“Nadie puede estar al servicio de dos amos”
Una invocación profunda y confiada al Espíritu Santo para que nos ayude a discernir en el servicio a nuestro Dios.
En este mes de Junio, dedicado al Corazón de Jesús, hemos de centrar nuestra oración y nuestra actividad en esta devoción por excelencia para el cristiano. Sin ella es muy difícil darnos cuenta de esta afirmación tan clara del Evangelio de este día: “Nadie puede estar al servicio de dos amos”
Nosotros pensamos muchas veces que podemos estar con Dios y con el mundo, con el bien y con el mal, con los que siguen a Cristo y con los que lo persiguen, con buenos criterios morales y con una manga ancha para lo que se presente. Pues no, no se puede servir a dos amos. Hay que tomar una opción clara por Cristo y su Evangelio, y todo lo demás es andar a medias, engañándonos a nosotros mismos y a los demás.
Por eso mismo, nuestra oración de este sábado nos debe de llevar a clarificar y abrazar cuál es el amor de mi vida. Mientras esto no esté bien puesto en nuestras vidas, andaremos muy perdidos y dando tumbos a un lado y a otro.
Pero cuando el punto central de nuestro amor es Jesucristo, entonces ya no hemos de tener aquellas preocupaciones que nos quitan muchas veces la paz.
El mismo Jesús nos dice: “No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir”. Pues Dios es tan grande y tan bueno que se encarga de facilitar a sus hijos aquello que precisan para vivir dignamente. ¿No lo hace incluso con las hierbas del campo y las aves del cielo?
Por eso mismo la oración de cada día toma cada vez más importancia y se va haciendo no solo necesaria, sino imprescindible, para los que de verdad quieren amar y servir a Dios y a nada más. ¡Tú solo eres mi Señor!
En este sábado tenemos como modelo a María la Virgen, que sirvió solamente a Dios. “He aquí la esclava del Señor”. Y se confió de tal manera que supo abandonarse en manos de Aquel a quien se entregó.
Que nosotros también, contemplando a María, metiéndonos en el Corazón de Cristo, descubramos con la mayor claridad posible y nos adhiramos con todas nuestras fuerzas a este Señor que nunca esclaviza, sino que salva al que le sigue.
Amén