Nos situamos ante la oración en
este día de san Ireneo. Contamos con el auxilio del E. Santo, de nuestra
Madre…, procurando despertar, desde las ideas (las lecturas), al corazón
(sentimientos), para que, a su vez, sea la voluntad que mueva a la acción (que
vaya cambiando nuestra vida).
El diálogo, que nos ofrece el
Génesis, del Señor con Abraham, es ¡tan sugerente!, nos invita ¡a tanta
confianza! Porque la situación de partida es muy, muy desalentadora, “el
Señor dijo: «La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es
grave”. No era para menos al ver la corrupción de costumbres y mala
vida de sus habitantes.
Pero ahora vemos una clave (un
argumento) que cambiará por completo la sentencia previa de condena: “entonces
Abrahán se acercó y dijo a Dios: ¿Es que vas a destruir al inocente con el
culpable?”. Sólo puede plantearse así cuando hay un trato frecuente hecho
de respeto, confianza y que conoce la misericordia eterna, infinita de nuestro
Señor.
¿Nos planteamos esa actitud de
maternidad-paternidad sobre cada persona que nos rodea? Es decir, que no nos
sea indiferente cómo viven nuestros vecinos, compañeros, etc. El Señor baja,
¡ojalá a diario!, a nuestro corazón en la Eucaristía. Este momento es precioso
para hablar con Jesús de ¡tanta necesidad que vemos a nuestro alrededor!
Santa María de la Visitación. Haz
de mi corazón un aljibe que recibe amor y misericordia, para que mi vida sea
fuente que no deja de ofrecer agua de paz, confianza y verdadero interés por
cada persona que llega o a la que me acerco.
Si lo deseas, puedes profundizar en todo esto con los salmos 102 y 117.