Venimos a la oración y nos
ejercitamos en la escucha, el diálogo acogiendo el don del Espíritu Santo.
Santa María, intercede.
A través de esos relatos bíblicos
nos habla Dios. La vida de Abraham, primer creyente, y en particular su
disponibilidad a la llamada de Dios, ¿será quizá «nuestra historia», la
nuestra? ¿Cuántas veces hemos respondido? Salir de nosotros mismos……en la misma
línea de los grandes creyentes de todos los tiempos. Como María en la
visitación.
Dios habla. «En su corazón»
Abraham oyó. Señor, ¿qué me dices HOY a mí? Alguna vez me quejo de no oír tu
voz. Pero ¿sé escucharte? ¿Estoy dispuesto a hacer lo que Tú quieras pedirme?
El creyente es el que «responde»
a Dios. Abraham abandona todo, sus seguridades, para partir hacia lo
desconocido. ¿Cuál es mi respuesta a las invitaciones de Dios? ¿Qué invitación
me ha hecho Dios? Invitación, porque Dios no fuerza nunca.
Respeta nuestra libertad: «está a
la puerta y llama». Podemos abrirle o rechazar su llamada. Pero sé que hay
cosas que Tú esperas de mí, Señor. Me las confías si yo sé escucharte.
Dios invita, tiene la iniciativa,
¡desearía tanto de nosotros! ¡Es brutal de verdad! Y … ¡qué dichosos seremos al
responder a esta elección primera, gratuita y de tanta predilección!
Hoy tu suplico
también: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
¡Todos nosotros tenemos necesidad
del perdón y del juicio indulgente de Dios! Si deseamos un juicio
misericordioso de Dios sobre nosotros, hay que empezar por aplicar esta misma
comprensión respecto a todos nuestros hermanos, y quizás más con los más
cercanos. Si soy severo con los demás ¿cómo puedo pedir a Dios que sea bueno
conmigo?
-¿Por qué te fijas en la mota que
tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?
Señor, concédeme lucidez para que me dé cuenta de "mis" faltas. Señor, da a tu Iglesia, da a los cristianos, una gran exigencia consigo mismos y una gran bondad con los demás.