18 abril 2021, domingo de la 3ª semana de Pascua. Puntos de oración

“A Dios que concede el hablar y el escuchar le pido hablar de tal manera que el que escucha llegue a ser mejor y escuchar de tal manera que no caiga en la tristeza el que habla”

Las lecturas de hoy son tan jugosas, que decir cualquier cosa sobre ellas me parece un obstáculo más que una ayuda, de tal forma que, siguiendo el dicho que dice “el que mucho abarca poco aprieta” me centraré en una sola idea, presente en la primera lectura y en el Evangelio, de forma que puede pasarnos casi desapercibida. Si leyendo las lecturas algo te llama la atención, te “choca”, no pases adelante, quédate ahí.

Jesús como cumplimiento de la promesa

Al comienzo de la primera lectura se nos presenta que el que glorifica a Jesús es el Dios de Abraham, Isaac, Jacob… y Jesús mismo reconoce que la ley y los profetas hablaban de Él. Jesús es Dios hecho hombre, asumiendo nuestra naturaleza totalmente. Es el hecho más revolucionario, impensable en nuestras cabecitas. Tanto, que Dios fue preparando a la humanidad mediante el Antiguo Testamento para ello. Cristo resucitado es la plenitud a la que el hombre está llamado, pues también nosotros estamos llamados a la gloria. Cristo inmolado es nuestra alegría, nuestra redención, nuestra esperanza. ¿Te imaginas con que deseo esperaba Adán a Cristo resucitado? ¿Y Abraham, Isaac, Jacob, Moisés…? ¿Y todos los hombres que habían fallecido hasta entonces y esperaban que Cristo les abriera las puertas del Paraíso? Pues eso. Cristo es el cumplimiento de la promesa. Y también es cumplimiento de una promesa de salvación para ti y para mí: ¿ansías la salvación? ¿ansías la gloria del Cielo? Cristo es el cumplimiento de tu esperanza, deseo, anhelo… Y efectivamente, Dios ha cumplido esa promesa no a los modos humanos: pasando por la Cruz, por Belén, por el sí de María, “pasando por uno de tantos”. Que, en nuestras dudas, dificultades, sufrimientos, cruces, miserias, pecados, nuestras “ralladas” (como se dice ahora), en nuestras angustias, recelos… elevemos la mirada al Resucitado y una vez consolados por El “seamos testigos de esto”. Ser testigo es ser bandera del Resucitado, poder decir: “Cristo vence, y ha vencido en mí”.

Feliz Pascua. Feliz oración.

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