Empezamos nuestra oración invocando al
Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego
de tu amor”.
Una vez que ya nos hemos puesto en
presencia de Dios pidiendo la asistencia del Espíritu Santo, podemos repetir al
Señor lentamente y varias veces: “Jesús en Ti confío, Jesús en Ti confío, …”.
En la oración te propongo contemplar la
antífona del Salmo responsorial de la Misa de hoy: “Tú eres mi refugio, me
rodeas de cantos de liberación”. Con sólo mirar a nuestro alrededor y
contemplar desde la fe los acontecimientos convulsos que estamos viviendo estas
últimas semanas en España, podemos adivinar que el egoísmo de algunos, en
definitiva, el pecado, se está imponiendo día a día en nuestra sociedad, lo que
al final está provocando inseguridad, desconfianza y miedo. Las decisiones
políticas injustas impulsadas por unos pocos acaban llevando a las personas a
someterse y a ver como algo normal todo lo que sucede y por consiguiente,
provocando la falta de libertad. Como cristianos debemos estar siempre abiertos
a acoger a los demás, a comprender, y a procurar reconstruir con nuestros actos
la unidad, la concordia y la comunión entre los hijos de un mismo Dios. Una
comunión que se logra desde el perdón, a ejemplo de lo que nos decía San Juan
Pablo II al comienzo del milenio: “no hay paz sin justicia y no hay justicia
sin perdón”. Dios es nuestro refugio y no debemos temer. No debemos temer
porque como dice el Evangelio de la misa de hoy: “¿No se venden cinco gorriones
por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios. Hasta los pelos de vuestra
cabeza están contados. Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre
vosotros y los gorriones”. Dios no nos abandona y aunque nos toque vivir
momentos difíciles, Él permanece junto a nosotros. Debemos dar testimonio con
nuestra alegría y positividad, siempre basada en que Dios todo lo puede y no
nos abandona, porque esa es la clave para alcanzar la unidad de todos los hijos
de Dios, aunque estén enfrentados y las posturas no sean aparentemente
irreconciliables. Que seamos instrumento de paz como San Francisco de Asís nos
ayuda con su oración tan conocida:
Señor, haz de mí un instrumento de tu
Paz
Donde haya odio, ponga yo el amor.Donde haya ofensa, ponga yo el perdón.
Donde haya odio, ponga yo el amor.Donde haya ofensa, ponga yo el perdón.
Donde haya duda, ponga yo la fe.
Oh Señor, que yo no busque tanto
Ser consolado, sino consolar,Ser comprendido, sino comprender,Ser amado, sino amar.
Ser consolado, sino consolar,Ser comprendido, sino comprender,Ser amado, sino amar.
Haz de mí un instrumento de tu paz.
Donde haya desesperación, ponga yo la
esperanza.
Donde haya tinieblas, ponga yo la luz.
Donde haya tristeza, ponga yo la
alegría.
Haz de mí un instrumento de tu paz.
Porque es perdonando como se es
perdonado,
Porque es dándose como se recibe,Porque es muriendo como se resucita a la vida eterna.
Recemos por la paz y la concordia de todos los españoles, y por la
conversión de nuestros corazones. Pedimos especialmente la intercesión de la
Virgen María nuestra Madre, para que proteja a España de la desunión.
Porque es dándose como se recibe,Porque es muriendo como se resucita a la vida eterna.