30/06/2010, Miércoles de la 13ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del profeta Amós (5, 14-15. 21-24)

Buscad el bien y no el mal, y viviréis, y así estará con vosotros el Señor Dios de los ejércitos, como deseáis. Odiad el mal, amad el bien, defended la justicia en el tribunal. Quizá se apiade el Señor, Dios de los ejércitos, del resto de José. "Detesto y rehúso vuestras fiestas -oráculo del Señor-, no quiero oler vuestras ofrendas. Aunque me ofrezcáis holocaustos y dones, no me agradarán; no aceptaré los terneros cebados que sacrificáis en acción de gracias. Retirad de mi presencia el estruendo del canto, no quiero escuchar el son de la cítara; fluya como el agua el juicio, la justicia como arroyo perenne."

Salmo Responsorial (Sal 49)
R. Al que sigue buen camino, le haré ver la salvación de Dios.

"Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte; Israel, voy a dar testimonio contra ti; -yo, Dios, tu Dios-." R.

"No te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mí. Pero no aceptaré un becerro de tu casa, ni un cabrito de tus rebaños." R.

"Pues las fieras de la selva son mías, y hay miles de bestias en mis montes; conozco todos los pájaros del cielo, tengo a mano cuanto se agita en los campos." R.

"Si tuviera hambre, no te lo diría: pues el orbe y cuanto lo llena es mío. ¿Comeré yo carne de toros, beberé sangre de cabritos?" R.

"¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos?" R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8, 28-34)

En aquel tiempo llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Desde el cementerio, dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: "¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?" Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando. Los demonios le rogaron: "Si nos echas, mándanos a la piara". Jesús les dijo: "Id". Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua. Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.

29/06/2010, San Pedro y San Pablo, apóstoles

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (12,1-11)

En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo: "Date prisa, levántate." Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió: "Ponte el cinturón y las sandalias." Obedeció, y el ángel le dijo: "Échate el manto y sígueme." Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel. Pedro recapacitó y dijo: "Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos."

Salmo Responsorial (Sal 33)
R. El Señor me libró de todas mis ansias.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R.

Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R.

El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. R.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,6-8.17-18)

Querido hermano: Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-19)

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?" Ellos contestaron: "Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas." Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo." Jesús le respondió: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo."

28/06/2010, Lunes de la 13ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del profeta Amós (2, 6-10. 13-16)

Así dice el Señor: "A Israel, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias; revuelcan en el polvo al desvalido y tuercen el proceso del indigente. Padre e hijo van juntos a una mujer, profanando mi santo nombre; se acuestan sobre ropas dejadas en fianza, junto a cualquier altar, beben vino de multas en el templo de su Dios. Yo destruí a los amorreos al llegar ellos; eran altos como cedros, fuertes como encinas; destruí arriba el fruto, abajo la raíz. Yo os saqué de Egipto, os conduje por el desierto cuarenta años, para que conquistarais el país amorreo. Pues mirad, yo os aplastaré en el suelo, como un carro cargado de gavillas; el más veloz no logrará huir, el más fuerte no sacará fuerzas, el soldado no salvará la vida; el arquero no resistirá, el más ágil no se salvará, el jinete no salvará la vida; el más valiente entre los soldados huirá desnudo aquel día." Oráculo del Señor.

Salmo Responsorial (Sal 49)
R. Atención, los que olvidáis a Dios.

¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos?" R.

"Cuando ves un ladrón, corres con él; te mezclas con los adúlteros; sueltas tu lengua para el mal, tu boca urde el engaño." R.

"Te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre; esto haces, ¿y me voy a callar? ¿Crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara." R.

"Atención, los que olvidáis a Dios, no sea que os destroce sin remedio. El que me ofrece acción de gracias, ése me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios." R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8, 18-22)

En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un letrado y le dijo: "Maestro, te seguiré a donde vayas". Jesús le respondió: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Otro, que era discípulo, le dijo: "Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos".

27/06/2010, Domingo de la 13ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del primer libro de los Reyes (19, 16b. 19-21)

En aquellos días, el Señor dijo a Elías: "Unge profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Prado Bailén." Elías se marchó y encontró a Eliseo, hijo de Safat, arando con doce yuntas en fila, él con la última. Elías pasó a su lado y le echó encima el manto. Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió tras Elías y le pidió: "Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo." Elías le dijo: "Ve y vuelve; ¿quién te lo impide?" Eliseo dio la vuelta, cogió la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio; hizo fuego con aperos, asó la carne y ofreció de comer a su gente; luego se levantó, marchó tras Elías y se puso a su servicio.

Salmo Responsorial (Sal 15)
R. Tú, Señor, eres el lote de mi heredad.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: "Tú eres mi bien." El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. R.

Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R.

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.

Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (5, 1. 13-18)

Hermanos: Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Por tanto, manteneos firmes, y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud. Hermanos, vuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la Ley se concentra en esta frase: "Amarás al prójimo como a ti mismo." Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente. Yo os lo digo: andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais. En cambio, si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la Ley.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9, 51-62)

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: "Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?" Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: "Te seguiré adonde vayas." Jesús le respondió: "Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza." A otro le dijo: "Sígueme." Él respondió: "Déjame primero ir a enterrar a mi padre." Le contestó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios." Otro le dijo: "Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia." Jesús le contestó: "El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios."

26/06/2010, Sábado de la 12ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro de las Lamentaciones (2, 2. 10-14. 18-19)

El Señor destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob, con su indignación demolió las plazas fuertes de Judá; derribó por tierra, deshonrados, al rey y a los príncipes. Los ancianos de Sión se sientan en el suelo silenciosos, se echan polvo en la cabeza y se visten de sayal; las doncellas de Jerusalén humillan hasta el suelo la cabeza. Se consumen en lágrimas mis ojos, de amargura mis entrañas; se derrama por tierra mi hiel, por la ruina de la capital de mi pueblo; muchachos y niños de pecho desfallecen por las calles de la ciudad. Preguntaban a sus madres: "¿Dónde hay pan y vino?", mientras desfallecían, como los heridos, por las calles de la ciudad, mientras expiraban en brazos de sus madres. ¿Quién se te iguala, quién se te asemeja, ciudad de Jerusalén? ¿A quién te compararé, para consolarte, Sión, la doncella? Inmensa como el mar es tu desgracia: ¿quién podrá curarte? Tus profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas; y no te denunciaban tus culpas para cambiar tu suerte, sino que te anunciaban visiones falsas y seductoras. Grita con toda el alma al Señor, laméntate, Sión; derrama torrentes de lágrimas, de día y de noche; no te concedas reposo, no descansen tus ojos. Levántate y grita de noche, al relevo de la guardia; derrama como agua tu corazón en presencia del Señor; levanta hacia él las manos por la vida de tus niños, desfallecidos de hambre en las encrucijadas.

Salmo Responsorial (Sal 73)
R. No olvides sin remedio la vida de tus pobres.

¿Por qué, oh Dios, nos tienes siempre abandonados, y está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño? Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo, de la tribu que rescataste para posesión tuya, del monte Sión donde pusiste tu morada. R.

Dirige tus pasos a estas ruinas sin remedio; el enemigo ha arrasado del todo el santuario. Rugían los agresores en medio de tu asamblea, levantaron sus propios estandartes. R.

En la entrada superior abatieron a hachazos el entramado; después, con martillos y mazas, destrozaron todas las esculturas. Prendieron fuego a tu santuario, derribaron y profanaron la morada de tu nombre. R.

Piensa en tu alianza: que los rincones del país están llenos de violencias. Que el humilde no se marche defraudado, que pobres y afligidos alaben tu nombre. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8, 5-17)

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, un centurión se le acercó diciéndole: "Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho". El le contestó: "Voy yo a curarlo". Pero el centurión le replicó: "Señor, ¿quién soy yo para que entres bajo mi techo? Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace". Cuando Jesús lo oyó quedó admirado y dijo a los que le seguían: "Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del Reino los echarán afuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Y al centurión le dijo: "Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído". Y en aquel momento se puso bueno el criado. Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él con su palabra expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: "El tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades".

