30 octubre 2017. Lunes de la XXX semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Acudimos con gozo al encuentro con el Señor. Cuando tenemos una cita, sobre todo si está marcada por la amistad o el afecto, nuestro espíritu se alegra, nos arreglamos y acudimos con alegría al encuentro de la otra persona. Así debe ser nuestra disposición para este encuentro diario con el Señor.
Él te está esperando. Sale cada mañana a ver tu retorno desde lejos, como el padre de la parábola. Cuando estemos en su presencia, le pediremos: Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en tu servicio y alabanza. Quizás el abrazo que sentiremos cortarán nuestro discurso por la mitad, y ya estará dicho todo. Sobrarán las palabras y solamente quedará el afecto y un corazón conmovido y agradecido. Pero si el corazón se resiste podemos meditar la escena del evangelio de hoy.
Una escena que confirma la profecía del salmo: "Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada. Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece. Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte".
Sí, Jesús encarna estas palabras del salmo 67: Nuestro Dios es un Dios que salva. Así lo experimentó aquella mujer que acudió a Él y que fue liberada de su carga. No sabemos si se acercó a Jesús buscando ser curada o simplemente estaba en la sinagoga cuando Jesús enseñaba. Lo importante es que Jesús la miró y la liberó de su carga. Eso es lo que me pasa cada día cuando me acerco a la oración, a la Eucaristía o al sacramento de la Reconciliación. Jesús me mira con amor y me libera de la carga de mis pecados.

Terminar nuestra oración dando gracias. Quizás la oración que mejor expresa es la que nos ha dejado la Virgen en el Magníficat: "su misericordia llega a sus fieles de generación en generación".

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