5 abril 2021, lunes de la Octava de Pascua. Puntos de oración

“Dios resucitó a este Jesús y todos nosotros somos testigos” (Hechos 2, 32)

“Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti” (Salmo 15).

Mañana vamos a contemplar una de las escenas en las que se narran las apariciones del Señor resucitado. Toda contemplación necesita de una preparación. En la preparación vamos caldeando el corazón, como recordamos en aquella escena del Principito con el zorro: estoy preparado si sé a la hora que vas a venir. Nuestro corazón demanda y desea esa rutina. Esta preparación se inicia desde la noche anterior, con la adicción, al acostarnos. Luego al día siguiente, cuidando los preámbulos, la oración no es cualquier cosa, vamos a una entrevista importante, vamos a hablar con Dios. Como un amigo habla con otro, pero no olvidemos que nuestro amigo es Dios.

El evangelio nos muestra como las dos caras de la misma moneda: por una parte, la de los soldados y ancianos del pueblo confabulándose para negar la resurrección; y, por otra, la de Jesús resucitado haciéndose el encontradizo con aquellas mujeres.

Los ancianos compran a los soldados para que digan: “Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais” (Mt 28,13). Estamos ante una auténtica “fake news”, una de las primeras noticias falsas que se conoce en la historia. Quien pensase un poco en esto, no le puede parecer verosímil: ¿cómo dormir un soldado profesional en una custodia, que era gravemente punible en el código militar? ¿Cómo atreverse unos discípulos asustados, ante una tropa mercenaria y profesional, intentar violar un sepulcro? ¿Cómo no despertar ante el ruido de gentes y de instrumentos para retirar una piedra sepulcral? Algunas explicaciones tenían que dar, ante el hecho de que un hombre ha resucitado y ha salido de su sepulcro. Todo menos aceptar la verdad, aceptar la esperanza. Los fariseos seguían obstinados en negar que Jesús era el Mesías, ya se lo profetizó el Señor: si no creéis que Yo soy moriréis por vuestros pecados (Jn 8,24).  

Por otro lado, Jesús resucitado saliendo al encuentro de aquellas mujeres. Estas pasan del miedo a la alegría y de la alegría a la fe. El encuentro con el Resucitado supone el rehacer e iniciar una misión: volver a Galilea, para proseguir la misión de Jesús. Los discípulos han tocado fondo en la pasión, se han vaciado de sí, de su propio amor, querer e interés.  Ahora, están en condiciones de empezar de nuevo.

El sentido común nos dice que la primera aparición fue a nuestra Señora. A ella nos encomendamos para pedir gracia para me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor (Ej.221).

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