Empezamos nuestra oración, poniéndonos
en la presencia del Señor. Pedimos luz al espíritu santo que nos ilumine
y nos ayude a hacer nuestro rato de oración.
Hoy día 1 de noviembre celebramos el día
de todos los santos, un día en el que la iglesia nos invita a recordar a todos
esos ejemplos de vida cristiana que a lo largo de la historia han iluminado el
mundo en sus distintas épocas. Nos puede surgir la duda de para qué sirve
recordar la vida y ejemplo de gente que vivió hace mucho tiempo cuando el mundo
no se parecía en nada a nuestra realidad actual. Hoy en día, se ven más
calabazas que aureolas y se busca adentrarse en el miedo con disfraces,
decoración, etc. Sin embargo ante esta tendencia hacia el miedo conviene
recordar las palabras que nos dirigió el Papa Francisco, el 30 de Julio de 2016
en la JMJ de Cracovia:
“¿A dónde nos lleva el miedo? Al
encierro. Y cuando el miedo se acomoda en el encierro siempre va acompañado por
su «hermana gemela»: la parálisis, sentirnos paralizados. Sentir que en este
mundo, en nuestras ciudades, en nuestras comunidades, no hay ya espacio para
crecer, para soñar, para crear, para mirar horizontes, en definitiva para
vivir, es de los peores males que se nos puede meter en la vida, especialmente
en la juventud.”
¿De verdad queremos celebrar el miedo?
En lugar del miedo, los cristianos celebramos a todos los santos. Importante
eso de TODOS porque santos ha habido y habrá muchos y todos son igual de
importantes. TODOS llevaron al extremo el amor a Dios, cada uno a su
estilo: en conventos, en iglesias, en misiones, en universidades o incluso en
el desierto pero todo igual con un estilo de vida que rompía con el mundo. Este
estilo de vida es muy sencillo, de echo es lo que la iglesia nos propone como
evangelio para el día de hoy: “Las bienaventuranzas”. En este pasaje del
evangelio, se nos narra como Dios nos pone como ejemplo: a los pobres, a
los mansos, a los que lloran, a los que tienen hambre y sed, a los
misericordiosos, a los limpios de corazón, a los que trabajan por la paz, a los
perseguidos y a nosotros mismos cuando nos insulten y nos persigan por su
causa. Qué claro deja el evangelio el camino a seguir, simplemente es el
mundo al revés, todo lo que el mundo no valora es la esencia de la vida
cristiana, Dios es así.
Esta propuesta, es necesario tomarla con
valentía y dejando atrás las comodidades, en palabras del Papa:
“Para seguir a Jesús, hay que tener una
cuota de valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatillas
que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos
que abran nuevos horizontes, capaces de contagiar alegría, esa alegría que nace
del amor de Dios, la alegría que deja en tu corazón cada gesto, cada actitud de
misericordia”.
Todos estos caminos que el Papa nos
invita a recorrer con zapatillas, son los de la santidad. Al igual que Santa
Teresa, San Pablo, San Francisco Javier, San Juan Pablo II o cualquier otro,
nosotros tenemos un camino de santidad en el que poner en práctica las
bienaventuranzas.
Para terminar os invito a hacer vuestra
oración siguiendo estas ideas pero siempre sin olvidar a nuestra Madre la
virgen. Por último os dejo una pequeña frase a modo de jaculatoria para que
alarguéis vuestra oración a lo largo del día.
“Enciende me y déjame arder donde haga
falta, enciende me y déjame ser tu luz.”