Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en
aquel que él ha enviado" (Jn 6, 22).
Señor, creo,
pero aumenta mi fe. Tu obra es ayudarme a creer que Cristo es tu enviado, que
Él es el Hijo obediente dócil que siempre hizo tu voluntad. Habla, Señor, que
tu siervo te escucha, porque creer en Ti es hacer lo que Tú quieres y querer lo
que Tú haces. Dar el sí, el “hágase” aceptar generosamente y acoger los
contratiempos, las sorpresas, con paciencia, con perseverancia hasta el Estar.
El santo del día. El modelo que vive las lecturas de hoy es el Beato Carlos
de Foucauld (1858-1916)-
El Papa
Francisco culmina su encíclica Fratelli tutti hablándonos de
él:
“Pero quiero
terminar recordando a otra persona de profunda fe, quien, desde su intensa
experiencia de Dios, hizo un camino de transformación hasta sentirse hermano de
todos. Se trata del beato Carlos de Foucauld. Él fue orientando su sueño de una
entrega total a Dios hacia una identificación con los últimos, abandonados en
lo profundo del desierto africano. En ese contexto expresaba sus deseos de
sentir a cualquier ser humano como un hermano, y pedía a un amigo: «Ruegue a
Dios para que yo sea realmente el hermano de todos». Quería ser, en definitiva,
«el hermano universal». Pero sólo identificándose con los últimos llegó a ser
hermano de todos. Que Dios inspire ese sueño en cada uno de nosotros. Amén.
Saboreemos las notas del ermitaño y misionero en el Sahara, Notas
de retiro, noviembre 1897. “El deseo de Dios es que creáis en el que
os envió”
Los sentidos son curiosos: la fe no quiere conocer nada, querría pasar toda su vida inmóvil al pie del tabernáculo. A los sentidos les gustan la riqueza y el honor; la fe se horroriza de ellos: "Bienaventurado los pobres" (Mt 5,3). Adora la pobreza y la humillación con la que Jesús se cubrió su toda su vida como un traje que fue inseparable de él … Los sentidos se asustan de lo que ellos llaman peligros, de lo que puede traer el dolor o la muerte; La fe no se asusta nada, sabe que le pasará sólo lo que Dios quiera - "todos los cabellos de su cabeza están contados " (Mt 10,30) - y que lo que Dios querrá será siempre para su bien - "Todo lo que sucede es para bien de los elegidos" (Rm 8,28). Así, ante lo que pueda llegar, pena o alegría, salud o enfermedad, vida o muerte, lo acepta y no tiene miedo de nada… Los sentidos se inquietan por el mañana, se preguntan cómo se vivirá mañana; la fe no tiene ninguna inquietud… La fe lo alumbra todo con una luz nueva, diferente a la luz de los sentidos, más brillante, distinta. Así el que vive de fe tiene el alma llena de pensamientos nuevos, de gustos nuevos, de juicios nuevos; horizontes nuevos que se abren ante él, horizontes maravillosos iluminados por una luz celeste y bellos de la belleza divina. Envuelto con estas verdades nuevas, desconocidas por el mundo, necesariamente comienza una vida nueva, opuesta al mundo al que sus acciones le parecen una locura. El mundo está en las tinieblas, en una noche profunda. El hombre de fe está lleno de luz, el camino luminoso por dónde avanza no aparece ante los ojos de los hombres; estos parecen querer caminar por la vida como locos.