Los saduceos negaban la
resurrección de los muertos, y no obstante le plantean a Jesús una cuestión,
que en último término tocaba el tema de la resurrección… ¿Cuál era la intención
de ellos...? ¿Conocer la verdad..., aprender o profundizar en ella…, o
simplemente poner una celada al Señor…? ¡Qué tremendo es el ser humano, cuando
no tiene rectitud y pureza de intención en lo que lo que piensa..., en lo que
dice, o en lo que hace…
La respuesta que les da el Señor
es realmente magistral..., pues les recuerda dos verdades fundamentales: La
primera: que en el Cielo hombres y mujeres no se casarás, pues serán como
ángeles...; y la segunda: que los muertos resucitarán…
Y ahora vendría nuestra
aplicación personal, ante el texto que hoy meditamos… ¿Creemos realmente, en lo
que Jesús respondió a este grupo de saduceos? ¿Creemos que, en la Vida Eterna,
las realidades temporales serán distintas..., estarán transformadas..., serán
sublimes…? ¿Creemos que nos espera una vida eterna..., que ni ojo vio..., ni oído
oyó, ni corazón humano es capaz de imaginar…?
Seamos valientes en este día al
hacer nuestra oración personal, y planteémonos si realmente vivimos de cara a
la Eternidad…, y si nuestro hacer diario tiene esta perfectiva de futuro…
Quien vive pensando en Dios,
quien ama a Dios, quien desea hacer lo que Dios quiere y espera de uno,
transciende no solo su historia personal, sino también la de los que nos
rodean…
¡Qué diferente sería nuestra vida
terrenal, si estuviera siempre enfocada hacia la eterna y definitiva, que
Jesucristo nos ha prometido y alcanzado…!
Es necesario vivir con nostalgias
de Eternidad…
Es necesario construir este ahora
pensando en ese después definitivo y eterno…
Esto no es salirse de la
realidad, sino transcenderla…
Que salgamos hoy de nuestra oración con Dios en el corazón…, la eternidad en la cabeza..., y el mundo a los pies… Que así sea.