26 junio 2010, sábado de la 12ª semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

“Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano”.

Al analizar los textos del Evangelio, es oportuno prestar atención siempre a los pequeños detalles. El centurión es un pagano, un extranjero. No pide nada, sino que apenas informa a Jesús que su empleado está enfermo y que sufre horriblemente. Vemos el amor, la fe, la confianza y la humildad de un centurión, que siente una profunda estima hacia su criado. Se preocupa tanto de él, que es capaz de humillarse ante Jesús y pedirle: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Detrás de esta actitud de la gente ante Jesús está la convicción de que no era necesario insistirle mucho a Jesús. Era suficiente con ponerle en conocimiento los problemas y sufrimientos. Y Jesús haría el resto. ¡Actitud de ilimitada confianza! De hecho, la reacción de Jesús es inmediata: “¡Yo iré a curarle!”

La humildad conquista el corazón de Dios. El centurión se lo roba con unas pocas palabras: “Señor, ¿quién soy yo para que entres bajo mi techo? Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano”. Nosotros estamos llamados a hacer lo mismo, sin perder la ocasión de arrancar al Señor misericordia para nosotros y para los demás. Lo podemos hacer, porque Jesús desea, ardientemente, que todos entremos en su Reino. Él quiere sanarnos del egoísmo y elevar nuestras capacidades, haciéndonos partícipes de su vida. Solo basta abrirnos a sus posibilidades, el resto es su obra.

Y todo desemboca en una serie de actos de fe y confianza. El centurión no se considera digno y, al lado de este sentimiento, manifiesta su fe ante Jesús y ante todos los que estaban allí presentes, de tal manera que Jesús dice: «En Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande» (Mt 8,10).

Podemos preguntarnos qué mueve a Jesús para realizar el milagro. ¡Cuántas veces pedimos y parece que Dios no nos atiende!, y eso que sabemos que Dios siempre nos escucha. ¿Qué sucede, pues? Creemos que pedimos bien, pero, ¿lo hacemos como el centurión? Su oración no es egoísta, sino que está llena de amor, humildad y confianza. Dice san Pedro Crisólogo: «La fuerza del amor no mide las posibilidades (...). El amor no discierne, no reflexiona, no conoce razones. El amor no es resignación ante la imposibilidad, no se intimida ante dificultad alguna». ¿Es así nuestra oración?

¿Es así nuestra fe? «Sólo la fe puede captar este misterio, esta fe que es el fundamento y la base de cuanto sobrepasa a la experiencia y al conocimiento natural» (San Máximo).

Y Jesús previó aquello que estaba aconteciendo en la época en que Mateo escribía su evangelio: “Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

El mensaje de Jesús, la nueva Ley de Dios proclamada en lo alto del Monte de las Bienaventuranzas es una respuesta a los deseos más profundos del corazón humano. Los paganos sinceros y honestos como el centurión y tantos otros que vinieron de Oriente o de Occidente al cobijo y calor de la Iglesia, perciben en Jesús una respuesta a sus inquietudes y le acogen. El mensaje de Jesús es una experiencia profunda de Dios que responde a lo que el corazón humano desea. El Reino de Cristo es Cristo mismo. La amistad verdadera con Cristo es la mejor que podemos tener en esta vida, anticipo de la vida eterna.

Oración final:

Dios y Padre de nuestro salvador Jesucristo, que en María, virgen santa y madre diligente, nos has dado la imagen de la Iglesia; envía tu Espíritu en ayuda de nuestra debilidad, para que perseverando en la fe crezcamos en el amor y avancemos juntos hasta la meta de la bienaventurada esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

25/06/2010, Viernes 12ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de los Reyes (25, 1-12)

El año noveno del reinado de Sedecías, el día diez del décimo mes, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén con todo su ejército, acampó frente a ella y construyó torres de asalto alrededor. La ciudad quedó sitiada hasta el año once del reinado de Sedecías, el día noveno del mes cuarto. El hambre apretó en la ciudad, y no había pan para la población. Se abrió brecha en la ciudad, y los soldados huyeron de noche por la puerta entre las dos murallas, junto a los jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y se marcharon por el camino de la estepa. El ejército caldeo persiguió al rey; lo alcanzaron en la estepa de Jericó, mientras sus tropas se dispersaban abandonándolo. Apresaron al rey y se lo llevaron al rey de Babilonia, que estaba en Ribla, y lo procesó. A los hijos de Sedecías los hizo ajusticiar ante su vista; a Sedecías lo cegó, le echó cadenas de bronce y lo llevó a Babilonia. El día primero del quinto mes, que corresponde al año diecinueve del reinado de Nabucodonosor en Babilonia, llegó a Jerusalén Nabusardán, jefe de la guardia, funcionario del rey de Babilonia. Incendió el templo, el palacio real y las casas de Jerusalén, y puso fuego a todos los palacios. El ejército caldeo, a las órdenes del jefe de la guardia, derribó las murallas que rodeaban a Jerusalén. Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó cautivos al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la plebe. De la clase baja dejó algunos como viñadores y hortelanos.

Salmo Responsorial (Sal 136)
R. Que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti.

Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. R.

Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: "Cantadnos un cantar de Sión." R.

¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. R.

Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8, 1-4)

En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Extendió la mano y lo tocó diciendo: "¡Quiero, queda limpio!" Y en seguida quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés".

25 junio 2010, viernes 12ª semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

1. Introducción:

El evangelio de hoy nos presenta una curación muy singular, la de un leproso (cf. Mc 1, 40-45), que se acercó a Jesús y, de rodillas, le suplicó: "Si quieres, puedes limpiarme". Él, compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo: "Quiero: queda limpio". Al instante se verificó la curación de aquel hombre, al que Jesús pidió que no revelara lo sucedido y se presentara a los sacerdotes para ofrecer el sacrificio prescrito por la ley de Moisés. Aquel leproso curado, en cambio, no logró guardar silencio; más aún, proclamó a todos lo que le había sucedido, de modo que, como refiere el evangelista, era cada vez mayor el número de enfermos que acudían a Jesús de todas partes, hasta el punto de obligarlo a quedarse fuera de las ciudades para que la gente no lo asediara.

Jesús le dijo al leproso: "Queda limpio". Según la antigua ley judía (cf. Lv 13-14), la lepra no sólo era considerada una enfermedad, sino la más grave forma de "impureza" ritual. Correspondía a los sacerdotes diagnosticarla y declarar impuro al enfermo, el cual debía ser alejado de la comunidad y estar fuera de los poblados, hasta su posible curación bien certificada. Por eso, la lepra constituía una suerte de muerte religiosa y civil, y su curación una especie de resurrección.

En la lepra se puede vislumbrar un símbolo del pecado, que es la verdadera impureza del corazón, capaz de alejarnos de Dios. En efecto, no es la enfermedad física de la lepra lo que nos separa de él, como preveían las antiguas normas, sino la culpa, el mal espiritual y moral. Por eso el salmista exclama: "Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado". Y después, dirigiéndose a Dios, añade: "Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: "Confesaré al Señor mi culpa", y tú perdonaste mi culpa y mi pecado" (Sal 32, 1.5).

Los pecados que cometemos nos alejan de Dios y, si no se confiesan humildemente, confiando en la misericordia divina, llegan incluso a producir la muerte del alma. Así pues, este milagro reviste un fuerte valor simbólico. Como había profetizado Isaías, Jesús es el Siervo del Señor que "cargó con nuestros sufrimientos y soportó nuestros dolores" (Is 53, 4). En su pasión llegó a ser como un leproso, hecho impuro por nuestros pecados, separado de Dios: todo esto lo hizo por amor, para obtenernos la reconciliación, el perdón y la salvación.

