“No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”
Está brotando algo nuevo… ¿no lo notas? Imperceptible para los ojos que sólo pueden ver la materia, lo sórdido…Pero los limpios de corazón, los que tienen ojos trasparentes, pueden ver esa novedad, pueden otear a Dios.
¿No lo notas?
Está el hombre viejo… y el hombre nuevo…
“se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos”
La novedad es el perdón, lo caduco es la venganza.
Lo nuevo es la misericordia, lo viejo es la acusación.
Lo nuevo es la transparencia, lo antiguo es la oscuridad.
El hombre nuevo es Cristo, el hombre viejo es Adán, el pecado.
Contemplo.- Veo a Cristo, con la mujer pecadora a sus pies. La alza con su brazo. La levanta a su dignidad. La restaura como verdadera hija de Dios, de un Dios que perdona, de un Dios que ama.
Lo nuevo es el amor.
Y me pregunto… ¿a quién tengo que perdonar yo? ¿A quién señala mi dedo acusador? ¿Hacia quién se dirigen mi mirada airada y las piedras que están en mis manos?
¿Seré capaz de perdonar?
¿Soy hombre nuevo en Cristo o soy hombre viejo en el rencor? ¿No creo que Dios pueda crear una nueva tierra y un nuevo cielo? ¿No creo que pueda recomenzar una nueva historia de unidad y de amor por grande que haya sido el pecado, por fuertes que hayan sido las heridas?
Un hombre nuevo, un cielo nuevo, una tierra nueva…
“No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”
Coloquio con Cristo.- Le pido luz para ver a quién no he perdonado todavía y fuerza para realizar ese milagro que permite renacer de nuevo una historia de amor y fraternidad.
Y me sé perdonado por Cristo. Y si ya Cristo nos ha perdonado, ¿cómo no vamos a perdonarnos unos a otros? Y oigo su voz que me llega al corazón:
“Tampoco yo te condeno”