La fiesta de hoy se enmarca plenamente en la Campaña de la Visitación. De hecho, el evangelio del día es la continuación del episodio de la Visitación, y tiene como protagonistas a Isabel, Zacarías y Juan el Bautista; y, por supuesto, aparecen al fondo de la escena el Señor y Santa María de la Visitación. Invoquemos a la Virgen para que prepare nuestro corazón para la oración de hoy y nos alcance el don de la alegría espiritual. Vamos a fijarnos en tres de los protagonistas:
1) Isabel. Como escribe Abelardo: “Isabel vio lo que ni el mismo san José descubrió. El embarazo de la Virgen anunciaba su maternidad divina y virginal. Y cantó con el júbilo de su hijo, que saltaba de gozo en sus entrañas” (Aguaviva, p. 59). Isabel y Juan son los primeros en recibir el don de la alegría espiritual que trae la Encarnación. Es la alegría que comunica Jesús desde las entrañas de María. La que procede de sintonizar nuestras voluntades con la voluntad del Señor.
Esto es precisamente lo que pedimos en la oración colecta de la misa de hoy: “Oh, Dios, que suscitaste a san Juan Bautista para que preparase a Cristo, el Señor, un pueblo bien dispuesto, concede a tu familia el don de la alegría espiritual y dirige la voluntad de tus hijos por el camino de la salvación y de la paz”.
2) Juan el Bautista. Es “el mayor de los nacidos de mujer”. Fijémonos en él, pues es nuestro modelo como cristiano y como militante. Así nos lo presentaba el P. Morales. Como resume el prefacio de la misa, cuatro rasgos destacan en Juan el Bautista:
a) La alegría, que él recibió y transmitió: “Porque él saltó de alegría en el vientre de su madre, al llegar el Salvador de los hombres, y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos”. Y es que, cuando Dios entra en el hombre, le inunda con su plenitud, y salta de gozo. También nosotros tenemos que ser apóstoles de la alegría. De la alegría auténtica, que procede del Espíritu Santo.
b) La elección de Dios. La partitura de su vida sólo se entiende en “clave de Jesús”. Juan es su precursor. “Él fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes el Cordero que quita el pecado del mundo”.
c) El bautismo, que le da su apodo “el bautista”, y que nos recuerda nuestro bautismo: “Él bautizó en el Jordán al Autor del bautismo, y el agua viva tiene, desde entonces, poder de salvación para los hombres”.
d) El testimonio, que le llevó a dar su vida por el Señor. “Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo”. Podemos preguntarnos: ¿estamos dispuestos a dar nuestra vida por el Señor, en los pequeños detalles de cada día?
3) María. Ella, como siempre, queda oculta en la escena, pero es la que dirige toda la acción. Como escribe el P. Morales: “¿De quién se sirve Dios para capacitar a San Juan para su sublime vocación? De María, que “entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel”. Ella da a luz a Jesús en el alma del Precursor. Dio saltos de gozo el niño en su seno. Con paciencia maternal, ella va modelando su alma”. También María sigue modelando a Jesús en nuestro corazón. María es la misionera del amor, de la alegría, de la humildad. Y nos contagia a sus hijos cuando nos ponemos a su lado y nos metemos en su corazón.
Oración final. Santa María de la Visitación: alcánzanos de tu Hijo el don de la alegría espiritual. Haznos, como Tú, apóstoles de la alegría, y para ello, que nos dejemos llenar por el Espíritu Santo. Santifícanos como a Juan, prepáranos para ser testigos de tu Hijo viviendo nuestro bautismo en los detalles de cada día, empezando por el día de hoy.