En el sacramento de la Penitencia Cristo crucificado y resucitado, mediante sus ministros, nos purifica con su misericordia infinita, nos restituye la comunión con el Padre celestial y con los hermanos, y nos da su amor, su alegría y su paz.

Invoquemos a la Virgen María, a quien Dios preservó de toda mancha de pecado, para que nos ayude a evitar el pecado y a acudir con frecuencia al sacramento de la Confesión, el sacramento del perdón, cuyo valor e importancia para nuestra vida cristiana hoy debemos redescubrir aún más.

(Cf.: Alocución de S.S. Benedicto XVI, en el rezo del ángelus del domingo 13 de marzo de 2009)

2. Oración preparatoria hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)

3. Petición: Dame Señor: “Conoscimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda para dellos me guardar, y conoscimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, y gracia para le imitar. (EE 139). Se lo confiamos en las manos de la Virgen Inmaculada.

4. Composición de lugar: Imaginar la escena poniéndome a los pies de Jesús con el leproso y suplicarle: “si quieres puedes limpiarme”. Esperarlo todo de su misericordia. Experimentar, cómo tantas veces en la confesión, que Jesús no tiene reparos en tocarme y curarme de mi lepra.

5. Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría o salve a la Virgen e invocación: “Santa María, Madre de Dios, ruega por mí, pobre pecador.”

6. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al hacer la oración, pedir perdón y proponer enmienda.

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24/06/2010 - Natividad de San Juan Bautista

Lectura del libro de Isaías (49, 1-6)

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso».

Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenla mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza-: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Salmo responsorial (Sal 138, 1-3. 13-14. 15)
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente.

Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. R.

Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente, porque son admirables tus obras; conocías hasta el fondo de mi alma. R.

No desconocías mis huesos, cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R.

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (13, 22-26)

En aquellos días, dijo Pablo: -«Dios nombró rey a David, de quien hizo esta alabanza: “Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos”. Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía: “Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias”. Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: A vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación.»

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1, 57-66. 80)

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban.

A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: - «¡No! Se va a llamar Juan». Le replicaron: - «Ninguno de tus parientes se llama así».

Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: - «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

Prefacio de la Misa la misión del precursor.

“Al celebrar hoy la gloria de Juan el Bautista, precursor de tu Hijo y el mayor de los nacidos de mujer, proclamamos tu grandeza. Porque él saltó de alegría en el vientre de su madre, al llegar el Salvador de los hombres, y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos. Él fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes el Cordero que quita el pecado del mundo. Él bautizó en el Jordán al Autor del bautismo, y el agua viva tiene, desde entonces, poder de salvación para los hombres. Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo”.

24 junio 2010, natividad de Juan el Bautista – Puntos de oración

La fiesta de hoy se enmarca plenamente en la Campaña de la Visitación. De hecho, el evangelio del día es la continuación del episodio de la Visitación, y tiene como protagonistas a Isabel, Zacarías y Juan el Bautista; y, por supuesto, aparecen al fondo de la escena el Señor y Santa María de la Visitación. Invoquemos a la Virgen para que prepare nuestro corazón para la oración de hoy y nos alcance el don de la alegría espiritual. Vamos a fijarnos en tres de los protagonistas:

1) Isabel. Como escribe Abelardo: “Isabel vio lo que ni el mismo san José descubrió. El embarazo de la Virgen anunciaba su maternidad divina y virginal. Y cantó con el júbilo de su hijo, que saltaba de gozo en sus entrañas” (Aguaviva, p. 59). Isabel y Juan son los primeros en recibir el don de la alegría espiritual que trae la Encarnación. Es la alegría que comunica Jesús desde las entrañas de María. La que procede de sintonizar nuestras voluntades con la voluntad del Señor.

Esto es precisamente lo que pedimos en la oración colecta de la misa de hoy: “Oh, Dios, que suscitaste a san Juan Bautista para que preparase a Cristo, el Señor, un pueblo bien dispuesto, concede a tu familia el don de la alegría espiritual y dirige la voluntad de tus hijos por el camino de la salvación y de la paz”.

2) Juan el Bautista. Es “el mayor de los nacidos de mujer”. Fijémonos en él, pues es nuestro modelo como cristiano y como militante. Así nos lo presentaba el P. Morales. Como resume el prefacio de la misa, cuatro rasgos destacan en Juan el Bautista:

a) La alegría, que él recibió y transmitió: “Porque él saltó de alegría en el vientre de su madre, al llegar el Salvador de los hombres, y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos”. Y es que, cuando Dios entra en el hombre, le inunda con su plenitud, y salta de gozo. También nosotros tenemos que ser apóstoles de la alegría. De la alegría auténtica, que procede del Espíritu Santo.

b) La elección de Dios. La partitura de su vida sólo se entiende en “clave de Jesús”. Juan es su precursor. “Él fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes el Cordero que quita el pecado del mundo”.

c) El bautismo, que le da su apodo “el bautista”, y que nos recuerda nuestro bautismo: “Él bautizó en el Jordán al Autor del bautismo, y el agua viva tiene, desde entonces, poder de salvación para los hombres”.

d) El testimonio, que le llevó a dar su vida por el Señor. “Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo”. Podemos preguntarnos: ¿estamos dispuestos a dar nuestra vida por el Señor, en los pequeños detalles de cada día?

3) María. Ella, como siempre, queda oculta en la escena, pero es la que dirige toda la acción. Como escribe el P. Morales: “¿De quién se sirve Dios para capacitar a San Juan para su sublime vocación? De María, que “entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel”. Ella da a luz a Jesús en el alma del Precursor. Dio saltos de gozo el niño en su seno. Con paciencia maternal, ella va modelando su alma”. También María sigue modelando a Jesús en nuestro corazón. María es la misionera del amor, de la alegría, de la humildad. Y nos contagia a sus hijos cuando nos ponemos a su lado y nos metemos en su corazón.

Oración final. Santa María de la Visitación: alcánzanos de tu Hijo el don de la alegría espiritual. Haznos, como Tú, apóstoles de la alegría, y para ello, que nos dejemos llenar por el Espíritu Santo. Santifícanos como a Juan, prepáranos para ser testigos de tu Hijo viviendo nuestro bautismo en los detalles de cada día, empezando por el día de hoy.

23/06/2010, Miércoles de la XIII Semana T.O. (Par)

Lectura del segundo libro de los Reyes (22, 13; 23, 1-3)

En aquellos días, el sumo sacerdote Helcías dijo al cronista Safán: "He encontrado en el templo el libro de la Ley." Entregó el libro a Safán, y éste lo leyó. Luego fue a dar cuenta al rey Josías: "Tus siervos han juntado el dinero que había en el templo y se lo han entregado a los encargados de las obras."

Y le comunicó la noticia: "El sacerdote Helcías me ha dado un libro."

Safán lo leyó ante el rey; y, cuando el rey oyó el contenido del libro de la Ley, se rasgó las vestiduras y ordenó al sacerdote Helcías, a Ajicán, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, al cronista Safán y a Asaías, funcionario real: "Id a consultar al Señor por mí y por el pueblo y todo Judá, a propósito de este libro que han encontrado; porque el Señor estará enfurecido contra nosotros, porque nuestros padres no obedecieron los mandatos de este libro cumpliendo lo prescrito en él."

Ellos llevaron la respuesta al rey, y el rey ordenó que se presentasen ante él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego subió al templo, acompañado de todos los judíos y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, chicos y grandes. El rey les leyó el libro de la alianza encontrado en el templo. Después, en pie sobre el estrado, selló ante el Señor la alianza, comprometiéndose a seguirle y cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y con toda el alma, cumpliendo las cláusulas de la alianza escritas en aquel libro. El pueblo entero suscribió la alianza.

