6 junio 2021, domingo de la 10ª semana de Tiempo Ordinario. Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Puntos de oración

Después de la Solemnidad de Pentecostés con la que ha concluido el tiempo pascual se celebran sucesivamente tres grandes fiestas litúrgicas que recapitulan y sintetizan nuestra fe en Dios que se nos ha revelado como Amor: La Fiesta de la Trinidad -Dios es familia-, la del Corpus Christi -la Eucaristía es síntesis de toda la historia de la salvación- y el próximo viernes la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús -Dios nos ha amado con un Corazón como el nuestro, herido por nuestro amor-.

La Solemnidad de este día, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos invita a adorar a Jesucristo, presente en a Eucaristía, Misterio supremo de nuestra fe y Sacramento del Amor. “Nadie come esta carne sin antes adorarla”, decía san Agustín: lo haremos en la Santa Misa que es en sí misma el mayor acto de adoración y después en la sencilla procesión eucarística que este año se realizará en el interior de los templos. Nos puede ayudar a preparar el corazón rezar las oraciones que el Ángel enseñó a los pastorcillos de Fátima antes de las apariciones de la Virgen: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo; te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman”. “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que Él es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores”. A hacer estas súplicas pedimos perdón también por nuestras faltas de fe y de amor y suplicamos nuestra conversión.

La Palabra de Dios en este día pone en el centro el relato de la institución de la Eucaristía según el evangelio de san Marcos. Nuestra oración ha de ser especialmente escuchar las palabras de Jesús dándonos la Eucaristía, meditarlas con espíritu de acción de gracias. En una ocasión el papa emérito Benedicto XVI dijo sobre ellas: “Toda la historia de Dios con los hombres se resume en estas palabras… Jesús no sólo pronuncia palabras. Lo que dice es un acontecimiento, el acontecimiento central de la historia del mundo y de nuestra vida personal. Estas palabras son inagotables” (15-VI-2006). Si escuchamos con fe veremos que en efecto así es:

En la víspera de su Pasión, durante la Cena pascual, el Señor tomó el pan en sus manos y, después de pronunciar la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:  "Tomad, este es mi cuerpo". Después tomó el cáliz, dio gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y dijo:  "Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos" (Mc 14, 22-24).

En el Misterio de la Eucaristía se contiene la historia de Dios con nosotros: la Creación, pues el pan y el vino son fruto de la tierra y del trabajo del hombre; la Encarnación, pues Dios ha tomado un cuerpo como el nuestro para entregarlo; la Redención, pues Jesús entrega su Cuerpo en la Cruz y derrama su Sangra para redimirnos. Es el acontecimiento central de nuestra vida, pues la Eucaristía contiene todo el Amor de Cristo hasta el extremo de dar la vida por mí. Jesús en la Eucaristía está en acto de amor hasta el extremo. Es el acto que ha redimido la humanidad.

Las lecturas primera y segunda ponen el acento en la Sangre de Cristo, “que se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, para purificar nuestra conciencia de las obras muertas” (Heb 9,14). Nos puede ayudar a meditar en este misterio las encendidas palabras de santa Catalina de Siena a su confesor: “Ahogaos en la sangre de Cristo crucificado, y bañaos en la sangre, embriagaos de la sangre, revestíos de la sangre. Y si hubierais llegado a ser infiel, bautizaos de nuevo en la sangre; si el demonio hubiese ofuscado el ojo del intelecto, lavaos el ojo con la sangre; si hubierais caído en la ingratitud de los dones no conocidos, sed gratos en la sangre… En el calor de la sangre disolved la tibieza y en la lumbre de la sangre caiga la tibieza y sed esposo de la verdad”.

Una cosa es cierta: ante un don tan grande como la Eucaristía no cabe el corazón tibio. Hoy hay que aventurar la mejor alabanza y adoración porque el don nos supera por todas partes. Pidamos ayuda a la Virgen y a san José. 

Archivo del blog