6 abril 2021, martes de la Octava de Pascua. Puntos de oración

En la oración colecta de la misa de este día de Pascua pedimos gozar de la alegría del cielo que ya hemos empezado a gustar en la tierra. Acudo para ello a la Virgen para que me alcance la alegría de Cristo resucitado y empiece a saborear en la tierra la alegría del cielo, porque su Hijo vive en mí y es mi vida: ¡Santa Madre de Cristo resucitado: inúndame en el gozo de la Pascua! Es una súplica que el P. Morales hacía y que podemos prolongar con la oración vespertina que hacemos los Cruzados: Alcánzanos el gozo de la Pascua: fe creciente, esperanza cierta, alegría desbordante, paz imperturbable, amor ardiente.

El evangelio de este día nos presenta la primera de las apariciones del Resucitado: la de María Magdalena. Podemos considerar cómo la mirada de esta mujer que tanto quería a Jesús se va aclarando hasta reconocer al Maestro y convertirse en anunciadora de la gran noticia a los mismos apóstoles.

- “Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco”: al principio María Magdalena está llorando y sus ojos apenas se fijan en los ángeles que le preguntan por su llanto. El dolor ciega sus ojos, envuelto el corazón en la ausencia de Jesús.

- “… da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús”: Sigue sin reconocer a Jesús, pues la desolación empaña su mirada. Cuando Jesús la llama por su nombre, le reconoce y estalla en alegría abrazándose a sus pies.

- “… fue y anunció a los discípulos: He visto al Señor”: Ahora sus ojos están iluminados por la fe y se convierte en testigo de lo que ha visto.

¡Cuánto podemos aprender de esta aparición entrañable! Ante todo pedir que nuestra mirada de fe se aclare para reconocer a Jesús vivo en nuestra vida, en situaciones que aparentemente son de ausencia de Dios, de desolación y de lágrimas. “A la luz del Resucitado, nuestros sufrimientos se transfiguran. Donde hubo muerte ahora hay vida, donde hubo duelo, ahora hay consuelo”, ha señalado el Papa en la bendición urbi et orbe de este domingo de Pascua.

Para esto hemos de pedir la gracia de escuchar nuestro nombre en labios del Resucitado, invitándonos a creer, a mirarle, a confiar en él, a abrazarnos a sus pies llagados. “Jesús, el Resucitado, nos ama sin límites y visita todas las situaciones de nuestra vida... Reconozcámoslo presente en nuestras Galileas, en la vida de todos los días. Con Él, la vida cambiará” (Vigilia pascual del Papa Francisco). ¿Te atreves a escuchar tu nombre en labios de la Vida?

Por fin, María Magdalena nos invita a ser apóstoles, pues el descubrimiento de Cristo vivo y resucitado ha de alcanzar a quienes viven si fe y sin esperanza. Si “he visto al Señor”, he de ser testigo de la resurrección. El Señor nos urge a llevar el anuncio y aliviar así la oscuridad de los corazones que viven sin la luz de la fe. Concluyamos nuestra oración ofreciéndonos a ser luz, a llevar el anuncio a nuestros hermanos en la vida de cada día diciéndoles con nuestros gestos y las palabras que Dios nos inspire: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (Evangelii gaudium).

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