Hoy es un día para dar gracias al
Señor porque Él nos hace fructificar. Ese es el secreto, la gracia del Tiempo
Ordinario. Que, en lo cotidiano, en lo pequeño de nuestra vida el Señor hace su
obra. Hace que produzcamos sus frutos. Sin darnos cuenta. Pasamos por la vida
con nuestras fatigas, alegrías, trabajos, ocupaciones, diversiones, etc. Y
mientras, el Señor hace su obra en nosotros. Nos rodea de personas que nos
necesitan, y a las que necesitamos. Con las que aprendemos a vivir y amar. Y
así, a hacer presente su Reino.
Hoy es un día para dar gracias al
Señor y para alabarle porque es un día para reconocer esa obra que Él ya está
haciendo en nosotros. Es un día para rasgar las apariencias y descubrir la luz
incesante y deslumbrante de la Resurrección que se esconde en las sombras de
nuestra vida cotidiana. Está ahí, aunque no la veamos. Que esta oración sea
para descubrir esos pájaros que anidan en nosotros, el cedro y la mostaza.
Quizá nos encontremos miserables, pero eso no impide su obra. Porque Él es más
grande. Porque, como dice el papa, Él nos primerea, nos concede sus dones antes
de que los merezcamos. Derrama su gracia en el mundo, aunque nuestra vida no
sea todo lo santa que deseemos.
Vayamos a la oración de hoy con deseos grandes de agradecer, alabar, adorar y dar gloria a Dios por todo lo que hace. Porque su Espíritu es el Incansable, el que no descansa. Porque su Espíritu es el Espíritu que anima nuestra Campaña de la Visitación. Es el que hace de nosotros mensajeros de su amor.