“Dios
resucitó a este Jesús y todos nosotros somos testigos” (Hechos 2, 32)
“Protégeme, Dios
mío, que me refugio en ti” (Salmo 15).
Mañana vamos a
contemplar una de las escenas en las que se narran las apariciones del Señor
resucitado. Toda contemplación necesita
de una preparación. En la preparación vamos caldeando el corazón, como
recordamos en aquella escena del Principito con el zorro: estoy
preparado si sé a la hora que vas a venir. Nuestro corazón demanda y desea
esa rutina. Esta preparación se inicia desde la noche anterior, con la
adicción, al acostarnos. Luego al día siguiente, cuidando los preámbulos, la
oración no es cualquier cosa, vamos a una entrevista importante, vamos a hablar
con Dios. Como un amigo habla con otro, pero no olvidemos que
nuestro amigo es Dios.
El evangelio nos muestra como las
dos caras de la misma moneda: por una parte, la de los soldados y ancianos del
pueblo confabulándose para negar la resurrección; y, por otra, la de Jesús
resucitado haciéndose el encontradizo con aquellas mujeres.
Los ancianos compran a los soldados
para que digan: “Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el
cuerpo mientras vosotros dormíais” (Mt 28,13). Estamos ante una
auténtica “fake news”, una de las primeras noticias falsas que se conoce en la
historia. Quien pensase un poco en esto, no le puede parecer verosímil: ¿cómo
dormir un soldado profesional en una custodia, que era gravemente punible en el
código militar? ¿Cómo atreverse unos discípulos asustados, ante una tropa mercenaria
y profesional, intentar violar un sepulcro? ¿Cómo no despertar ante el ruido de
gentes y de instrumentos para retirar una piedra sepulcral? Algunas
explicaciones tenían que dar, ante el hecho de que un hombre ha resucitado y ha
salido de su sepulcro. Todo menos aceptar la verdad, aceptar la esperanza. Los
fariseos seguían obstinados en negar que Jesús era el Mesías, ya se lo
profetizó el Señor: si no creéis que Yo soy moriréis por vuestros
pecados (Jn 8,24).
Por otro lado, Jesús resucitado
saliendo al encuentro de aquellas mujeres. Estas pasan del miedo a la alegría y
de la alegría a la fe. El encuentro con el Resucitado supone el rehacer e
iniciar una misión: volver a Galilea, para proseguir la misión
de Jesús. Los discípulos han tocado fondo en la pasión, se han vaciado de
sí, de su propio amor, querer e interés. Ahora, están en
condiciones de empezar de nuevo.
El sentido común nos dice que la primera aparición fue a nuestra Señora. A ella nos encomendamos para pedir gracia para me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor (Ej.221).