Salmo responsorial (Sal 118)
R. Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes.

Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente. R.

Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón. R.

Guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo. R.

Inclina mi corazón a tus preceptos, y no al interés. R.

Aparta mis ojos de las vanidades, dame vida con tu palabra. R.

Mira cómo ansío tus decretos: dame vida con tu justicia. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7, 15-20)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.

A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis".

23 junio 2010, miércoles de la XIII Semana Tiempo Ordinario – Puntos para la oración

S. Jerónimo nos hace caer en la cuenta de que Jesús nos invita a no detenernos en el “vestido”, en las apariencias, y a tomar como criterio de valoración de la conducta humana los “frutos” que produce.

Ponderando estas palabras del santo, me dediqué a buscar una anécdota.., una ilustración.., un hecho de vida.., que pudiera dar vida a sus palabras, así que te brindo lo que a continuación descubrí...

Una lección de mi padre

Nuestra familia siempre ha estado dedicada a los negocios. Mis seis hermanos y yo trabajamos en el negocio de mi padre, en Mott, Dakota del Norte, un pequeño pueblo en medio de las praderas. Comenzamos a trabajar haciendo diferentes oficios como limpiar el polvo, arreglar las repisas y empacar, y luego progresamos hasta llegar a atender a los clientes. Mientras trabajábamos y observábamos, aprendimos que el trabajo era más que un asunto de supervivencia o para hacer una venta.

Recuerdo una lección de manera especial. Era poco antes de Navidad. Yo estaba en octavo grado y trabajaba en las tardes, organizando la sección de los juguetes. Un niño de cinco o seis años entró en la tienda. Llevaba un viejo abrigo marrón, de puños sucios y ajados. Sus cabellos estaban alborotados, con excepción de un copete que salía derecho de la coronilla. Sus zapatos gastados, con un único cordón roto, me corroboraron que el niño era pobre -demasiado pobre como para comprar algo. Examinó con cuidado la sección de juguetes, tomaba uno y otro, y cuidadosamente los colocaba de nuevo en su lugar.

Papá entro y se dirigió al niño. Sus acerados ojos azules sonrieron y un hoyuelo se formó en sus mejillas mientras preguntaba al niño en qué le podía servir. Éste respondió que buscaba un regalo de Navidad para su hermano. Me impresionó que mi padre lo tratara con el mismo respeto que a un adulto. Le dijo que se tomara su tiempo y mirara todo. Así lo hizo.

Después de veinte minutos, el niño tomó con cuidado el avión de juguete, se dirigió a mi padre, y dijo:

"¿Cuánto vale esto, señor?" "¿Cuanto tienes?", preguntó mi padre.

El niño estiró su mano y la abrió. La mano, por aferrar el dinero, estaba surcada de líneas húmedas de mugre. Tenía dos monedas de diez, una de cinco, y dos centavos -veintisiete centavos. El precio del avión elegido era de tres dólares con noventa y ocho centavos.

"Es casi exacto", dijo mi padre, cerrando la venta. Su respuesta aún resuena en mis oídos. Mientras empacaba el regalo pensé en lo que había visto. Cuando el niño salió de la tienda, ya no advertí el abrigo sucio y ajado, el cabello revuelto ni el cordón roto. Lo que vi fue un niño radiante con su tesoro. (LaVonn Steiner)

Uno se gana la vida con lo que recibe, pero hace su vida con lo que da. Winston Churchill.

“Es decir, que por sus frutos los conoceréis…”
(S. Mateo 7, 20)

22/06/2010, Martes de la 12ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de los Reyes (19, 9b-11. 14-21. 31-35a. 36)

En aquellos días, Senaquerib, rey de Asiria, envió mensajeros a Ezequías, para decirle: "Decid a Ezequías, rey de Judá: "Que no te engañe tu Dios en quien confías, pensando que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. Tú mismo has oído hablar cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países, exterminándolos, ¿y tú te vas a librar?"" Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó; después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró: "Señor, Dios de Israel, sentado sobre querubines; tú solo eres el Dios de todos los reinos del mundo. Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha el mensaje que ha enviado Senaquerib para ultrajar al Dios vivo. Es verdad, Señor: los reyes de Asiria han asolado todos los países y su territorio, han quemado todos sus dioses, porque no son dioses, sino hechura de manos humanas, leño y piedra, y los han destruido. Ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que tú solo, Señor, eres Dios." Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: "Así dice el Señor, Dios de Israel: "He oído lo que me pides acerca de Senaquerib, rey de Asiria. Ésta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: 'Te desprecia y se burla de ti la doncella, la ciudad de Sión; menea la cabeza a tu espalda la ciudad de Jerusalén. Pues de Jerusalén saldrá un resto, del monte Sión los supervivientes. ¡El celo del Señor lo cumplirá! Por eso, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no disparará contra ella su flecha, no se acercará con escudo ni levantará contra ella un talud; por el camino por donde vino se volverá, pero no entrará en esta ciudad -oráculo del Señor-. Yo escudaré a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi siervo.""Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, se volvió a Nínive y se quedó allí.

Salmo Responsorial (Sal 47)
R. Dios ha fundado su ciudad para siempre.

Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, su monte santo, altura hermosa, alegría de toda la tierra. R.

El monte Sión, vértice del cielo, ciudad del gran rey; entre sus palacios, Dios descuella como un alcázar. R.

Oh, Dios, meditamos tu misericordia en medio de tu templo: como tu renombre, oh Dios, tu alabanza llega al confín de la tierra; tu diestra está llena de justicia. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7, 6. 12-14)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos".

22 junio 2010, martes de la 12ª semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

No se puede entrar en ese contacto personal con el Señor sin el esfuerzo personal que supone poner los medios necesarios para estar en su presencia. Es necesario el silencio, la soledad, el desprendimiento de toda ocupación. Ahora sólo se trata de dedicar unos minutos exclusivamente para el Señor, mi Dios y Padre

En el evangelio de hoy el Señor me habla con mucha claridad: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros”.

Los dones que hemos recibido desde la vida y el bautismo y que nos renueva cada día por medio de la gracia no la podemos desperdiciar, es de un valor incalculable. Nuestra vida tiene sentido. Sabemos hacia dónde nos dirigimos.

El Señor, nos sigue recordando de forma imperativa: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la ley y los profetas”. Con esto nos quiere decir que viviendo así, con este criterio cumplimos todos los mandamientos: “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.

De nuevo el Señor nos sacude para no caer en el sueño y de nuevo recurre a su plena autoridad: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha y espaciosa es la puerta que lleva a la perdición y muchos entran por ella”.

A veces nos gustaría que no aparecieran expresiones tan claras en el Evangelio, o por lo menos que fueran más suaves para poderlas reinterpretar, o que alguna página del Evangelio no apareciera. Pero esta es la realidad.

Vamos a pedir al Señor que nos comunique la luz y la fortaleza para entender su Palabra y la fuerza para cumplirla. Si se lo pedimos con sencillez y perseverancia esta ayuda nunca nos va a faltar. Él ya sabe de qué barro estamos hechos lo que quiere es que nos sintamos pobres y recurramos a Él. Siempre está dispuesto a inundarnos de su misericordia.

Petición:

Señor, concédenos se graben a fuego en nuestro corazón estas palabras que hoy nos recuerdas en el Evangelio:

“Tratad a los demás como queréis que ellos os trate”. Es una forma práctica de vivir el olvido de sí, núcleo esencial de nuestra Campaña de la Visitación.

