En la reunión con el consejo de
evangelización el Papa ha indicado que “Conocer a Dios, como todos sabemos, no
es ante todo un ejercicio teórico de la razón humana, sino un deseo inestimable
encarnado en el corazón de cada persona”.
Hacer oración es para conocer a Dios,
amarle y servirle, Nos invita la petición de San Ignacio cuando empezamos sobre
todo cuando comienza la vida Pública.
Ya tenemos tres puntos para a
oración de mañana:
Primero conocerle: estamos empeñados en
conocerle porque es el motor de arranque para que se cumplan los demás. Si
queremos ir a un lugar, necesitamos saber cuál es, dónde está, que medios puedo
utilizar para llegar. Si queremos estudiar nos preguntamos lo mismo
qué estudiar, por qué, para qué, cómo, dónde y cuándo y así
en todas las acciones de nuestra vida necesitamos organizarnos. También
en la oración y en el conocimiento de Dios, tenemos que hacernos estas
preguntas y darnos respuestas lo más acertadas posible. Ahora para conocer al
Señor, tenemos entre otras, la oración en la que tratamos con el Señor y
en ese trato nos damos cuenta de quién es Él y quién soy yo y nos ayudamos
sobre todo de la Sagrada Escritura donde se nos ha revelado y de los
santos que más le han tratado hasta llegar a estar enamorados. ¡Qué
importante es esto! Al final pondré un ejemplo.
El salmo “Instrúyeme, Señor en tus
decretos” es como si le decimos: enséñame, quiero conocerte, conocer tu
bondad, prudencia sabiduría porque en Ti todo me
supera, tú haces el bien, yo el mal que no quiero como dice san
Pablo en la primera lectura. Quiero conocerte, si me das la fe y la gracia,
como dice san Ignacio, eso me basta para conocerte y vendrá todo lo demás.
Hasta dónde ha llegado este conocimiento en los santos que les vemos enamorados
de Dios. Me contaban cómo un chico intentaba acercarse a una chica que le
gustaba y al no hacerle caso, las extravagancias que hacía hasta perder el
juicio por la bebida. Cuando se empieza a conocer a Jesús se hacen otro tipo de
“locuras” a lo divino que nos sorprenden en los santos. Nadie se lanza a una
meta sino conoce bien qué se trata. Seguir a Jesús es una meta muy bella para
no prepararse bien y conocer su alcance. Se correrán riesgos, aventuras, pero
es tan grande el premio que merece la pena apostar por ella. Apostemos en
nuestra oración de mañana, pidiéndole, conocimiento interno, que nos instruya
en el camino, nos guíe.
Pues el mismo Jesús en el Evangelio nos
llama la atención que si sabemos interpretar los signos de la naturaleza, ¿cómo
no sabemos interpretar los del cielo?
Segundo amarle: Al conocerle,
descubrimos el Gran Amor con que nos amó, nos ama y amará. La forma de
mostrarnos su amor a través de sus enseñanzas como la del Evangelio de hoy. Al
descubrirnos el camino para conocerle, invita a amarle. Por eso en
la oración de la Colecta al dirigirnos al Padre: “que por el gran amor
que nos amaste, nos has dado con inefable bondad a tu Unigénito, haz que, en
perfecta unión con él, te ofrezcamos un homenaje digno de ti” Y esto se lo
pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Solo por Jesús podemos elevar
nuestra súplica al Padre, así hacemos lo que él nos diga como lo dijo en
Caná, María.
Tercero servirle: Es el homenaje mejor
que podemos rendirle que nos dice la Colecta. Y como san Ignacio en la
Contemplación para Alcanzar Amor, en todo amar y servir, pondremos más
empeño en las obras.
A continuación copio la Oración del Alma
Enamorada de san Juan de la Cruz, donde podemos atisbar hasta qué altura
el alma puede estar enamorada de su Señor y Creador:
“¡Señor Dios amado mío! Si todavía te
acuerdas de mis pecados, para no hacer lo que te estoy pidiendo, haz en ellos,
Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y
misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis obras para
por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú
quisieras aceptar, y hágase…
¿Quién se podrá librar de los modos y
términos bajos si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío? ¿Cómo se
levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no le levantas tú,
Señor con la mano que le hiciste? No me quitarás, Dios mío lo que una vez me
diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso
me holgaré que no te tardarás si yo espero.
¿Con qué dilaciones esperas, pues desde
luego puedes amar a Dios en tu corazón? Míos son los cielos y mía es la tierra;
mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son
míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para
mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues qué pides y buscas alma mía? Tuyo
es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos, ni repares
en meajas que se caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate en tu
gloria, escóndete en ella y goza y alcanzarás las peticiones de tu corazón”.