Iniciamos la oración, en el
nombre del Padre que nos envió a su Hijo amado, de este Hijo que nos da vida
con su resurrección y del Espíritu que nos conduce hasta la verdad plena.
Cada día, en las lecturas, va
apareciendo de una u otra manera el E. Santo. Y hoy, la verdad, con un
protagonismo llamativo, “dijo el Espíritu Santo”; “con esta misión del
E. Santo”. Porque, no nos quepa duda, que busca que “todos los
pueblos alaben a Dios”. Por tanto, con su acción dinamizadora, nos
implica y hace que la misión fructifique según los planes del Señor.
Podríamos decir que, los buenos
frutos de nuestra entrega a los otros sucederán en relación proporcional a que
no hablemos por cuenta propia; el Padre que me envió es quien me ha
ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Ciertamente que es
todo un reto; impregnar todas nuestras acciones desde esa actitud de referencia
al Padre y buscando sólo su gloria.
Estamos en vísperas de regalar a María un mes. Al honrarla, quererla y vivir junto a Ella, no buscamos otra cosa que intentar hacer vida las palabras de Jesús: Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas.