Jesús nos advierte sobre situaciones que nos entorpecen la mente; propongo reflexionar sobre la tercera: los agobios.
Hay tantísimas cosas que nos agobian, cantidad de cosas que queremos hacer que, al ponerlas por delante de la dulce voz de nuestro Padre, nos resulta imposible oír con claridad.
“Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará.” (Lc 10 38-42)
En un primer momento de la oración, puedo pensar en estas situaciones que me hacen tener prisa, en otras que me preocupan, pensar en proyectos que no se llevan a cabo o en ideas y opiniones que tengo quizás demasiado claras; intentemos ver todo esto desde la sabia mirada de Dios.
En un segundo momento, hagamos silencio pausado, en una estancia amorosa con el Señor. Habitualmente, el lenguaje que Él utiliza es el del silencio; muchas veces queremos oír una respuesta nítida en un aparente silencio, y en cambio el silencio es en sí una verdadera respuesta; un silencio que nos llena de paz y energía para seguir adelante.
María fue la gran protagonista de las tres décadas silenciosas del Salvador, y ella guardaba y “conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (Lc 2, 19)