* Primera lectura: Hoy leemos el final de la carta a los Filipenses. Antes de despedirse de
ellos, Pablo quiere agradecerles la ayuda económica que le han enviado. Les
dice, con ello, lo contento que está porque ve que se acuerdan de él. Además,
subraya la oportunidad, ya que, por lo que parece, lo que le han enviado le ha
ayudado a hacer frente a alguna grave dificultad (v 14), que de esta forma se
habría resuelto satisfactoriamente. De ahí la delicadeza con que bendice la
ofrenda: «incienso perfumado, un sacrificio aceptable que agrada a Dios» (18).
Por más que creyese tener derecho a
ello, Pablo más bien se resistía a solicitar ayuda para vivir, prefiriendo
remediar sus necesidades con el propio trabajo. Por las razones personales que
fuesen, hizo una excepción con los filipenses, habiendo aceptado de ellos con
anterioridad al menos dos remesas de dinero (15s).
De cualquier forma, Pablo quiere también
ahora dejar bien claro que él no busca su dinero. En este sentido no tiene
necesidad de ellos, pues ha aprendido a arreglarse con lo que tiene, tanto si
le sobra como si le falta (11 s). Sólo él sabe a qué precio le costó mantener,
de hecho, la fidelidad a este principio. Hasta ahora ha salido a flote
de todas las dificultades. Es precisamente eso, sin que sea preciso buscar
profundidades teológicas, lo que indica al explayarse: "Todo lo puedo en
aquel que me conforta" (13). Está seguro de que en este momento
también se habría arreglado. Serían los filipenses los que no se habrían
aprovechado. Por eso acepta la ayuda (17). Dios les recompensará como sólo él
sabe y puede.
* Salmo: El santo temor a nuestro Dios y Padre en lugar de llevarnos a vivir con
miedos en su presencia nos debe llevar a vivir siendo fieles a sus enseñanzas,
especialmente cuando nos pide amarlo a Él, siendo capaces de no poner por
encima cualquier otro amor, y amar a nuestro prójimo como nosotros hemos sido
amados por Dios. Esta fidelidad hará que nuestros descendientes se afiancen
como estirpe elegida por Dios, y que nosotros mismos nos sintamos protegidos
por nuestro Dios y Padre, el cual nos llevará sanos y salvos a su Reino
Celestial. Pedimos al Señor que nos dé la fortaleza necesaria para que
le vivamos fieles, con un corazón siempre dispuesto a escuchar su Palabra y a
ponerla en práctica.
* Evangelio: Recordamos cómo también, en otros pasajes del evangelio Jesús nos pone en
guardia contra la riqueza, como si fuera un obstáculo absoluto para la vida
cristiana.
Aquí encontraremos el mismo punto de
vista pero con indicaciones muy positivas sobre el uso del dinero: para Jesús
el dinero no es "algo importante". Lo importante, para Jesús, es la
"vida eterna", son los bienes divinos, las cosas espirituales.
Partiendo de esa constatación, Jesús nos
aconseja aquí ser un buen gerente, un buen "administrador" "de
ese algo sin importancia" que es lo temporal a fin de ser también dignos
de administrar asuntos de mayor importancia, de orden espiritual. Lejos de ser
un consejo de tapujos y despilfarro esta primera palabra de Jesús nos invita a
administrar bien los bienes de la tierra.
Para Jesús, el dinero es un bien
"extraño", externo. -”Si no habéis sido de fiar con el dinero injusto
¿quién os va a confiar lo que "vale de veras"? Y si no habéis sido de
fiar en los "bienes ajenos", lo vuestro, ¿quién os lo dará?
Otra nota que indica Jesús: el dinero no
es el "verdadero bien", -lo que vale de veras- del hombre, lo que
hace que un hombre sea un hombre. La riqueza material no hace que un hombre sea
bueno, ni inteligente, ni dichoso, ni humanamente grande. El verdadero valor está
en otra parte.
Lo que cuenta, no es "el
Tener", sino "el Ser"...Se puede "Tener" mucho y ser
un infeliz, malo, desgraciado. Pero, tampoco Jesús deduce una condenación
radical de esa constatación. Por el contrario, nos dice que "administrar
ese bien "extraño" al hombre, puede ser un buen aprendizaje para
llegar a ser capaz de "administrar nuestro verdadero bien".
Los bienes materiales, más que motivo de
avidez desmesurada, más que acumulación desmedida, deben ayudarnos a lograr
la salvación porque, sin esclavizarnos a ellos, nos preocupemos de socorrer con
ellos a los necesitados, a imagen de Cristo que, sin retener
para sí su dignidad de Hijo de Dios nos tomó en serio, y no sólo nos contempló
desde su trono de gloria, sino que se hizo uno de nosotros para
enriquecernos con su pobreza. Ese es el mismo camino de fe y de amor
que hemos de seguir quienes creemos en Él.
Dios es nuestra recompensa. En Él recibimos más de lo que merecemos o deseamos. Él nos reúne en la
Eucaristía para entregársenos en alimento de Vida eterna. Nuestra decisión debe
ser buscar y amar las riquezas verdaderas, de tal forma que de verdad hagamos
nuestra la vida de Dios y la busquemos con empeño. Dios nos ganó para
así despojándose de su misma vida, de tal forma que nos enriqueció con su
pobreza.
ORACIÓN FINAL
Porque te has complacido, Señor, en la
humildad de tu sierva, la Virgen María, has querido elevarla a la dignidad de
Madre de tu Hijo y la has coronado de gloria y esplendor; por su intercesión,
te pedimos que, a cuantos has salvado por el misterio de la redención, nos
concedas también el premio de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.