Nos quedamos para rezar hoy con
el Espíritu Santo. ¡Vamos, el que quiera! El que prefiera rezar con el Corazón
de Jesús, pues magnífico. O se puede estar con los dos. Esto, por supuesto,
desde el punto de vista nuestro, humano, porque en Dios, Trinidad familiar,
Unidad trina, entiendo yo que le dará lo mismo. Fijaos en el primer párrafo de
la carta a los corintios; aparece la Trinidad muy entrelazada. Pero por si
acaso es muy herético lo dejo, que no es mi intención.
El Espíritu Santo da la vida, y
la letra mata. No hay duda, conviene empezar con una invocación al Espíritu
Santo para “vivir” la oración… para “vivir” la vida… Y es que viviendo a
impulsos del Espíritu se es mucho más pleno. Quizá se controla menos la vida,
pero es que para ser feliz y ser pleno hay que dejarse llevar por quien sabe de
esto, el Espíritu.
San Pablo nos dice que la letra
mata. Jesús también, en las lecturas de estos días, está dando caña a los
escribas, fariseos, saduceos, etc., que se afanan por cumplir la letra de las
leyes, pero les falta alma. Pero también Jesús dice hoy en el Evangelio que no
se puede uno saltar ni una tilde de la Ley (claro, que para eso hay que poner
las tildes, que a algunos se les olvida, -por cierto, que eso baja nota).
No es que sea mala la letra; de
hecho, esto mismo son letras, y la Biblia entera está hecha de letras, el
problema es quedarse en la letra o ponerla por encima del Espíritu. En la
oración de hoy quizá sea bueno darle una vuelta a dónde pongo yo la letra de
las leyes. Si está demasiado presente y me ahoga o ahoga a los de mi alrededor
es que me he pasado de legalista. Si está iluminada por el Espíritu y sirve
para volar y dejar volar a los de mi alrededor es que está en su sitio.
¿Qué me pides Santo Espíritu? ¿Qué me quiere decir esta palabra -llena de letras- que me dices hoy en cada lectura de la misa? ¡Sopla, que estoy dispuesto a navegar! ¡Estoy dispuesto a ser “ministro de la nueva alianza” no por mí, sino porque tú me capacitas para ello!