“Entrad por la puerta estrecha”. Es el camino seguro que lleva a la salvación

21/06/2010, Lunes de la 12ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de los Reyes (17, 5-8. 13-15a. 18)

En aquellos días, Salmanasar, rey de Asiría, invadió el país y asedió a Samaria durante tres años. El año noveno de Oseas, el rey de Asiría conquistó Samaria, deportó a los israelitas a Asiría y los instaló en Jalaj, junto al Jabor, río de Gozán, y en las poblaciones de Media. Eso sucedió porque, sirviendo a otros dioses, los israelitas habían pecado contra el Señor, su Dios, que los habla sacado de Egipto, del poder del Faraón, rey de Egipto; procedieron según las costumbres de las naciones que el Señor había expulsado ante ellos y que introdujeron los reyes nombrados por ellos mismos. El Señor había advertido a Israel y Judá por medio de los profetas y videntes: -«Volveos de vuestro mal camino, guardad mis mandatos y preceptos, siguiendo la ley que di a vuestros padres, que les comuniqué por medio de mis siervos, los profetas.» Pero no hicieron caso, sino que se pusieron tercos, como sus padres, que no confiaron en el Señor, su Dios. Rechazaron sus mandatos y el pacto que había hecho el Señor con sus padres, y las advertencias que les hizo. El Señor se irritó tanto contra Israel que los arrojó de su presencia. Sólo quedó la tribu de Judá.

Salmo responsorial (Sal 59, 3. 4-5. 12-13)
R. Que tu mano salvadora, Señor, nos responda.

Oh Dios, nos rechazaste y rompiste nuestras filas estabas airado, pero restáuranos. R.

Has sacudido y agrietado el país: repara sus grietas, que se desmorona. Hiciste sufrir un desastre a tu pueblo, dándole a beber un vino de vértigo. R.

Tú, oh Dios, nos has rechazado y no sales ya con nuestras tropas. Auxílianos contra el enemigo, que la ayuda del hombre es inútil.

Con Dios haremos proezas, él pisoteará a nuestros enemigos. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,1-5)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Déjame que te saque la mota del ojo", teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»

21 junio, lunes de la 12ª semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Petición: Permíteme, Señor, ver mis defectos antes de corregir los de los demás.

Una llamada urgente: La llamada que por los profetas el Señor hacía a Israel sigue hoy más viva que nunca en nuestra sociedad. ¿O es que acaso Dios no podría hoy decirnos esto mismo?

-«Volveos de vuestro mal camino, guardad mis mandatos y preceptos, siguiendo la ley que di a vuestros padres, que les comuniqué por medio de mis siervos, los profetas.»

Meditamos en estas situaciones sociales en las que nos estamos alejando del Señor.

Seguro que nos salen unas cuantas. Y es que, a pesar de la voz profética de la Iglesia, hoy rechazamos las normas dadas a nuestros padres y rompemos con la vida, con la familia, con el respeto a la mujer, con la sexualidad, con…

Es cierto. Cada vez vemos una sociedad más alejada de Dios y de sus preceptos. Un mundo que va a su propia destrucción. Una humanidad que se dirige al abismo. No sólo en cuanto a la vida eterna, sino que aquí mismo está destruyendo los cimientos que la sostienen.

La viga en mi ojo: Pero en seguida la voz de Jesús me alerta. ¡Mírate a ti mismo! Porque esos criterios tan mundanos que criticas los tienes bien enraizados en tu corazón. En él, quizás en secreto, quizás solapadamente, habita el deseo de tener más y más cosas, las últimas y más modernas. Está el deseo de aparentar. Tienes tu corazón ensuciado por la impureza. Relativizas las normas morales –especialmente cuando es para cumplirlas tú, o por miedo al qué dirán, a quedar mal, a ser políticamente incorrecto…-.

«Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»

Hoy las lecturas son una doble llamada. A una revisión de mi vida y a ayudar a mi hermano a mejorar la suya. Pero en ese orden. Así que manos a la obra en este tiempo de oración de hoy. Señor, ayúdame a ver qué tengo que cambiar en mi vida. Dame luz para verlo con claridad y fuerza para realizarlo.

20/06/2010, Domingo de la 12ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la profecía de Zacarías (12,10-11;13,1)

Así dice el Señor: «Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como se llora al primogénito. Aquel día, será grande el luto en Jerusalén, como el luto de Hadad-Rimón en el valle de Meguido.» Aquel día, se alumbrará un manantial, a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén, contra pecados e impurezas.

Salmo responsorial (Salmo 62)
R.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R.

¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R.

Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. R.

Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (3,26-29)

Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,18-24)

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.»

20 junio 2010, domingo de la 12ª semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Comenzamos nuestra oración con el ofrecimiento de obras a Dios. Todo lo que hacemos, todo lo que pensamos, todo lo que somos lo ponemos en manos de Dios para que él le dé sentido a todo.

Comienza la estación del verano y el salmo que leemos y rezamos hoy, lo entendemos mejor así. ¡Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío! Mi alma, reseca por el pecado, reseca porque se ha saciado de las arenas de los placeres y de la superficialidad, tiene ahora sed. Pero, como otras veces, puedo intentar saciarme de otras aguas. Jesús, explica a la Samaritana junto al pozo que él es la verdadera agua que sacia la sed de tal manera que ya nunca tendremos que ir a buscar más agua. ¡Dame de esa agua, Señor! Antiguo y Nuevo testamento se complementan para explicarnos el sentido del agua.

¿Qué es la oración sino un saciarse del agua del Señor? Llegamos secos y nos vamos, ojalá, saciados. Sólo hemos tenido que poner el cántaro debajo de la fuente y él solito se ha llenado.

Y una vez comenzada la oración, así, con deseos de ser saciados, hoy el Señor no se queda corto. Va a llenar hasta rebosar nuestro cántaro. En el evangelio nos dice varias cosas. Nos hace, primero una pregunta, que no por haberla escuchado más veces es menos importante. Deberíamos hacérnosla todos los días: ¿Quién es Cristo para mí, hoy? ¿Quién dices tú que es Jesús? Lo que diga la gente ya nos da igual, lo que importa ahora es nuestra respuesta.

Lo segundo que nos dice es que el Hijo del hombre tiene mucho que sufrir. Y así fue y así sigue siendo en su cuerpo que es la Iglesia. Y que si queremos ser cristianos comprometidos sólo nos queda cargar con nuestra cruz y seguirle. Comenzamos estos días las marchas y acampadas por la montaña, y sabemos lo que es cargar un peso a la espalda. La cruz que tendremos que llevar no está preparada por nosotros mismos, sino por Dios, y por eso sabemos que tendrá el peso adecuado a nuestras posibilidades aunque a nosotros nos parezca a veces insufrible. Cargarla con alegría y buen ánimo hará que tengamos un camino más descansado.

Lo tercero que dice este evangelio es que la entrega definitiva, perder la vida por Cristo, es la única manera de ganar la vida. La Hermana Glenda lo canta muy bien. Nos puede servir como ambientación de la oración escuchar esta canción y repetirla suavemente hasta que penetre en nuestro corazón. No temamos nada, Dios sabe a quién ha elegido.

