Estos días de Pascua es para
deshojar una flor en la oración. La flor de las maravillas de la Resurrección
de nuestro Señor Jesucristo. Los pétalos que hoy nos ofrece la Iglesia para que
les contemplemos huelen a Bautismo y a Confirmación. El Espíritu Santo que
habita en mí. Que me mueve, me guía. El Espíritu Santo que me ha hecho suyo,
que me ha engendrado para que sea como ese viento que sopla donde quiere, que
se oye, pero nadie puede decir de dónde viene ni adónde va. Porque es el
Espíritu el que me lleva y me hace mensajero, mediador de su gracia. Que me
hace como los cristianos de la primera comunidad, que fueron capaces de
encarnar el amor del Padre que Cristo les había enseñado.
Hoy es un día para pedirle al
Espíritu, gran protagonista de esta Pascua, que se haga realidad en nosotros el
reinado del Señor. Que en nosotros se haga realidad su poder, su majestad, para
nuestros hermanos los hombres. Todas estas cosas nos ha bajado nuestro Señor
Jesús del Cielo. Él es el gran mensajero, el gran portador de la gracia para
los hombres. Ese es el Nombre que tenemos que pedir hoy para que se haga
realidad en nosotros por nuestro nacimiento en el Espíritu. ¡Ya hemos nacido en
el Espíritu! ¡Ya hemos recibido el Bautismo y la Confirmación! Somos todo del
Señor. Hoy nos falta tiempo en este rato con Él para pedir, dar gracias,
bendecirle, alabarle y adorarle por estos dones tan maravillosos con los que no
nos deja solos al acabar este momento. Él sigue con nosotros y actúa por
nosotros. Pidámosle a la Virgen Nuestra Madre que nos ayude a encarnarlo como
ayudó en su día a los primeros discípulos de su Hijo.