27 junio 2021, domingo XIII del Tiempo Ordinario (Ciclo B). Puntos de oración

Desde mitad de la naturaleza, desde una cumbre de montaña, desde una pequeña capilla o desde una habitación de casa, elevemos hoy de nuevo nuestro corazón hacia el Corazón de Cristo, pidamos luz al Espíritu Santo y abramos la Sagrada Escritura, para enriquecernos en este domingo con el alimento de su Palabra.

Las lecturas de hoy nos hablan de muerte y de vida, del Señor que nos salva, nos despierta de un sueño profundo, nos libera de una muerte eterna y nos conduce a la vida verdadera. Camino que no recorremos solos, sino unidos, en comunión, en fraternidad, con los que tenemos más cerca, pero abrazando en el deseo y encomendando las necesidades de todos los hombres.

La primera lectura, del libro de la Sabiduría, nos habla del plan original de Dios: todo lo creó para que subsistiera, creo al hombre para la inmortalidad. Pero, más todavía, nos hizo a imagen de su propio ser.

Por la envidia del diablo, dice la lectura, entro la muerte, el mal ha llegado hasta nosotros, pero la confianza en Cristo, el Salvador, nos lleva a decir con el salmo: te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

En un primer momento de oración contemplemos cualquiera de las dos escenas que nos presenta el evangelio: la de la mujer que con solo tocar el manto de Jesús quedo curada de su larga enfermedad, y la de la niña -12 años- que creían muerta y de la que Jesús dijo: está dormida. Para luego despertarla diciendo: Talitha qumi. Que era como decir: muchacha, ¡levántate!

Cómo no recordar aquí, para los que la conocéis, la canción de Rogelio. Cómo no volver nuestra mirada hacia tantos jóvenes que parecen muertos, que dejamos a un lado porque pensamos que no quieren saber nada de Dios, y que para Jesús están solo dormidos, esperando que una voz les diga: ¡Levántate! ¡Cuántos jóvenes y familias participaremos este verano en actividades del Movimiento de Santa María y escucharemos de nuevo esas palabras de Jesús, que nos invitan a volver a la tarea evangelizadora con nuevos ánimos, despertando nuestros corazones y ayudando a despertar a otros!

En ese camino de misión las palabras que san Pablo nos dirige hoy nos ayudan a salir de nosotros mismos, a dar desde el fondo del corazón, a dar de nosotros mismos. Nos pide distinguirnos por nuestra generosidad, con la vista puesta en el que, siendo rico, por nosotros se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Nos marca la ruta en la vivencia de la Campaña de la Visitación, en la imitación del veraneo de María: hacernos pobres para enriquecer a los que nos rodean, buscar el último lugar, acercarnos sin miedo a los mas necesitados de ayuda, luz, cariño.

Podemos terminar la oración volviendo los ojos al Padre y recitando despacio el Salmo 29 que nos propone hoy la liturgia:

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. 

Amen. 

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