Petición: Permíteme, Señor, ver mis defectos antes de corregir los de los demás.
Una llamada urgente: La llamada que por los profetas el Señor hacía a Israel sigue hoy más viva que nunca en nuestra sociedad. ¿O es que acaso Dios no podría hoy decirnos esto mismo?
-«Volveos de vuestro mal camino, guardad mis mandatos y preceptos, siguiendo la ley que di a vuestros padres, que les comuniqué por medio de mis siervos, los profetas.»
Meditamos en estas situaciones sociales en las que nos estamos alejando del Señor.
Seguro que nos salen unas cuantas. Y es que, a pesar de la voz profética de la Iglesia, hoy rechazamos las normas dadas a nuestros padres y rompemos con la vida, con la familia, con el respeto a la mujer, con la sexualidad, con…
Es cierto. Cada vez vemos una sociedad más alejada de Dios y de sus preceptos. Un mundo que va a su propia destrucción. Una humanidad que se dirige al abismo. No sólo en cuanto a la vida eterna, sino que aquí mismo está destruyendo los cimientos que la sostienen.
La viga en mi ojo: Pero en seguida la voz de Jesús me alerta. ¡Mírate a ti mismo! Porque esos criterios tan mundanos que criticas los tienes bien enraizados en tu corazón. En él, quizás en secreto, quizás solapadamente, habita el deseo de tener más y más cosas, las últimas y más modernas. Está el deseo de aparentar. Tienes tu corazón ensuciado por la impureza. Relativizas las normas morales –especialmente cuando es para cumplirlas tú, o por miedo al qué dirán, a quedar mal, a ser políticamente incorrecto…-.
«Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»
Hoy las lecturas son una doble llamada. A una revisión de mi vida y a ayudar a mi hermano a mejorar la suya. Pero en ese orden. Así que manos a la obra en este tiempo de oración de hoy. Señor, ayúdame a ver qué tengo que cambiar en mi vida. Dame luz para verlo con claridad y fuerza para realizarlo.