26 junio 2021, sábado de la 12ª semana de Tiempo Ordinario. Puntos de oración

Espíritu Santo…, ven. Santa María, Virgen, Madre y discípula…, intercede.

Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras dificultades, decía Isaías.

¿De qué van hoy nuestro alimento de la Palabra de Dios? De personas que están sufriendo una dificultad, y que se acercan a Yahvé/Jesús para que les conceda lo que le piden. Es decir, de cada uno de nosotros.

Aunque también hay historias (Sara, la suegra de Pedro) en las que es Dios quien se acerca y cura por pura iniciativa. ¿No será también nuestro caso?

Parecería que las lecturas de hoy van del genio de la lámpara mágica y los tres deseos que pedimos a nuestro Dios, capaz y dispuesto siempre a concedernos todo. ¡Cuántas veces es esa nuestra actitud con Dios un tanto egoísta y aprovechada!

Y, sin embargo, parece que la invitación que hoy recibimos va más de lo del centurión romano (quizás aún no cristiano, seguro no cristiano viejo con derechos adquiridos) que se aproximó con sagrado respeto al Señor. Y Este, acogió su plegaria por la fe que mostró: En verdad os digo que en Israel nunca he encontrado tanta fe. ¡Cómo te agradaría, Señor, la fe de este hombre…!

Fe: confianza, fiarse de…, ponerse en sus manos, dejarse hacer sin pedir explicaciones, reconocer su poder, no creerse con derechos, reconocerse pobre y necesitado, ponerse a su escucha, disponibilidad interior…

Reviso mis peticiones al Señor: ¿me busco a mí mismo aprovechándome de Él? ¿o pongo en sus manos mis necesidades, en un movimiento de adoración, servicio y donación para con Él? Pedir puede ser un acto de egocentrismo o de adoración. Solo pide el jeta, o el que se sabe pequeño y confía en la bondad gratuita del otro. El primero, vuelve a su ombligo después de recibir lo que necesitaba; el segundo permanece agradecido y se dona al Donante, en la pobre medida de sus capacidades.

Saco conclusiones, reflecto sobre mí mismo, y pido la gracia de encarnar la máxima ignaciana: en todo amar y servir. Que en la fortaleza y en la necesidad, seamos todo del Señor.

Terminar con el examen de la oración. La vida queda siempre marcada por una oración virginal, no podemos abalanzarnos de la misma forma que antes sobre las cosas, después de descubrirnos mirados por Cristo.

¿Señor, qué mandas hacer de mí? 

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