Hoy celebramos a San Francisco de Asís,
uno de los santos más populares de la historia, venerado entre creyentes y no
creyentes, quien se desposó con la hermana pobreza y la hizo compañera
inseparable de su vida. Y justamente el evangelio de hoy parece describir muy
bien su estilo de vida: “Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido,
pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. La radicalidad
del evangelio parece que se hace más patente en este texto y en los
precedentes. A otro le dijo: «Sígueme.» Él respondió: «Déjame primero
ir a enterrar a mi padre.» Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus
muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios. En un mundo dominado por el
materialismo no se entienden entregas de este tipo. Si no fuera por el
testimonio de los santos, personas de carne y hueso como nosotros pero que han
hecho vida las exigencias del Maestro, pensaríamos que la santidad estuviese
muy lejos de nuestro alcance.
Son muy elocuentes las palabras que San
Juan Pablo II pronunció sobre San Francisco en su homilía del 4 de octubre de
1988, un día como hoy, aquí un fragmento:
“Francisco conoció verdaderamente el
misterio de Cristo. Iluminado por la fe entendió que, en el centro de ese
misterio, estaban la pasión, muerte y resurrección del Verbo encarnado. Lo
entendió y de ahí sacó las consecuencias, con audaz coherencia, sin ceder a
«glosas» deformantes o, en cualquier caso, reductivas. Nadie mejor que
él ha podido hacer suyas y repetir, con la elocuencia de una vida calcada en el
Evangelio, las palabras de Pablo: «Dios me libre de gloriarme si no es en la
cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí
y yo para el mundo» (Gál 6,14).
Precisamente de esta participación en la
pasión de Cristo, Francisco sacó ese sentido de libertad interior en el anuncio
del Evangelio, gracias al cual -como escribe su
biógrafo- «no temía reproche alguno y predicaba la verdad con plena seguridad»
(...) El Señor estará junto a ti para
que no vaciles si tratas de hacer tuyas, siguiendo el ejemplo de Pablo y de
Francisco, las características del verdadero apóstol: la humildad de los
«pequeños» a los que el Padre revela sus secretos; el gozo del que no tiene
otra cosa que anunciar más que la cruz de Cristo; la libertad interior que
deriva de llevar en el propio espíritu los «estigmas» de los múltiples
desprendimientos requeridos por la fidelidad al Evangelio; la certeza de
que en el anuncio de la Cruz está la fuente de la paz y la misericordia «para
todo el Israel de Dios».”
Que el ejemplo de este gran santo nos
anime a ser mejores cristianos.