuestra meta se reduce a la coreada sociedad del bienestar. Según el
diccionario de la RAE, bienestar se refiere al “conjunto de las cosas
necesarias para vivir bien”. Probablemente radique ahí parte del problema, en
el conjunto de cosas que hemos asumido como necesarias e imprescindibles para
poder vivir bien. Nos parece imposible no estar conectados con el grupo de
amigos con un Ipod de última generación, o pasar un poco de calor porque no
tengo aire acondicionado, o dejar de salir de copas a una terracita de verano
porque no tengo dinero. El Papa Francisco nos dice en Evangelii Gaudimum:
“La tentación aparece frecuentemente
bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables
condiciones para que sea posible la alegría. Esto suele suceder porque «la
sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra
muy difícil engendrar la alegría”
En la segunda acepción
de la RAE, bienestar es “Vida holgada o abastecida de
cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad”. Aquí también se entiende un
bienestar centrado en uno mismo, en los propios intereses, y este no es el
concepto cristiano de bienestar.
De nuevo citamos al Papa Francisco en
Evangelii Gaudimum:
“El gran riesgo del mundo actual, con su
múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que
brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres
superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en
los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los
pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su
amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también
corren ese riesgo, cierto y permanente.”
Como nos dice el Papa, los cristianos no
estamos libres de caer en esta filosofía de vida egocéntrica, dado el bombardeo
mediático al que también nosotros estamos sometidos. La propuesta de solución
nos la da también el Papa:
“La propuesta es vivir en un nivel
superior, pero no con menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se
debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de
la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión
de comunicar vida a los demás”.
Este debe ser para un cristiano su
concepto de sociedad del bienestar, una vida que se realiza y se hace plena en
la medida en que se entrega a los demás. Así debió de hacerlo la Virgen en la
Visitación.