13 noviembre 2014. Jueves de la XXXII semana de Tiempo ordinario – Puntos de oración

Hoy, las lecturas nos presentan; la apelación de S. Pablo al amor y la afirmación del Señor Jesús de que va a padecer mucho. Sería una misma moneda con dos caras. Pues el amor sin “la obra” del dolor queda sin su sello de autenticidad. Pidamos a Santa María ser compañera en nuestra oración de hoy

“Apelando al amor”.

La brevísima carta a Filemón es una pequeña joya entre los escritos paulinos. Pablo, prisionero y anciano, abre su corazón para interceder por un esclavo fugitivo que se ha convertido a la fe, por su medio. También su dueño es creyente y Pablo, apelando al amor, le ruega para que, subvertidas las relaciones humanas y la lógica de la mera justicia, actúe movido por la caridad cristiana.

En definitiva, se apunta aquí el quid de la cuestión: si la fe no transforma la vida, es una fe que no sirve de nada.

Con tres palabras define el Papa el camino que todo creyente debe recorrer:

1) Encontrados: la vocación cristiana es iniciativa divina, nosotros sólo nos adherimos a ella; sin embargo debemos hacerlo con todo nuestro ser.

2) Alcanzados: en la vía del amor caminamos en una vida nueva. Si no ponemos condiciones a Cristo, nuestra vida se transforma, somos alcanzados por la gracia vivificante que hace de nosotros criaturas nuevas.

3) Transformados: “cuanto más te unes a Jesús y Él se convierte en el centro de tu vida, tanto más te hace Él salir de ti mismo, te descentra y te abre a los demás” (Papa Francisco, La vocación de ser catequista).

“Primero tiene que padecer mucho”.

Nos encontramos de nuevo en este pasaje del Evangelio con la incomprensión del mensaje de Jesús por parte de los fariseos. No entendían que el Reino de Dios ya estaba presente en la persona de Jesús. Si el Reino hubiese estado en su interior, “dentro de vosotros”, la justicia, la paz y la alegría habrían sido la norma de vida de los oyentes de Jesús.

Jesús se dirige también a los discípulos para prepararlos y que puedan resistir pacientemente el sufrimiento, y así, una vez probados, puedan entrar en el Reino. Tampoco los discípulos entendieron el porqué de la Pasión del Hijo. No entraba en sus esquemas ni en su visión del Mesías. Será a través de la luz de la Pascua cuando los discípulos estén capacitados para comprender que “era necesario que el Mesías padeciera para entrar en su gloria”.

Nosotros, como discípulos del Señor, debemos aprender la extraña lógica: “perder la vida para salvarla consiste en vencer la tentación de mirar hacia atrás” (S. Cirilo de Alejandría). Todo esto nos hace comprender que el Reino no viene ni está en los acontecimientos importantes, espectaculares, deslumbrantes. El Reino se manifiesta en el pequeño sufrimiento de la vida cotidiana acogido con sencillez y alegría, con la humildad de saber que el camino más seguro de la gloria es la cruz.

Cuando entramos en el santuario del corazón de María, en la nave lateral izquierda, impresiona la talla de una piedad. Es María, fundida en el dolor con su Hijo, ofreciéndolo-ofreciéndose por la humanidad. Puede ayudarnos esta imagen, del amor hecho sufrimiento en la Virgen, para concretar el mensaje de hoy.

P.D. Adjunto copia de la talla.

eli

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