Descargar el mp3 de la canción: por ejemplo del link: http://www.mimp3.net/music/hna-glenda-quien-pierde-su-vida-la-encuentra_1eef69.html

19/06/2010, Sábado de la 11ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de las Crónicas (24, 17-25)

Cuando murió Yehoyadá, las autoridades de Judá fueron a rendir homenaje al rey, y éste siguió sus consejos; olvidando el templo del Señor, Dios de sus padres, dieron culto a las estelas y a los oídos. Este pecado desencadenó la cólera de Dios contra Judá y Jerusalén. Les envió profetas para convertirlos, pero no hicieron caso de sus amonestaciones. Entonces el espíritu de Dios se apoderó de Zacarías, hijo del sacerdote Yehoyadá, que se presentó ante el pueblo y le dijo: "Así dice Dios: ¿Por qué quebrantáis los preceptos del Señor? Vais a la ruina. Habéis abandonado al Señor, y él os abandona." Pero conspiraron contra él y lo lapidaron en el atrio del templo por orden del rey. El rey Joás, sin tener en cuenta los beneficios recibidos de Yehoyadá, mató a su hijo, que murió diciendo: "¡Que el Señor juzgue y sentencie!" Al cabo de un año, un ejército de Siria se dirigió contra Joás, penetró en Judá, hasta Jerusalén, mató a todos los jefes del pueblo y envió todo el botín al rey de Damasco. El ejército de Siria era reducido, pero el Señor le entregó un ejército enorme, porque el pueblo había abandonado al Señor, Dios de sus padres. Así se vengaron de Joás. Al retirarse los sirios, dejándolo gravemente herido, sus cortesanos conspiraron contra él para vengar al hijo del sacerdote Yehoyadá. Lo asesinaron en la cama y murió. Lo enterraron en la Ciudad de David, pero no le dieron sepultura en las tumbas de los reyes.

Salmo Responsorial (Sal 88)
R. Le mantendré eternamente mi favor.

Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: "Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades." R.

"Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable; le daré una posteridad perpetua y un trono duradero como el cielo." R.

"Si sus hijos abandonan mi ley y no siguen mis mandamientos, si profanan mis preceptos y no guardan mis mandatos." R.

"Castigaré con la vara sus pecados y a latigazos sus culpas; pero no les retiraré mi favor ni desmentiré mi fidelidad." R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6, 24-34)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso al segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: no estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan, y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y yo os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.

19 junio 2010, sábado de la 11ª semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

“Nadie puede estar al servicio de dos amos”

Una invocación profunda y confiada al Espíritu Santo para que nos ayude a discernir en el servicio a nuestro Dios.

En este mes de Junio, dedicado al Corazón de Jesús, hemos de centrar nuestra oración y nuestra actividad en esta devoción por excelencia para el cristiano. Sin ella es muy difícil darnos cuenta de esta afirmación tan clara del Evangelio de este día: “Nadie puede estar al servicio de dos amos”

Nosotros pensamos muchas veces que podemos estar con Dios y con el mundo, con el bien y con el mal, con los que siguen a Cristo y con los que lo persiguen, con buenos criterios morales y con una manga ancha para lo que se presente. Pues no, no se puede servir a dos amos. Hay que tomar una opción clara por Cristo y su Evangelio, y todo lo demás es andar a medias, engañándonos a nosotros mismos y a los demás.

Por eso mismo, nuestra oración de este sábado nos debe de llevar a clarificar y abrazar cuál es el amor de mi vida. Mientras esto no esté bien puesto en nuestras vidas, andaremos muy perdidos y dando tumbos a un lado y a otro.

Pero cuando el punto central de nuestro amor es Jesucristo, entonces ya no hemos de tener aquellas preocupaciones que nos quitan muchas veces la paz.

El mismo Jesús nos dice: “No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir”. Pues Dios es tan grande y tan bueno que se encarga de facilitar a sus hijos aquello que precisan para vivir dignamente. ¿No lo hace incluso con las hierbas del campo y las aves del cielo?

Por eso mismo la oración de cada día toma cada vez más importancia y se va haciendo no solo necesaria, sino imprescindible, para los que de verdad quieren amar y servir a Dios y a nada más. ¡Tú solo eres mi Señor!

En este sábado tenemos como modelo a María la Virgen, que sirvió solamente a Dios. “He aquí la esclava del Señor”. Y se confió de tal manera que supo abandonarse en manos de Aquel a quien se entregó.

Que nosotros también, contemplando a María, metiéndonos en el Corazón de Cristo, descubramos con la mayor claridad posible y nos adhiramos con todas nuestras fuerzas a este Señor que nunca esclaviza, sino que salva al que le sigue.

Amén

18/06/2010, Viernes de la 11ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de los Reyes (11, 1-4.9-18. 20)

En aquellos días, cuando Atalía, madre del rey Ocozías, vio que su hijo había muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio; así, se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo escondido con ella en el templo durante seis años, mientras en el país reinaba Atalía. El año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los centuriones de los caria s y de la escolta; los llamó a su presencia, en el templo, se juramentó con ellos y les presentó al hijo del rey. Los centuriones hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban libres, y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los centuriones las lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo. Los de la escolta empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y el templo, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger al rey. Entonces Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió rey, y todos aplaudieron, aclamando: -«¡Viva el rey!» Atalía oyó el clamor de la tropa y se fue hacia la gente, al templo. Pero, cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, ya los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta y las trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó: -«¡Traición, traición!» El sacerdote Yehoyadá ordenó a los centuriones que mandaban las fuerzas: -«Sacadla del atrio. Al que la siga lo matáis.» Pues no quería que la matasen en el templo. La fueron empujando con las manos y, cuando llegaba a palacio por la puerta de las caballerizas, allí la mataron. Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, para que éste fuera el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de Baal; lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a Matán, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar. El sacerdote Yehoyadá puso guardias en el templo. Toda la población hizo fiesta, y la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado en el palacio.

Salmo responsorial (Sal 131, 11. 12. 13-14. 17-18)
R. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

El Señor ha jurado a David una promesa que no retractará: «A uno de tu linaje pondré sobre tu trono.» R.

«Si tus hijos guardan mi alianza y los mandatos que les enseño, también sus hijos, por siempre, se sentarán sobre tu trono.» R.

Porque el Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella: «Ésta es mi mansión por siempre, aquí viviré porque la deseo.» R.

«Haré germinar el vigor de David, enciendo una lámpara para mi Ungido. A sus enemigos los vestiré de ignominia, sobre él brillará mi diadema.» R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6, 19-23)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad! »

18 junio 2010, viernes de la 11ª semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

CICLO C Mt 6 19-23

Iniciamos la oración considerando cómo Dios me está esperando, me mira complacido. La mirada de Dios no es una mirada neutra, es una mirada penetrante y amorosa. Sentir la mirada que un día le regaló al joven rico “fijando en él la mirada lo amó”.

Hoy en el evangelio Jesús nos hace la recomendación de que no acumulemos tesoros en la tierra porque no nos servirá para nada. La diferencia que hay entre propiedad que es necesaria para vivir, para trabajar y tesoro que es aquello que se acumula pero no se usa, que complace el sentirse rico pero que no tiene utilidad, que es superfluo. Es como aquella persona que ocupa dos asientos en el teatro mientras hay otras personas que están de pie. El tesoro no tiene poder de protegernos, es decir, de salvarnos.

La expresión metafórica de “acumulad tesoros en el cielo” San Juan Crisóstomo lo explica, concretamente, hablando de la limosna. El dinero, el tiempo, nuestra entrega, etc. que damos a los demás es como si se transfiriera del banco de este mundo a la eternidad, donde reencontraremos todo lo que hemos dado con amor y concluye con esta frase: “El hombre posee verdaderamente sólo lo que ha regalado”.

El tesoro del cielo es lo que perfecciona a la persona y que un día resplandecerá en la eternidad como la imagen de Dios que nos hemos esforzado en hacer crecer dentro de nosotros y que es invisible aquí en la tierra.

La lámpara del cuerpo es el ojo y si este está enfermo nos impedirá ver bien. La visión interior si la tenemos enferma nos hará dar importancia a cosas sin valor y no dar importancia a la salvación de Dios. Si la visión interior está enferma es cuando tenemos una maravillosa clarividencia para ver los defectos de los demás y para ocultar los propios.

Para tener una buena visión ayuda mucho las gafas, es decir la lectura frecuente del evangelio y así poder ver el mundo con su ayuda, con la misma luz con que veremos en la eternidad.

