27 octubre 2017. Viernes de la XXIX semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

En la reunión con el consejo de evangelización el Papa ha indicado que “Conocer a Dios, como todos sabemos, no es ante todo un ejercicio teórico de la razón humana, sino un deseo inestimable encarnado en el corazón de cada persona”.
Hacer oración es para conocer a Dios, amarle y servirle, Nos invita la petición de San Ignacio cuando empezamos sobre todo cuando comienza la vida Pública.
Ya tenemos  tres puntos para a oración de mañana:
Primero conocerle: estamos empeñados en conocerle porque es el motor de arranque para que se cumplan los demás. Si queremos ir a un lugar, necesitamos saber cuál es, dónde está, que medios puedo utilizar para llegar. Si queremos estudiar  nos preguntamos lo mismo qué  estudiar, por qué,  para qué,  cómo, dónde y cuándo y así en todas las  acciones de nuestra vida necesitamos organizarnos. También en la oración y en el conocimiento de  Dios, tenemos que hacernos estas preguntas y darnos respuestas lo más acertadas posible. Ahora para conocer al Señor, tenemos entre otras,  la oración en la que tratamos con el Señor y en ese trato nos damos cuenta de quién es Él y quién soy yo y nos ayudamos sobre todo de la  Sagrada Escritura donde se nos ha revelado y de los santos que más le han tratado hasta llegar a estar enamorados.  ¡Qué importante es esto! Al final pondré un ejemplo.
El salmo “Instrúyeme, Señor en tus decretos” es como si le decimos: enséñame, quiero conocerte, conocer tu  bondad,  prudencia  sabiduría  porque en  Ti todo  me supera, tú  haces el bien,  yo el mal que no quiero como dice san Pablo en la primera lectura. Quiero conocerte, si me das la fe y la gracia, como dice san Ignacio, eso me basta para conocerte y vendrá todo lo demás. Hasta dónde ha llegado este conocimiento en los santos que les vemos enamorados de  Dios. Me contaban cómo un chico intentaba acercarse a una chica que le gustaba y al no hacerle caso, las extravagancias que hacía hasta perder el juicio por la bebida. Cuando se empieza a conocer a Jesús se hacen otro tipo de “locuras” a lo divino que nos sorprenden en los santos. Nadie se lanza a una meta sino conoce bien qué se trata. Seguir a Jesús es una meta muy bella para no prepararse bien y conocer su alcance. Se correrán riesgos, aventuras, pero es tan grande el premio que merece la pena apostar por ella. Apostemos en nuestra oración de mañana, pidiéndole, conocimiento interno, que nos instruya en el camino, nos guíe.
Pues el mismo Jesús en el Evangelio nos llama la atención que si sabemos interpretar los signos de la naturaleza, ¿cómo no sabemos interpretar los del cielo?
Segundo amarle: Al conocerle, descubrimos el Gran Amor con que nos amó, nos ama y amará. La forma de mostrarnos su amor a través de sus enseñanzas como la del Evangelio de hoy. Al descubrirnos  el camino para conocerle, invita a amarle. Por eso  en la oración de la Colecta al dirigirnos al Padre: “que por el gran  amor que nos amaste, nos has dado con inefable bondad a tu Unigénito, haz que, en perfecta unión con él, te ofrezcamos un homenaje digno de ti” Y esto se lo pedimos  por Jesucristo, nuestro Señor. Solo por Jesús podemos elevar nuestra súplica al Padre, así hacemos lo que él nos diga como lo dijo en  Caná, María.
Tercero servirle: Es el homenaje mejor que podemos rendirle que nos dice la Colecta. Y  como san Ignacio en la Contemplación para Alcanzar Amor, en todo amar y servir, pondremos  más empeño en las obras.
A continuación copio la Oración del Alma Enamorada de san  Juan de la Cruz, donde podemos atisbar hasta qué altura el alma puede estar enamorada de su Señor y Creador:
“¡Señor Dios amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados, para no hacer lo que te estoy pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieras aceptar, y hágase…
¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío? ¿Cómo se levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no le levantas tú, Señor con la mano que le hiciste? No me quitarás, Dios mío lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero.

¿Con qué dilaciones esperas, pues desde luego puedes amar a Dios en tu corazón? Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues qué pides y buscas alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos,  ni repares en  meajas que se caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza y alcanzarás las peticiones de tu corazón”.

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