22 abril 2021, jueves de la 3ª semana de Pascua. Puntos de oración

La riqueza de las lecturas de este tiempo de Pascua nos desbordan por su contenido, esencia de nuestra fe y motivo de evangelización para todos: Las narraciones de los primeros capítulos de los Hechos sobre la primitiva comunidad de los Apóstoles, la fuerza que tienen, el valor que muestran, la valentía de sufrir por Cristo y salir contentos de haber sufrido, o dar la vida como el martirio de san Esteban del martes, nos empujan a vivir en esa disposición y hacer de nuestra vida misión y martirio. Y el capítulo sexto del Evangelio de san Juan sobre el discurso de la Cena, el Pan de Vida entregado por nosotros, tienen un poder, una fuerza que no es extraño que quien los lea buscando la verdad se convierta, como la noticia reciente de un maestro testigo de Jehová y tantos otros que conocemos.

Pero también nosotros tenemos que ir a estos textos y llevarlos a la contemplación porque suponen una inyección de renovación y conversión constante.

La primera lectura nos pone en marcha como a Felipe: “Levántate y marcha por el camino de Jerusalén a Gaza”; no es muy distinto del nuestro de cada día, con nuestro trabajo bien hecho, encuentro con los que están a nuestro lado. Como Felipe, sentimos que el Espíritu nos dice “acércate”, y surge el diálogo; y del diálogo, la luz y de la luz, el agua de la gracia. La fe que comienza por el bautismo se afianza con la Palabra.

Tenemos un ejemplo del cual el P. Morales cuántas veces nos hablaba en estos días de Pascua; sacaba lecciones fenomenales de apostolado alma a alma típico de un militante y de todo cristiano. ¡Cuántos han llevado a otros a la pila del Bautismo e incluso han sido sus padrinos!

¿De dónde sacamos la fuerza? El Evangelio de hoy es especial. Contemplando las palabras de Jesús que te habla al corazón y te dice: “Todo el que escucha al padre, y aprende, viene a mí… En verdad, en verdad os digo, el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo para que el hombre coma de él no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que como de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.

Es para volverse loco dando gracias por el amor que nos muestra el Señor. Cuando recibimos al Señor tenemos que sentir unos escalofríos…, estremecernos de tanto bien recibido y no suficientemente agradecido.

¡Cómo no salir a anunciar y hacer partícipes a muchos dispuestos a recibirle, abiertos a la gracia del bien tan inmenso que nos da! Quien entiende esto, sabe la importancia de la Eucaristía y hace lo imposible por recibir ese Pan y esa Carne.

Vamos a leer una cita del Concilio Vaticano II, invitando a todos los cristianos: “La Iglesia con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este ministerio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la Palabra de  Dios, se fortalezcan en la mesa del Señor, den gracias, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no solo por manos del sacerdote, sino juntamente con él; se perfeccionen día a día por Cristo Mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos.”

Que santa María nos conceda el gozo de la Pascua, fe creciente, esperanza cierta, alegría desbordante, paz imperturbable y amor ardiente que en la Santa Misa encontraremos si la vivimos ardientemente.

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