El Evangelio de hoy nos ofrece una buena ocasión para contemplar el Corazón de Jesús, en este mes dedicado a Él. Además hoy es primes sábado y víspera de la solemnidad del Corpus Cristi, lo cual nos invita a que nuestra oración sea especialmente mariana y eucarística.
1. Ponerme en presencia de Dios.
Comenzamos la oración poniéndonos en presencia de Dios. Si tengo la suerte de hacer la oración ante Jesús Eucaristía renuevo mi fe en su presencia sacramental y hago un acto de adoración.
“Señor, creo que estás presente en la Hostia Santa. Creo, adoro, espero, amo”
“Ven Espíritu Santo, danos conocimiento interno del Corazón de Jesús”.
“Madre, alcánzame un corazón humilde y generoso”
2. Ideas para la oración.
a. Escuchar la advertencia de Jesús
Jesús empieza diciéndome, a mí: ¡cuidado! Y de lo que me previene es de:
buscar el aplauso o el reconocimiento de los demás. (“Les encanta que les hagan reverencias”) estar por encima de los otros (“Buscan los primeros puestos”) estropear con faltas de caridad las obras aparentemente buenas (“Devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos”).Con estas cosas Jesús no transige (“Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.”), porque nos cierran a su amor.
Aprovecho para examinar mis criterios y mi forma de actuar: ¿Busco que hablen bien de mí? ¿Actúo igual cuando me ven que cuando no? ¿Me disgusto si no reconocen mis méritos? ¿Prefiero los puestos de más prestigio? ¿Desvirtúo con faltas de caridad las obras en sí buenas?
“Madre, que vea lo que tengo que cambiar para tener un corazón como quiere Jesús”
b. Contemplar a Jesús que se conmueve ante la generosidad de la viuda
La generosidad humilde de la viuda de Evangelio hace conmoverse al Corazón de Cristo.
Jesús ve el interior (me conoce como realmente soy) y no se deja llevar por las apariencias buenas o malas. Así, el juicio de Jesús es, al mismo tiempo, justo y misericordioso. Es justo y misericordioso con la generosidad total de la viuda; en su advertencia a los escribas llamándoles a la conversión; y conmigo, valorando mis esfuerzos y pidiéndome que me dé del todo.
Nos puede ayudar una anécdota que nos cuenta la Beata Teresa de Calcuta:
“Un día bajaba yo por la calle; se me acerca un mendigo y me dice: «Madre Teresa, todo el mundo te hace regalos; también yo quiero darte algo. Hoy he recibido tan sólo veintinueve céntimos en todo el día y te los quiero dar.» Reflexioné un momento; si acepto estos veintinueve céntimos (que no valen prácticamente nada), él corre el riesgo de no poder comer nada esta noche, y si no se los acepto, le voy a dar un disgusto. Entonces, extendí la mano y cogí el dinero. Nunca jamás he visto sobre ningún rostro tanto gozo como en el de este hombre, por el mero hecho de haber podido dar algo a Madre Teresa Fue para él, que había mendigado todo el día bajo el sol, un enorme sacrificio el darme esta irrisoria cantidad con la que no se podía hacer nada. Pero fue maravilloso también porque estas pequeñas monedas, a las que renunciaba, llegaban a ser una gran fortuna porque habían sido dadas con tanto amor”
c. Ofrecerme a Jesús
Ofrecerme del todo a Jesús sabiendo que Él sabe valorar lo que le doy, aparentemente sin valor, como supo valorar la ofrenda de la viuda, si me doy de todo corazón.
Darle también lo que me cuesta (¡“todo lo que tenía para vivir”!). Nos dice también M. Teresa:
“No basta con dar solamente eso de lo que podéis prescindir, sino también de aquello de lo que no podéis ni queréis prescindir, aquellas cosas a las cuales estáis atados. Entonces vuestro don llegará a ser un sacrificio precioso a los ojos de Dios”.
Hacer el ofrecimiento con la oración de san Ignacio:
“Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer. Vos me lo distéis, a Vos Señor lo torno. Todo es vuestro. Disponed de todo a vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y Gracia, que esto me basta.
Le pido a la Virgen que transforme mi corazón para que mi entrega a Jesús sea auténtica y total.