Espero que te ayuden estas
palabras que te pongo a continuación para llevar a cabo con fruto este rato de
oración. Dedícale este tiempo al Señor en la soledad acompañada por Él.
Empezamos nuestra oración
invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros
corazones el fuego de tu amor”.
Te invito a que en esta
predisposición y con la ayuda del Espíritu Santo, medites con calma la palabra
de Dios que hoy nos ofrece la Iglesia.
Las lecturas de la Misa de hoy
nos comunican la alegría de la Pascua. ¡Alégrate, Cristo ha resucitado! Los
apóstoles entusiasmados y enardecidos por la alegría de la resurrección del
Señor, y con el fuego que recibieron del Espíritu Santo, comunican sin miedo
alguno la buena noticia de que Dios ha vencido a la muerte, está vivo y nos ha
liberado de nuestro pecado. Gracias Señor por haberte entregado por nosotros y
habernos liberado de la muerte eterna. Los apóstoles, con esa convicción y con
el corazón convertido (es decir vuelto o dirigido) hacia el Señor, no les
importa que los lleven a los tribunales y les juzguen. No pueden callarse la
noticia de la alegría de la Pascua, tienen que comunicar a los demás ese gozo y
dar testimonio de la Verdad. Pregúntate, ¿y yo Señor?, si a mí me preguntasen
si soy cristiano, ¿qué respondería? Probablemente diría, claro que sí…pero si
me pidiesen dar testimonio con amenaza de muerte como a los apóstoles; o como a
tantos apóstoles de hoy en día que viven su fe en tierra de persecución, ¿qué
haría? ¿Te amo tanto Señor para llegar hasta ese punto de dar la vida? ¿Soy un
cristiano tibio o un cristiano a medias? Ayúdame, Señor a volverme a ti de
verdad, a convertirme. Soy débil y miserable, pero sé que Tú no me abandonas.
Como dice el Salmo “El Señor está cerca de los atribulados, salva a los
abatidos. Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor”.
Señor, que verdaderamente me deje enamorar por ti. Que no tenga miedo de dar
testimonio. Nos lo dice el Señor “No tengáis miedo” (Mt 10, 31) y
tantas veces nos los repetía nuestro amado San Juan Pablo II.
Nos encomendamos a nuestra Madre. Madre intercede por nosotros para que nos dejemos enamorar por el Señor y protégenos para que nunca tengamos miedo de dar testimonio de la Verdad, que es tu hijo Jesucristo.