16 junio 2010, miércoles de la 11ª semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Vamos a hacer oración con la primera lectura principalmente y con esa relación entre Elías y Eliseo, de maestro y discípulo, los dos compartiendo una misma misión profética.

Petición: Concédeme, Señor, compartir el Espíritu, si quiera en dos tercios, de quienes me han precedido.

Oración: Leemos con detenimiento el texto de la primera lectura. Es el momento de la despedida del gran profeta Elías y en el que su discípulo, que le amaba tiernamente, como a un padre, siente el desgarrón de quedarse solo. Y la incertidumbre de saber cumplir la misión profética, ahora que no tiene al maestro a su lado.

No es una situación tan extraña. Todo el que ha vivido al lado de un gran hombre, de un hombre de Dios, siente que no será capaz de llevar la misión adelante, con el mismo carisma que él la llevó. Y al desaparecer éste, se siente inseguro.

Oramos la vida: ¿No nos ha pasado eso a nosotros institucionalmente y personalmente? Al desaparecer el Padre Morales, al quedar Abelardo reducido en sus capacidades por la enfermedad, ¿no sentimos la orfandad que sentía Eliseo? Nos gustaría tener al menos -¿qué tanto por ciento?- parte de su carisma, de su fuerza, de su espíritu… Viendo el DVD de Abelardo estos días, así lo comentaba algún militante.

Continuadores de una misión y huérfanos al mismo tiempo. Enviados por Dios y dejados de su mano. ‘¿Dónde está el Dios de Elías?’, exclama nuestra alma ante las dificultades de la vida, ante ríos que parecen insuperables pues ya no hay puentes ni guías para cruzarlos.

  • ¿Siento yo en mi vida esa necesidad de guía? ¿Me siento a veces solo, sin rumbo, desorientado en mi misión?
  • Pido luz al Señor para saber afrontar con confianza esas situaciones.

El Dios de Eliseo: ‘Dios no es un Dios de muertos sino de vivos’, había dicho un día Jesús. El Dios de Elías, es el Dios de Eliseo. Y su fuerza se transmite en ese milagro que le permite pasar el río. El Dios de Abelardo o del Padre Morales es el Dios mío. Seguramente no me dará un tanto por ciento de su espíritu, de sus capacidades, de su carisma personal. Pero me dará el cien por ciento de mi propio espíritu. Y me dará en plenitud su propio Espíritu, el Espíritu Santo.

Sin miedo enfrento mi misión y mi reto. En mi pequeñez, en mis limitaciones, sé que Dios es el que va a actuar, que no depende de mi carisma personal o de capacidad de comunicación. Depende de que le deje actuar a Él en mí. Al Dios de Eliseo y de Abelardo. Al Dios de Elías y del Padre Morales.

Porque, como dice Jesús en el evangelio, lo importante es que mi Padre, el Dios de Elías, que está en lo escondido, ve mi corazón. Y ahí el puede hacer milagros, si me hago pequeño, sino crezco en vanidad, si le dejo hacer a Él.

  • Le pido al Espíritu Santo el don de Fortaleza para la labor de ser testigo en el mundo a la que estoy llamado como laico cristiano. Y en concreto le pido esa fortaleza para la dificultad interna o externa que más me preocupe ahora.

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