Damos comienzo a nuestra oración desde la súplica humilde: ¡Padre, en el nombre de Jesús, danos tu Espíritu! Le pedimos a la Virgen que nos acoja en su Corazón de Madre para orar, escuchando la Palabra de Dios y guardándola en nuestro corazón para que dé fruto en este día.
Hoy celebramos el nacimiento de Juan el Bautista, el precursor del Mesías, que le preparó el camino con su mismo nacimiento, su vida y predicación y su mismo martirio. En nuestra campaña de la Visitación, esta fiesta es un hito relevante, porque Juan Bautista fue santificado en el seno de su madre santa Isabel cuando fue visitada por María que llevaba ya en su seno a Jesús. Por eso se la aplican las palabras de la primera lectura: “Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre”. En su comentario a este día, el P. Tomás Morales presenta a san Juan Bautista como el espejo en el que se tiene que mirar todo aquél que se pone en manos de la Virgen para dejarse modelar por Ella. Así, la Virgen, en esos tres meses que permaneció en la montaña de Judea, hizo que el alma del futuro precursor de su Hijo, se preparara para su misión, contagiándole tres grandes virtudes: humildad, pureza y fortaleza:
– El Bautista cumplió su misión con humildad, dejando paso a Jesús y desapareciendo después. Sabía que él no era el Mesías, sino la voz que grita en el desierto. Hemos escuchado en la segunda lectura que decía: "Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias”. Y cuando llegue dirá: “es preciso que Él crezca y que yo mengüe”. Le pedimos a la Virgen: “Enséñanos la humildad, para que nos pongamos a nosotros mismos en el centro, sino que dejemos que Jesús sea el centro de nuestra vida. Que al cumplir nuestro deber hoy no busquemos más que la gloria de Dios y no la nuestra”.
– Juan se retiró al desierto y vivió austeramente; su corazón era virginal, totalmente entregado a su misión. La Virgen modeló en él un corazón en olvido total de sí mismo, lleno de celo por la llegada del Reino de Dios. Le pedimos con confianza: “Danos un corazón como el tuyo, María, alcánzanos la virtud de la pureza en este verano para que nos parezcamos a esos neveros de alta montaña que en el calor del estío permanecen y no cesan de manar agua; danos un corazón limpio para ser cauces de vida divina para las almas”.
– Para cumplir su misión, Juan Bautista recibió por medio de María una gran fortaleza: para predicar en medio del desierto un bautismo de conversión sin desanimarse, para denunciar a Herodes su adulterio y acabar sus días encarcelado y finalmente, degollado. Ella, que permaneció al pie de la cruz, contagia fortaleza a los que se abandonan en sus manos para acoger la voluntad de Dios y ser fieles hasta el final. A Ella le pedimos con esperanza: “Tú que eres fuerte como la Torre de David alcánzanos fortaleza para cumplir hoy nuestra misión, para tomar nuestra cruz y seguir a Jesús”.
Al concluir nuestra oración pedimos a san Juan Bautista que seamos hoy como él humildes, puros y fuertes, para vivir la Campaña de la Visitación preparando los caminos para que Jesús llegue a las almas.