4 junio 2014. Miércoles de la séptima semana de Pascua – Puntos de oración

Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.

12 Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura.

13 Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada.

14 Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo.

15 No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno.

16 Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo.

17 Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad.

18 Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo.

19 Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.

Podemos imaginarnos que estamos en el corredor de la muerte, en la celda de un amigo íntimo al que le van a matar en la mañana siguiente. Está en un triste país donde existe la pena de muerte con tortura y le condenan a muerte por ser cristiano. Se podría salvar renegando de su fe o de alguna otra mala forma, pero no quiere. En su última cena nos han dejado pasar a varios de sus amigos para que estemos con él. Curiosamente está tranquilo y con paz y más se preocupa de mí que de él mismo. Esa es la última cena del SEÑOR. Habla con su Padre y le pide algo así como “por lo que más quieras, por ti mismo, por tu nombre, cuida a Vicente”.

Sentado frente a Él, un poco intranquilo, le oigo. ¿Tendrá eficacia su oración? Es como el último deseo que un condenado expresa a su Padre y es un deseo que puede cumplir su Padre. Tranquilidad, esperanza en el buen desenlace de todo. Él me cuida y llegaré al abrazo final. Es cierto que hay algún problema: mi libertad y por tanto mi maldad (pecado original) puede jugarme una mala pasada. Está claro que a poco que lo intente, gana la oración de Jesús.

Ahora falta decirle que necesitamos su ayuda. En otros momentos nos prometió el apoyo del Espíritu Santo, pero tengo que colaborar. No me llega totalmente por si. Tengo que apoyar un poco. ¡QUIERO SEÑOR, QUIERO! Pero ayuda a mi incredulidad. Santa María, ayúdame.

Puedes caminar por las alturas de esta esperanza, aunque vislumbres alguna que otra grieta en el terreno, pero gana lo positivo. Si te apoyas en María, ella te lleva a Jesús y este al Padre.

Pero no seas tímido ni apocado. Si te ha invitado a esta última noche a que cenes con él y aún a que cenes de su cuerpo, es que te quiere mucho, acércate a él, le abrazas, te echas en su hombro,… ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío! ¿A Él le gustará esto? Ten en cuenta que está fuera del tiempo y cuanto tu le hagas ahora, lo siente (lo sintió) en esta su cena final.

“Como Tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo”. Estoy en el mundo como representante de Jesús, o mejor como enviado de Él. Cuando voy a mi puesto de trabajo, por ejemplo de guardia de la circulación situado en un cruce, estoy ahí enviado por Él. ¿Cómo realizaré mi trabajo? Lo hago por su mandato, no solo porque me da plata, o mejor Él también quiere que gane la plata. Luego, al atardecer, concluyo mi trabajo, estoy fuera de servicio, ¿qué hará un enviado de Jesús fuera de sus horas de envío en la profesión? ¿Me atreveré a decir o hacer algo de enviado para los demás, para el mundo?

¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío!

¡Dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

¡VEN ESPÍRITU SANTO, SIN TÍ NI PODEMOS NI DESEAR NADA BUENO!

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