1. Introducción: Acabamos de vivir el domingo de Pentecostés. Ahí se acabó el Tiempo Pascual en que vivíamos la alegría de saber que Cristo está resucitado. Con esa certeza debemos de reflexionar en la historia de la Iglesia, del mundo y nuestra. Tras la venida del Espíritu prometido que ha llenado de sus dones a la Iglesia, la Historia prosigue y nos va acercando al fin anhelado: el bienaventurado día en que alcemos nuestra cabeza y veamos venir la liberación. El día de nuestra muerte, el día del fin del mundo en que contemplemos la misericordia de Cristo en nuestras vidas de una vez y para siempre. Todas las semanas de este tiempo ordinario, hasta la celebración del domingo de Cristo Rey en noviembre, tienen que ser un vivir el anhelo de la vuelta del Señor.
2. Oración preparatoria hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
3. Petición: Dame Señor: “Conoscimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda para dellos me guardar, y conoscimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, y gracia para le imitar. (EE 139). Se lo confiamos en las manos de la Virgen Inmaculada.
4. Composición de lugar: nos podemos imaginar a los apóstoles algo perplejos alrededor de Jesús. Ayer oíamos en misa el evangelio del joven rico. Meternos de rondón con la imaginación en la escena que nos ofrece el evangelio de hoy.
5. Puntos para orar:
a. Leer despacio el evangelio del día. Allí donde halle gracia allí detenerme y no tener prisa por pasar adelante en la lectura.
b. El joven rico acaba de despedirse triste. Jesús le ha llamado a una vida de desprendimiento y de seguimiento y no ha sido capaz de seguirle. Jesús no va tras el joven para intentar de convencerlo. Lo único que le falta es decidirse y eso es cuestión totalmente suya. A continuación el Señor les habla a los discípulos de los peligros de las riquezas pero parece que a los apóstoles en aquellos momentos, eso de seguir a Jesús de balde les resulta también algo duro.
c. Contemplamos a Pedro que se atreve a comentarle a Jesús sobre lo que les va a tocar a los apóstoles por seguirle. Todos necesitamos, en cualquier situación en que vivamos, “saber a qué atenernos”. No nos gusta estar con incertidumbres, y menos si hacemos una opción total de nuestras vidas.
d. El Señor no se molesta por la pregunta. La ve razonable y le da una cumplida repuesta: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más -casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.»
e. Una respuesta consoladora. El Señor se ocupa de todo y no nos engaña. Si lo dejamos todo por él recibiremos, no sólo vida eterna, sino ahora, cien veces más de lo que hayamos abandonado por él. También nos dice que “con persecuciones”. La persecución que sufrimos los cristianos es la última bienaventuranza y Jesús nos la recuerda para que cuando llegue no nos sintamos defraudados.
6. Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría o salve a la Virgen e invocación: “Santa María, Madre de Dios y Madre mía, ayúdame a seguir a Jesús en medio de las persecuciones.”
7. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al hacer la oración, pedir perdón y proponer enmienda.