Al terminar la oración hagamos un pequeño examen de cómo nos ha ido, que luces me ha concedido el Señor para así poder ponerlas en práctica. Además de dar gracias a Dios por estar en su presencia pidiéndole que le conozca y que me conozca.

17/06/2010, Jueves de la 11ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Eclesiástico (48, 1-15)

Surgió Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido. Les quitó el sustento del pan, con su celo los diezmó; con el oráculo divino sujetó el cielo e hizo bajar tres veces el fuego. ¡Qué terrible eras, Elías!; ¿quién se te compara en gloria? Tú resucitaste un muerto, sacándolo del abismo por voluntad del Señor; hiciste bajar reyes a la tumba y nobles desde sus lechos; ungiste reyes vengadores y nombraste un profeta como sucesor. Escuchaste en Sinaí amenazas y sentencias vengadoras en Horeb. Un torbellino te arrebató a la altura; tropeles de fuego, hacia el cielo. Está escrito que te reservan para el momento de aplacar la ira antes de que estalle, para reconciliar a padres con hijos, para restablecer las tribus de Israel. Dichoso quien te vea antes de morir, y más dichoso tú que vives. Elías fue arrebatado en el torbellino, y Eliseo recibió dos tercios de su espíritu. En vida hizo múltiples milagros y prodigios, con sólo decirlo; en vida no temió a ninguno, nadie pudo sujetar su espíritu; no hubo milagro que lo excediera: bajo él revivió la carne; en vida hizo maravillas y en muerte obras asombrosas.

Salmo Responsorial (Sal 96)
R. Alegraos, justos, con el Señor.

El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono. R.

Delante de él avanza fuego, abrasando en torno a los enemigos; sus relámpagos deslumbran el orbe, y, viéndolos, la tierra se estremece. R.

Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

Los que adoran estatuas se sonrojan, los que ponen su orgullo en los ídolos; ante él se postran todos los dioses. R.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (6, 7-15)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando recéis no uséis muchas palabras, como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis. Vosotros rezad así: Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos hoy el pan nuestro; perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido; no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno. Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.

17 junio 2010, jueves de la 11ª semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

¡Oh, Corazón de Jesús, en este día como en todos los de este mes, comenzamos invocándote y hoy 17 de junio como NUESTRA FORTALEZA.

Que todas nuestras intenciones, acciones y operaciones de este día sean dirigidas a Ti, en tu servicio y alabanza.

Te pedimos gracia para conocer los engaños del enemigo que siempre está alerta para torpedear la vocación a la que soy llamado.

Nada mejor para la oración de estos días que las palabras que escribe el P. Tomás Morales. Por eso transcribo las que pone para este día. Pero antes una pregunta: Te has preguntado cómo hacía oración el Padre”. Busca en los textos que nos ha dejado para estos días del mes de junio y lo encontrarás. La de hoy es un tesoro, un diálogo de tú a tú que te va impresionar:

“Nosotros aceptamos la Trinidad y la Eucaristía con amor y sin escándalo, pero hay un misterio Tuyo el misterio de la Cruz, ante el que sentimos estremecimiento y rebeldía.

Tú varón de dolores, hecho al desierto, al odio, la sed, la intemperie. Tú, con las privaciones de tu vida apostólica y el exceso de Tu Viernes Santo, trazas unos caminos nuevos, desconcertantes. Haznos comprender el sentido del dolor. Eso nuestro, tan nuestro, que tiene el insospechado destino de completar tu Pasión, de colmar en nosotros lo que falta a Tus sufrimientos en bien del Cuerpo Místico que es tu Iglesia.

Ayúdanos, Señor. Queremos palpitar el ritmo de Tu Corazón traspasado, al ritmo de esta hora de dolor que vive Tu mundo.

Otórganos aceptar gozosos toda la dureza de nuestra vida de apóstoles, indeclinables en nuestras renuncias, austeros, predicadores de penitencia en sencillez y amor.

Unidos a Ti, Hostia Santa, Pura e Inmaculada, con nuestra mayor y constante mortificación en todas las cosas posibles, haremos de nosotros un sacrificio continuo a gloria Tuya y salvación del prójimo.

Corazón de Jesús, Fortaleza de los mártires, En ti confiamos.”

El Padre nos coloca en el lugar donde podemos encontrar la solución a todo lo que buscamos a nuestros sufrimientos apostólicos, profesionales, familiares, sociales, económicos y políticos que no son pocos en los momentos actuales: SU CORAZÓN.

Ahí vamos a encontrar la FORTALEZA necesaria, el ardor para la lucha por sacar del pecado a los jóvenes en este verano que es invierno para sus almas, como él nos decía.

Tú sabes bien que la Fortaleza es una virtud, pero también es un don del Espíritu Santo. Y la virtud la puedes cultivar con la oración, penitencia, campaña de la Visitación, olvidándote de ti mismo, no quejándote, procurando lo mejor para los demás. Estos tres puntos que tanto conforman la fortaleza. Pero cuanto más subimos pro este camino, más tenemos que bajar y reconocer que es un DON que se recibe no por méritos propios, sino confiando en su Corazón. Esta es la armadura que nos debe envolver: Confianza en Él. Solo en Él. Son los bizarros soldados revestidos de su fuerza, saltan de gozo como los mártires ante las más espeluznantes torturas. La fuerza de Dios penetra en el alma, se apropia de ella, triunfa de cualquier debilidad pues ¿Quién nos podrá separar de ese horno ardiente de Caridad que es su Corazón?

16/6/2010, Miércoles de la 11ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de los Reyes (2. 1. 6-14)

Cuando el Señor iba a arrebatar a Elías al cielo en el torbellino, Elías y Elíseo se marcharon de Guilgal. Llegaron a Jericó, y Elías dijo a Elíseo: -«Quédate aquí, porque el Señor me envía solo hasta el Jordán. » Eliseo respondió: -« ¡Vive Dios! Por tu vida, no te dejaré.» Y los dos siguieron caminando. También marcharon cincuenta hombres de la comunidad de profetas y se pararon frente a ellos, a cierta distancia. Los dos se detuvieron junto al Jordán; Elías cogió su manto, lo enrolló, golpeó el agua, y el agua se dividió por medio, y as! pasaron ambos a pie enjuto. Mientras pasaban el río, dijo Elías a Elíseo: -«Pídeme lo que quieras antes de que me aparten de tu lado.» Eliseo pidió: -«Déjame en herencia dos tercios de tu espíritu.» Elías comentó: -« ¡No pides nada! Si logras verme cuando me aparten de tu lado, lo tendrás; si no me ves, no lo tendrás.» Mientras ellos seguían conversando por el camino, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino. Eliseo lo miraba y gritaba: -« ¡Padre mío, padre mío, carro y auriga de Israel! » Y ya no lo vio más. Entonces agarró su túnica y la rasgó en dos; luego recogió el manto que se le había caído a Elías, se volvió y se detuvo a la orilla del Jordán; y agarrando el manto de Elías, golpeó el agua diciendo: -« ¿Dónde está el Dios de Elías, dónde?» Golpeó el agua, el agua se dividió por medio, y Eliseo cruzó.

Salmo responsorial (Sal 30, 20. 21. 24)
R. Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor

Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos. R.

En el asilo de tu presencia l os escondes de las conjuras humanas; los ocultas de tu tabernáculo, frente a las lenguas pendencieras. R.

Amad al Señor, fieles suyos; el Señor guarda a sus leales, y a los soberbios les paga con creces. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6, 1-6- 16-18)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»

16 junio 2010, miércoles de la 11ª semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Vamos a hacer oración con la primera lectura principalmente y con esa relación entre Elías y Eliseo, de maestro y discípulo, los dos compartiendo una misma misión profética.

Petición: Concédeme, Señor, compartir el Espíritu, si quiera en dos tercios, de quienes me han precedido.

