11 octubre 2017. Miércoles de la XXVII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

La Palabra de Dios nos transmite hoy la oración del Padre nuestro en el evangelio de san Lucas. Un rasgo original de este evangelio es que nos presenta el Padre nuestro como la respuesta a una súplica de los discípulos al ver a Jesús orar: “Señor, enséñanos a orar”. Al revelarnos la oración del Padre nuestro, Jesús nos está haciendo participar de su oración. Rezar el Padre nuestro es empezar a mirar con los ojos de Jesús, que ven a Dios como Padre y a los hombres como hermanos; es tener sus sentimientos de Hijo y mirar la realidad de una forma nueva, considerando lo que es verdaderamente importante: la venida del Reino, la voluntad del Padre, el pan de cada día, el perdón... Nos dice la encíclica Lumen fidei, del Papa Francisco, sobre la oración del Padre nuestro: “En ella, el cristiano aprende a compartir la misma experiencia espiritual de Cristo y comienza a ver con los ojos de Cristo”. Detengámonos en primer lugar en esta consideración y contemplando orar a Cristo, pidámosle que nos enseñe a orar, que nos dé sus ojos para ver, los sentimientos de su Corazón hacia el Padre y hacia nuestros hermanos.
Pasamos a la primera palabra de la oración del Señor: “¡Padre!”. Cuántas veces hemos oído a Abelardo la anécdota de santa Teresita, que no podía pasar de esta primera palabra del Padre nuestro, porque le llenaba la emoción y en ella se detenía, incapaz de seguir adelante. Esta palabra nos sugiere las actitudes con las que tenemos que dirigirnos a Dios: “La confianza sencilla y fiel, la seguridad humilde y alegre son las disposiciones propias del que reza el “Padre Nuestro” (Catecismo 2797). Rezar bien el Padre nuestro nos tiene que dejar una gran paz y esperanza, porque estamos en las manos del Padre de los cielos. Las preocupaciones de la vida y las pasiones que nos agitan son como las zarzas que impiden crecer la semilla de la Palabra y dar fruto en nosotros. La oración del Padre nuestro, bien rezada, es una buena forma de arrancar cizaña, quitar cardos y zarzas... ¡Somos hijos de Dios!
Otra reflexión más: Rezar el Padre nuestro nos ha de llevar a poner nuestros corazones en la misma sintonía de nuestro Padre. Estamos hechos a su imagen y semejanza: no podemos rezar esta oración sin desear parecernos a Él e imitar su bondad y misericordia. Que no nos pase lo del buen Jonás, que esperaba la destrucción de Nínive, en lugar de su conversión. ¿No nos puede pasar a veces que preferimos “la muerte del pecador”, a que se convierta y viva? Escuchemos a los Padres de la Iglesia: «No podéis llamar Padre vuestro al Dios de toda bondad si mantenéis un corazón cruel e inhumano; porque en este caso ya no tenéis en vosotros la señal de la bondad del Padre celestial» (San Juan Crisóstomo). «Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios “Padre nuestro”, de que debemos comportarnos como hijos de Dios» (San Cipriano). Revisemos cómo anda nuestro corazón de malos sentimientos hacia quien no piensa como nosotros, o nos ha ofendido...
La propuesta para la oración de hoy es dedicar cinco minutos a rezar bien el Padre nuestro. Nos lo aconseja un gran santo español, San Manuel González, obispo del sagrario abandonado:

“Hablo a cristianos, a almas que, porque oran y comulgan, no tienen razón para ser pesimistas ni para dejarse dominar por la tristeza; y a estos cristianos, hermanos míos, digo: ¿Queréis una consigna, un secreto para que ni a vosotros, ni a los que de vosotros dependan les falte en todo el año ni la paz ni el pan? ¡Rezan bien, bien, todos los días, por lo menos un Padrenuestro! Y tan bien pronunciado, tan lentamente saboreado y meditado, que echéis en rezarlo ¡cinco minutos! Haced los comentarios que queráis sobre mi proposición, pero la mantengo firme: En nombre de nuestro Señor Jesucristo hago por todo el año presente un seguro de paz y de pan a todo el que rece cada día un Padrenuestro echando en rezarlo cinco minutos. ¡El Padrenuestro de los cinco minutos! He aquí vuestra consigna de este año, almas eucarísticas…, para que la practiquéis y la propaguéis… ¡Veréis qué cosechas dan los Padrenuestros bien rezados!”

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