7 junio 2021, lunes de la 10ª semana de Tiempo Ordinario

«Bienaventurados los que tienen espíritu de pobre porque de ellos es el reino de los cielos»

Todavía sentimos los ecos de la gran fiesta de ayer, el Corpus Christi o solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. El recuerdo de dicha fiesta, o mejor aún, la presencia real, viva y verdadera de Cristo en la Eucaristía; de ese Corazón de Jesús que late en todos los sagrarios del mundo y sobre cada uno de nuestros altares cuando se ofrece al Padre en la Santa misa. A la vez misteriosamente e íntimamente presente en el alma. ¡Qué dicha más grande! Su presencia nos ayuda a orar; dejemos que Él ore en nosotros.

El ejemplo de San Pablo cuando escribe a los cristianos de Corinto, nos sugiere pedir para este ratito de oración y para todo el día: que el aliento de Jesús nos guíe y fortalezca en nuestra lucha para que también nosotros podamos alentar a los demás, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Qué bien encajan estos deseos con la Campaña de la Visitación. Deseemos pues vivamente, como María, llevar a Dios en nuestro corazón para ofrecérselo a los demás. Y ello con su mismo estilo: servir a los demás, en olvido total de sí.

En el Evangelio de hoy, la Iglesia nos presenta lo que el papa Francisco llama el programa de santidad del cristiano, las bienaventuranzas. Contemplemos ahora a Jesús sentado en lo alto de una pequeña loma, piensa en algún lugar conocido para ti, rodeado de sus discípulos y de gente, predicando las bienaventuranzas. Ese conjunto de paradojas que son la señal de identidad de los discípulos de Jesús. Que no nos cansemos de meditarlas una y otra vez, nos dice el papa. Que contrastemos con ellas nuestros pensamientos, actitudes y comportamientos. Las bienaventuranzas, van como dice el papa, contracorriente respecto a la mentalidad del mundo.

Puede ayudarnos hacer un “miniexamen” de conciencia repasando las ocho bienaventuranzas. En nuestro día a día, en la familia, el trabajo, con los amigos, en el Movimiento. Porque es importante hacer lo que dice Jesús, ajustar nuestra vida al plan propuesto por el Maestro.

Para ello te propongo los siguientes puntos de reflexión y compromiso:

1.- Pobreza frente a riqueza. Sólo en un corazón pobre puede entrar el Señor.

2.-Llorar y buscar el consuelo de Jesús. El mundo no quiere llorar, mira para otro lado cuando hay verdaderos problemas.

3.-Mansedumbre frente a quejas, críticas humillantes, desprecio de los demás, aunque sean nuestros enemigos. Mansedumbre frente al salvar la propia reputación.

4.-Justicia frente a corrupción. Lucha frente a las injusticias. Espíritu combativo empezando con uno mismo.

5.- Misericordia, comprensión y perdón frente a odio y rencor.

6.-Un corazón puro y sencillo frente a todo tipo de impureza.

7.-Trabajo por la paz frente a las guerras, discordias, insultos, chismes…

8.-Perseguido por causa de la justicia, de la santidad de vida frente a la ambigüedad, la cobardía, el silencio culpable.

Ciertamente es un programa de vida, de santidad dicho con palabras muy sencillas, pero muy exigente. Que está al alcance de todos, con tal de meterse en el Corazón de la Virgen como un niño pequeño. Los tiempos que nos toca vivir exigen este tipo de santidad, la de los de la puerta de al lado, esos que están cercanos a la gente. Tenemos muchos ejemplos en los santos, ahora también en nuestros días, en el mundo posmoderno.

Pidamos a Jesús que nos dé un corazón manso y humilde como el suyo.

Feliz oración. 

Archivo del blog