Iniciábamos ayer la lectura del
capítulo sexto del evangelio según san Juan. Así durante el tiempo de pascua
vamos teniendo presentes los sacramentos. Primero el bautismo en el diálogo con
Nicodemo y ahora la Eucaristía en este capítulo tan singular.
San Francisco de Asís resaltaba
la importancia de la Eucaristía diciendo: «De mi Señor Jesucristo, en este
mundo, no veo más que una sola cosa, su cuerpo santísimo, su sangre bendita en
la Eucaristía. A este Dios mío quiero yo adorar con toda reverencia».
Jesús está presente en la
Eucaristía actualmente con su divinidad y humanidad resucitada y gloriosa y nos
dice también “soy yo, no tengáis miedo”.
Nuestra oración de este día puede
ser reconocer la presencia de Jesucristo resucitado para iluminar nuestros
temores y escuchar su palabra alentadora fundada en su presencia misteriosa y cierta.
Esta presencia alentaba los primeros pasos de la Iglesia y llenaba a los primeros cristianos de valentía creadora. La creación de los diáconos pone de manifiesto esta vitalidad. Ellos, llenos de valentía, llevan la Palabra de Dios por todas partes ejerciendo su ministerio de servicio. Los diáconos ponen de manifiesto la unidad de vida entre la evangelización y el “servicio a las mesas” para el que fueron instituidos.