Oración: Leemos con detenimiento el texto de la primera lectura. Es el momento de la despedida del gran profeta Elías y en el que su discípulo, que le amaba tiernamente, como a un padre, siente el desgarrón de quedarse solo. Y la incertidumbre de saber cumplir la misión profética, ahora que no tiene al maestro a su lado.

No es una situación tan extraña. Todo el que ha vivido al lado de un gran hombre, de un hombre de Dios, siente que no será capaz de llevar la misión adelante, con el mismo carisma que él la llevó. Y al desaparecer éste, se siente inseguro.

Oramos la vida: ¿No nos ha pasado eso a nosotros institucionalmente y personalmente? Al desaparecer el Padre Morales, al quedar Abelardo reducido en sus capacidades por la enfermedad, ¿no sentimos la orfandad que sentía Eliseo? Nos gustaría tener al menos -¿qué tanto por ciento?- parte de su carisma, de su fuerza, de su espíritu… Viendo el DVD de Abelardo estos días, así lo comentaba algún militante.

Continuadores de una misión y huérfanos al mismo tiempo. Enviados por Dios y dejados de su mano. ‘¿Dónde está el Dios de Elías?’, exclama nuestra alma ante las dificultades de la vida, ante ríos que parecen insuperables pues ya no hay puentes ni guías para cruzarlos.

  • ¿Siento yo en mi vida esa necesidad de guía? ¿Me siento a veces solo, sin rumbo, desorientado en mi misión?
  • Pido luz al Señor para saber afrontar con confianza esas situaciones.

El Dios de Eliseo: ‘Dios no es un Dios de muertos sino de vivos’, había dicho un día Jesús. El Dios de Elías, es el Dios de Eliseo. Y su fuerza se transmite en ese milagro que le permite pasar el río. El Dios de Abelardo o del Padre Morales es el Dios mío. Seguramente no me dará un tanto por ciento de su espíritu, de sus capacidades, de su carisma personal. Pero me dará el cien por ciento de mi propio espíritu. Y me dará en plenitud su propio Espíritu, el Espíritu Santo.

Sin miedo enfrento mi misión y mi reto. En mi pequeñez, en mis limitaciones, sé que Dios es el que va a actuar, que no depende de mi carisma personal o de capacidad de comunicación. Depende de que le deje actuar a Él en mí. Al Dios de Eliseo y de Abelardo. Al Dios de Elías y del Padre Morales.

Porque, como dice Jesús en el evangelio, lo importante es que mi Padre, el Dios de Elías, que está en lo escondido, ve mi corazón. Y ahí el puede hacer milagros, si me hago pequeño, sino crezco en vanidad, si le dejo hacer a Él.

  • Le pido al Espíritu Santo el don de Fortaleza para la labor de ser testigo en el mundo a la que estoy llamado como laico cristiano. Y en concreto le pido esa fortaleza para la dificultad interna o externa que más me preocupe ahora.

15/06/2010, Martes de la 11ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del primer libro de los Reyes (21, 17-29)

Después de la muerte de Nabot, el Señor dirigió la palabra a Elías, el tesbita: "Anda, baja al encuentro de Ajab, rey de Israel, que vive en Samaria. Mira, está en la viña de Nabot, adonde ha bajado para tomar posesión. Dile: "Así dice el Señor: '¿Has asesinado, y encima robas?, Por eso, así dice el Señor: 'En el mismo sitio donde los perros han lamido la sangre de Nabot, a ti también los perros te lamerán la sangre."" Ajab dijo a Elías: "¿Conque me has sorprendido, enemigo mío?" Y Elías repuso: "¡Te he sorprendido! Por haberte vendido, haciendo lo que el Señor reprueba, aquí estoy para castigarte; te dejaré sin descendencia, te exterminaré todo israelita varón, esclavo o libre. Haré con tu casa como con la de Jeroboán, hijo de Nabal, y la de Basá, hijo de Ajías, porque me has irritado y has hecho pecar a Israel. También ha hablado el Señor contra Jezabel: "Los perros la devorarán en el campo de Yezrael. " A los de Ajab que mueran en poblado los devorarán los perros, y a los que mueran en descampado los devorarán las aves del cielo." Y es que no hubo otro que se vendiera como Ajab para hacer lo que el Señor reprueba, empujado por su mujer Jezabel. Procedió de manera abominable, siguiendo a los ídolos, igual que hacían los amorreos, a quienes el Señor había expulsado ante los israelitas. En cuanto Ajab oyó aquellas palabras, se rasgó las vestiduras, se vistió un sayal y ayunó; se acostaba con el sayal puesto y andaba taciturno. El Señor dirigió la palabra a Elías, el tesbita: "¿Has visto cómo se ha humillado Ajab ante mí? Por haberse humillado ante mí, no lo castigaré mientras viva; castigaré a su familia en tiempo de su hijo."

Salmo Responsorial (Sal 50)
R. Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. R.

Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío, y cantará mi lengua tu justicia. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5, 43-48)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestro hermano, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto".

14/06/2010, Lunes de la 11ª semana de Tiempo Ordinario

Lectura del primer libro de los Reyes (21, 1-16)

Por aquel tiempo, Nabot, el de Yezrael, tenía una viña pegando al palacio de Ajab, rey de Samaria. Ajab le propuso: "Dame la viña para hacerme yo una huerta, porque está al lado, pegando a mi casa; yo te daré en cambio una viña mejor o, si prefieres, te pago en dinero." Nabot respondió: "¡Dios me libre de cederte la heredad de mis padres!" Ajab marchó a casa malhumorado y enfurecido por la respuesta de Nabot, el de Yezrael, aquello de: "No te cederé la heredad de mis padres." Se tumbó en la cama, volvió la cara y no quiso probar alimento. Su esposa Jezabel se le acercó y le dijo: "¿Por qué estás de mal humor y no quieres probar alimento?" Él contestó: "Es que hablé a Nabot, el de Yezrael, y le propuse: "Véndeme la viña o, si prefieres, te la cambio por otra." Y me dice: "No te doy mi viña."" Entonces Jezabel dijo: "¿Y eres tú el que manda en Israel? ¡Arriba! A comer, que te sentará bien. ¡Yo te daré la viña de Nabot, el de Yezrael!" Escribió unas cartas en nombre de Ajab, las selló con el sello del rey y las envió a los ancianos y notables de la ciudad, paisanos de Nabot. Las cartas decían: "Proclamad un ayuno y sentad a Nabot en primera fila. Sentad en frente a dos canallas que declaren contra él: "Has maldecido a Dios y al rey.,' Lo sacáis afuera y lo apedreáis hasta que muera." Los paisanos de Nabot, los ancianos y notables que vivían en la ciudad, hicieron tal como les decía Jezabel, según estaba escrito en las cartas que habían recibido. Proclamaron un ayuno y sentaron a Nabot en primera fila; llegaron dos canallas, se le sentaron enfrente y testificaron contra Nabot públicamente: "Nabot ha maldecido a Dios y al rey." Lo sacaron fuera de la ciudad y lo apedrearon hasta que murió. Entonces informaron a Jezabel: "Nabot ha muerto apedreado." En cuanto oyó Jezabel que Nabot había muerto apedreado, dijo a Ajab: "Hala, toma posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael, que no quiso vendértela. Nabot ya no vive, ha muerto." En cuanto oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a tomar posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael.

Salmo Responsorial (Sal 5)
R. Atiende a mis gemidos, Señor.

Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos, haz caso de mis gritos de auxilio, Rey mío y Dios mío. R.

Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped, ni el arrogante se mantiene en tu presencia. R.

Detestas a los malhechores, destruyes a los mentirosos; al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5, 38-42)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Sabéis que está mandado: "Ojo por ojo, diente por diente". Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñalo dos; a quien te pide, dale; y al que te pide prestado, no lo rehúyas".

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