12 junio 2021, sábado de la 10ª semana de Tiempo Ordinario. Inmaculado Corazón de María. Puntos de oración

He encontrado en la red este comentario que me parece magnífico: “Como a la sombra de la solemnidad del Corazón de Jesús, la Iglesia coloca el recuerdo (la memoria obligatoria) del Corazón inmaculado de María. Sí, realmente, es obligado recordar y contemplar el Corazón de María tras haber considerado el significado del Corazón de Jesús. Porque, si el Verbo se hizo carne, y recibió así un corazón de carne, María es la carne del Verbo, aquella de la que el Verbo del Eterno Padre tomó su carne mortal. También del Corazón de María tenemos los cristianos mucho que aprender. Del Corazón manso y humilde de Jesús recibimos la revelación de la sabiduría del amor. Del Corazón de María aprendemos a aceptar y asimilar esa sabiduría. Porque ese aprendizaje no es cosa fácil. No todo está claro desde el principio. No nos creamos tan listos: no todo lo entendemos de una vez y a la primera. La sabiduría del amor va al centro de nuestro ser, a sus estratos más profundos, y esto exige un proceso que no está exento de dificultades, de incertezas y de angustias. En nuestro caso, porque, además, existen determinadas resistencias y cerrazones.

Somos con frecuencia como el hijo aquél que decía “Sí, voy”, pero después no iba (cf. Mt 21, 2-32): profesamos la fe con ortodoxia, pero no siempre nos lo creemos del todo, y, desde luego, muchas veces no actuamos en consecuencia. Para llegar a entender de verdad, de corazón y no sólo teóricamente, se requiere paciencia y perseverancia. Y en esto María es para nosotros maestra de vida cristiana. En ella no había resistencia alguna, su “fiat” es completo e incondicional. Pero también ella tiene que hacer ese proceso de fe en el que no todo está claro de entrada. También ella pierde de vista a Jesús, siente la angustia de una búsqueda que no da fruto inmediato (los tres días de búsqueda nos hablan, de hecho, de los tres días que van de la muerte a la resurrección), también ella escucha de Jesús cosas que no le resultan claras… Pero, en vez de hacer lo que solemos hacer nosotros, “interpretar” según nuestro leal saber y entender, tratando de domar la Palabra, María “conservaba todo en su corazón”, dejando con paciencia y confianza, con fe verdadera, que la Palabra madurara, que penetrara hasta esas profundidades del alma en las que sólo es posible una comprensión a su tiempo y completa. Así es el corazón humilde, el corazón abierto, el corazón que ama, el corazón de madre, el Corazón Inmaculado de María. Si hemos de imitar a Jesús, el manso y humilde de corazón, ¿no habremos de imitar también a aquella de la que ese corazón tomó su carne?”

Quisiera añadir una anécdota para los más jóvenes que me ocurrió ayer en el Instituto. Los chicos que están en esa edad en que se dan mucho a sus amigos, ayudándoles sobre todo en los estudios o cuando les piden los ejercicios, se sienten defraudados cuando no son correspondidos, sobre todo si esperaban algo de cariño. Y yo les ponía el ejemplo de la madre de uno de los que estaba allí que tiene un hermano con una gran discapacidad y la madre se dedica día y noche a él, sin muchas veces ser correspondida. Nos puede pasar también con las personas mayores a las que cuidamos. Pero amar engrandece el corazón, por el mero hecho de hacerlo. Nos hace mejores personas, nos ayuda a devolver a nuestro semblante el rostro del Señor. Como dice la primera lectura: “Los que los vean reconocerán que son la estirpe que bendijo al Señor”

Si nos cansamos hoy en la oración, lo tenemos muy fácil, recurrir a repetir el Salmo, que es maravilloso.

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