Todas las fiestas de la Virgen tienen una resonancia especial en nosotros, pero quizás la de este
día, Nuestra Señora del Rosario, la tiene de un modo particular.., y es que
todos tenemos experiencia de haber rezado el Rosario alguna vez en nuestra
vida, ya sea en la niñez con nuestros seres queridos, o en la edad adulta en
solitario o en comunidad…
Hoy la Iglesia quiere que volvamos nuestros ojos a nuestra Madre del Cielo, y
que la contemplemos una vez más en ese momento crucial de su vida, que fue la
Anunciación…
¿Qué nos dice a nosotros ese texto tan
conocido, tan meditado, y tantas veces propuesto por la Iglesia en su
liturgia...? Intentemos calar una vez más en el
mismo…
“¡Salve, llena de gracia!”
Llena de gracia en la concepción, llena
de gracia en el nacimiento, llena de gracia en la vida y llena de gracia en su
tránsito, y llena de gracia en la tierra y llena de gracia en el cielo…
Medianera de las gracias, canal de las misericordias…
“El Señor está contigo.”
No solo por esencia, presencia y
potencia, como en las demás criaturas, ni tan solo por gracia, como en el alma
de los justos, sino con eminencia de gracia, como en su Primogénita, su cielo,
su Madre, que le engendró en sus purísimas entrañas…
“Bendita Tú eres entre todas las
mujeres.”
A muchas mujeres el Señor las bendijo;
pero la bendición de María es universal, sobre excelente, que se contrapone a
la maldición de Eva y la torna en bendición, ya que por María bendice a todas
las generaciones…
Hasta aquí, el saludo del ángel, y
“María se turba, medita y pondera, al escuchar el celestial mensaje, que
significa este saludo.”
María se turba, porque es purísima, ante
la apariencia de varón… María se turba, porque es humildísima, ante la magnitud
de la alabanza… María se turba, porque es prudentísima, ante la incertidumbre
de la embajada…
El ángel sosiega su alma y le dice: “No
temas, María, que has encontrado gracia delante de Dios. He aquí que concebirás
en tu seno y darás a luz un Hijo que le llamarás Jesús, será gran e Hijo del
Altísimo, y le sentará el Señor en el trono de David, su padre, y reinará en la
casa de Jacob eternamente…”
Oigamos ahora las palabras de
María: «¿Cómo
será esto, puesto que no conozco varón?»
¡Y es que en
ella se hará posible lo imposible...!
¡Seguirá siendo
virgen y al mismo tiempo llegará a ser madre...!
¡Virginidad y
maternidad estrechamente unidas para la santificación y la salvación del
mundo….!
¡Oh virginidad
fecunda...! ¡Oh maternidad virginal y Divina...!
¡Y todo esto
será posible porque el Espíritu Santo vendrá sobre ella, y el poder del
Altísimo la cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será
llamado Hijo de Dios…!
Y entonces…, ya
solo nos queda escuchar esas benditas palabras que sellan nuestra salvación:
“¡He aquí la esclava del Señor.., hágase en mí según tu palabra..!”
Y a nosotros nos
brota del corazón un ¡Gracias Madre...! Que llega hasta
el Cielo… Sí..., ¡Gracias Madre…! Y así terminamos nuestra
oración de hoy con un acto de agradecimiento, tanto más sublime..., como
cierto… Que así sea...