«Bienaventurados los que tienen espíritu de pobre porque
de ellos es el reino de los cielos»
Todavía sentimos
los ecos de la gran fiesta de ayer, el Corpus Christi o solemnidad del Cuerpo y
la Sangre de Cristo. El recuerdo de dicha fiesta, o mejor aún, la presencia
real, viva y verdadera de Cristo en la Eucaristía; de ese Corazón de Jesús que
late en todos los sagrarios del mundo y sobre cada uno de nuestros altares
cuando se ofrece al Padre en la Santa misa. A la vez misteriosamente e
íntimamente presente en el alma. ¡Qué dicha más grande! Su presencia nos ayuda
a orar; dejemos que Él ore en nosotros.
El ejemplo de San
Pablo cuando escribe a los cristianos de Corinto, nos sugiere pedir para este
ratito de oración y para todo el día: que el aliento de Jesús nos guíe y
fortalezca en nuestra lucha para que también nosotros podamos alentar a los
demás, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Qué bien
encajan estos deseos con la Campaña de la Visitación. Deseemos pues vivamente,
como María, llevar a Dios en nuestro corazón para ofrecérselo a los demás. Y
ello con su mismo estilo: servir a los demás, en olvido total de sí.
En el Evangelio de
hoy, la Iglesia nos presenta lo que el papa Francisco llama el programa
de santidad del cristiano, las bienaventuranzas. Contemplemos ahora a
Jesús sentado en lo alto de una pequeña loma, piensa en algún lugar conocido
para ti, rodeado de sus discípulos y de gente, predicando las bienaventuranzas.
Ese conjunto de paradojas que son la señal de identidad de los discípulos de
Jesús. Que no nos cansemos de meditarlas una y otra vez, nos dice el papa. Que
contrastemos con ellas nuestros pensamientos, actitudes y comportamientos. Las
bienaventuranzas, van como dice el papa, contracorriente respecto
a la mentalidad del mundo.
Puede ayudarnos
hacer un “miniexamen” de conciencia repasando las ocho bienaventuranzas. En
nuestro día a día, en la familia, el trabajo, con los amigos, en el Movimiento.
Porque es importante hacer lo que dice Jesús, ajustar nuestra vida al plan
propuesto por el Maestro.
Para ello te
propongo los siguientes puntos de reflexión y compromiso:
1.- Pobreza frente a riqueza. Sólo en un corazón pobre puede entrar el
Señor.
2.-Llorar y buscar el consuelo de Jesús. El mundo no quiere llorar, mira
para otro lado cuando hay verdaderos problemas.
3.-Mansedumbre frente a quejas, críticas humillantes, desprecio de los
demás, aunque sean nuestros enemigos. Mansedumbre frente al salvar la propia
reputación.
4.-Justicia frente a corrupción. Lucha frente a las injusticias.
Espíritu combativo empezando con uno mismo.
5.- Misericordia, comprensión y perdón frente a odio y rencor.
6.-Un corazón puro y sencillo frente a todo tipo de impureza.
7.-Trabajo por la paz frente a las guerras, discordias, insultos,
chismes…
8.-Perseguido por causa de la justicia, de la santidad de vida frente a
la ambigüedad, la cobardía, el silencio culpable.
Ciertamente es un programa de vida, de santidad dicho
con palabras muy sencillas, pero muy exigente. Que está al alcance de todos,
con tal de meterse en el Corazón de la Virgen como un niño pequeño. Los tiempos
que nos toca vivir exigen este tipo de santidad, la de los de la puerta
de al lado, esos que están cercanos a la gente. Tenemos muchos
ejemplos en los santos, ahora también en nuestros días, en el mundo posmoderno.
Pidamos a Jesús que nos dé un corazón manso y humilde
como el suyo.
Feliz oración.