Después del tiempo pascual, volvemos al tiempo ordinario, que seguiremos ya hasta el Adviento. Es un momento muy apropiado para reconsiderar el gran valor de lo cotidiano, ya que Jesús está con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo”.
El evangelio de hoy es muy rico en contenido: nos presenta el llamamiento del joven rico. Aunque sin duda es un texto muy conocido, dejémonos sorprender por el Señor en nuestra oración. Vamos a señalar cinco puntos para nuestra consideración.
1. Jesús llama. “Sígueme”. El Señor no deja de llamar. Ayer y hoy. Sabía que el joven “era muy rico”, que le iba a ser muy difícil entrar en el Reino de Dios, y aun así le llama. Sin duda también nosotros estamos llenos de limitaciones, pero Jesús nos llama.
El seguimiento del Señor supone varias condiciones, requiere un camino a recorrer. Fijémonos en cada uno de los imperativos de Jesús: a) Ve –anda-; b) Vende; c) Da. Sólo entonces dirá: “y luego ven, sígueme”. ¿Cómo son nuestros pasos por este camino?
2. Las miradas de Jesús. En este pasaje aparecen tres miradas:
a) Al joven: “se le quedó mirando con cariño”. En este joven Jesús está mirando con amor a todos los jóvenes del mundo. De ayer y de hoy. Veamos en la oración cómo nos mira el Señor
b) A sus discípulos: “Jesús se les quedó mirando”, y antes dice el texto: “Jesús, mirando alrededor”. Ante la reacción de alejamiento del joven rico, Jesús se dirige a sus discípulos buscando su respuesta. También Jesús nos mira hoy, y busca la nuestra.
Jesús nos mira... Miremos a Jesús. No nos cansemos de mirarle, y de hablar con él en este juego de miradas.
3. Las palabras de Jesús. Después de las tres miradas, Jesús habló: “les dijo”. El Señor nos interpela. Sondea previamente nuestra disposición. Y busca una respuesta a sus palabras. El joven, se alejó pesaroso; los discípulos, se escandalizaron. Ante la objeción: “entonces, ¿quién puede salvarse”, Jesús termina diciendo “es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”. Sintamos cómo el Señor nos mira y nos pregunta “¿Crees esto?” ¿Qué le respondemos?
4. Jesús y la riqueza. El Señor nos dice que la riqueza supone en el fondo poner la “confianza en el dinero”. En esta línea comenta Abelardo: “La verdadera pobreza no supone el despreciar los valores temporales, ni la productividad y el trabajo. Más bien, la verdadera pobreza es hermana del trabajo, del esfuerzo, del desprendimiento y sabe situar los valores humanos y materiales en su debida escala de valores. Podemos concretarla en desprendimiento de corazón ante los bienes temporales. Pureza de intención. Indiferencia de la voluntad humana, con atención a la voluntad divina en el uso de esos bienes”. Que usemos los bienes según la voluntad de Dios, con pureza de intención, para que sean medios que nos ayuden a poner nuestra confianza en el Señor.
5. Dios lo puede todo. Fueron también las palabras del ángel a María en la Anunciación. Que respondamos como Ella con todo nuestro ser diciendo: “Aquí está la esclava del Señor. Hágase”. “Hágase, Estar”.
Oración final. Santa María Auxiliadora, joven llamada por Dios, que experimentaste como nadie la mirada amorosa del Señor, que le miraste y te dejaste mirar por Él: Tú creíste que Dios lo puede todo, te fiaste de Él, y le seguiste por el camino de la pobreza. Alcánzanos tu fe, y tu espíritu de pobreza, enséñanos a seguirle, a poner nuestra confianza en Jesús, y no en las cosas. Enséñanos a mirarle y a dejarnos mirar por Él.