6 noviembre 2014. Jueves de la XXXI semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Estamos acercándonos al fin del año litúrgico. Solo nos quedan dos semanas, en pleno mes de  noviembre, el mes de los Santos, nuestros amigos a los que hemos celebrado y seguimos haciendo pues de ellos  que están solícitos en el cielo por nuestra salvación, aprendemos de su  ejemplo y por eso la Iglesia siempre que puede en el Año Litúrgico nos lo va presentando como adalides.
También  recordamos a los fieles difuntos que nos precedieron en la fe y seguro  que todos tenemos alguno no muy lejano que emprendió el camino y triunfa con ellos en el cielo. Modesto, P. Ramón, Manolo, P. Eduardo y P. Tomás Morales ya llegaron a la meta entre los más cercanos y  muy entrañables.
La naturaleza también nos ayuda: el otoño, con la caída de la hoja, los colores de los capos, de los árboles y lo bien pintados que se ponen  nuestros suelos cubiertos son esas alfombras de hojas que da gusto pisar y escuchar el ruido que hacen con nuestras pisadas, nos recuerdan la fugacidad de la vida,  pensar en la muerte, la vida eterna, la comunión de los santos y la resurrección,  que son los artículos finales del Credo, como si llegáramos a su final en esa profesión que hacemos en la misa de los domingos que se hace oración.
Pero si no te recrea  tu oración estas ideas, de las lecturas podemos  sacar tres que  te pueden ayudar:
La primera de san  Pablo: “…todo lo que para mí era ganancia, lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por el que perdí todo,  y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo”. Pablo habla bien claro: se ha encontrado con Cristo-la oración es para encontrarnos con El también nosotros- y ya no puede vivir sin EL, sin conocerle más y más, amarle y vivir en El y  morir por EL. Mirarnos en el espejo de estas palabras de Pablo, es el mejor termómetro para medir nuestra vida cristiana. Nos sugiere muchas preguntas que nos podemos hacer: ¿Hasta  qué punto, le conozco, le amo, le vivo? ¿Estimo las demás cosas como cloaca, basura dispuesto a dejarlas, perderlas, con tal de ganarle a ÉL?
La segunda es del salmo: “Buscad continuamente  su rostro En otro salmo dice: “Tu rostro buscaré”. ¿Qué tiene el rostro de Jesús? Es el del Padre, el de Dios, el del amor el del cielo,  que es la nostalgia de estos días otoñales con las fiestas que estamos celebrando que nos lo   recuerdan. No l podemos buscar sin oración, no le podemos encontrar sin oración, no le podemos vivir y poseer sin oración. La  oración nos da todo lo más noble que el hombre hambrea.
La tercera del Evangelio que estamos leyendo que son una serie de pasajes en los que los fariseos le están poniendo en “aprietos” a Jesús. Aquí les responde con  dos parábolas haciéndoles reflexionar de que si a ellos les ocurre algo parecido, observen lo que hace el pastor que ha perdido la oveja o lo que hace la mujer que pierde la moneda.
Busquemos mañana en la oración, sin desfallecer el rostro de Dios, pidamos conocerle, amarle y vivirle completamente y no sentiremos los atractivos del mundo que los consideraremos como basura, con tal de tenerle a ÉL, como lo tenía María en sus brazos cuando era niño, nada temía, ni a Herodes, el destierro, la soledad, el silencio…

Que todo se reduce a “quitar, buscar y hallar como dice san Ignacio en sus ejercicios.

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